Juan Carlos Viloria-El Correo

Durante años la izquierda española y especialmente el mundo de Podemos y Sumar, consideraron la revolución bolivariana de Hugo Chávez en Venezuela como «una inspiración» como «un ideal inagotable de la esperanza humanista». Pablo Iglesias llegó a decir que sentía envidia de los españoles que vivían en Venezuela y que el país latinoamericano era «una de las democracias más consolidadas del mundo». «Son un ejemplo para Europa» decía el fundador de Podemos, líder del movimiento de los indignados y punta de lanza de los que prometían regenerar la política española. Íñigo Errejón, actual portavoz de Sumar en el Congreso, destacaba en una entrevista concedida en 2018 a un medio chileno, The Clinic, «los importantísimos avances en materia social y económica» del régimen de Maduro, donde la gente «hace tres comidas al día». Preguntado por las colas kilométricas a las puertas de los supermercados, lo explicaba, diciendo que «ahora hay más dinero disponible» y «la gente puede comprar más por las transformaciones socialistas logradas por el chavismo».

El silencio cómplice del ex-secretario general del PSOE Rodríguez Zapatero y el murmullo de Yolanda Díaz, después del tongo electoral de Maduro indican que, pese a las evidencias, se niegan a reconocer el hundimiento de la revolución bolivariana. Otros como el comunista Enrique Santiago siguen aferrados a los restos del naufragio y crítican a los que denuncian el fraude electoral. El ex-secretario general Pablo Echenique va más allá y sostiene que hablar de pucherazo « es una idea golpista», mientras la diputada Irene Montero afirma que el pueblo venezolano ha elegido a Nicolás Maduro como presidente. Su compañera de viaje, Ione Belarra, enfatiza desde Bruselas que «hay que respetar la voluntad del pueblo». Hasta el Grupo de Puebla de los gobiernos social- populistas latinoamericanos se ha desmarcado del fraude electoral masivo de un Maduro que no se podía permitir perder las elecciones porque tanto la justicia estadounidense como la Corte Penal Internacional tiene cargos de crímenes contra la humanidad y narco-terrorismo encima de la mesa.

La foto de Venezuela después del paso por el poder de la revolución bolivariana es espeluznante: El PIB se ha derrumbado el 75%, el 97% de la población vive en el umbral de la pobreza, la moneda se ha hundido, la deuda pública alcanza el 200% del PIB, un jubilado tiene que vivir con el equivalente a 5 euros al mes y 7´7 millones de venezolanos ha huido del país. Pero nuestros bolivarianos nostálgicos siguen creyendo que las recetas del chavismo: control de precios, asfixia de la oposición, nacionalizaciones, servicios públicos hipertrofiados, que han llevado a la ruina a uno de los países más ricos del planeta, son una inspiración para España y Europa. Perdidos.