Ramón Pérez-Maura-El Debate
  • Gustavo Petro ha negociado a espaldas del resto del país el modelo económico de la República con la guerrilla del Ejército de Liberación Nacional. A mí esto también me suena conocido a este lado del Atlántico…

He mencionado en los últimos días que pasé el último fin de semana en Colombia, celebrando el 70 cumpleaños de un amigo. Era el aniversario del expresidente Andrés Pastrana Arango que cumplió esa edad el 17 de agosto y reunió a un pequeño grupo de amigos en una finca familiar cercana a Bogotá donde almorzamos un asado y compartimos velada con una maravillosa agrupación vallenatera que arrancó con una pieza dedicada al cumpleañero y siguió, no podía ser de otra forma, con el vallenato «Jaime Molina» que arranca así:

Recuerdo que Jaime Molina
Cuando estaba borracho, ponía esta condición
Que, si yo moría primero me hacía un retrato
O, si él se moría primero le sacaba un son
Que, si yo moría primero me hacía un retrato
O, si él se moría primero le sacaba un son

No hace falta mucha imaginación para suponer cómo discurre la siguiente estrofa de la canción que es para mí el himno de mi felicidad colombiana. Y también es fácil comprender que en la fiesta había muchas personalidades con enorme experiencia política. Dediqué buena parte de la jornada a hablar con todos los que pude, la mayoría de los cuales me era conocidos. Me pintaron un panorama verdaderamente deprimente de la situación en Colombia. Un presidente que es ajeno a sus responsabilidades y que dedica la mayor parte de su tiempo a dormir y al trago; un hombre que es fotografiado por la noche, escoltado por su seguridad, mientras pasea abrazado a un travesti; una persona que es un firme activista del Grupo de Río; un presidente que distrae la atención de sus errores y meteduras de pata provocando otras polémicas como lo es el supuesto intento de reformar la Constitución para que se pueda presentar a la reelección… un discurso deletéreo desde el momento en que la popularidad de Petro está en un 28 por ciento. Es cierto que en esta mitad de su mandato hay una amplia gama de posibles candidatos alternativos de diferentes tendencias políticas. Y yo creo que eso es bueno si las del centro y la derecha consiguen organizar una suerte de primarias.

En la semana que en la que yo he estado unos días en Bogotá el presidente Petro ha dicho que

.–Le da igual la legislación vigente y que él cambiará el escudo del país para modernizarlo. Eso debe de ser lo más urgente que necesita Colombia. ¿Por qué será que esto me resulta familiar en España?

.–Ha negociado a espaldas del resto del país el modelo económico de la República con la guerrilla del Ejercito de Liberación Nacional. A mí esto también me suena conocido a este lado del Atlántico…

.–Ha alineado al país con Maduro y sus delincuentes y pide la repetición electoral en Venezuela, desconociendo el resultado electoral del 28 de julio que es imposible ignorar. ¿Habrá consultado con Rodríguez Zapatero?

.–Anuncia que va a obligar a los bancos a emplear los depósitos de sus clientes en hacer inversiones forzosas en lo que les diga el Gobierno. O de lo contrario hará otra reforma tributaria.

Todo eso en la última semana. Menos mal que no tengo previsto volver allí a corto plazo. Pero lo que más me impresionó fueron los razonamientos de un grupo de amigos, algunos de ellos con vivienda en España y buenos conocedores de la situación en ambos países.

En la larga conversación de sobremesa y pese al espeluznante escenario político colombiano del que acabo de hacer algún apunte, varios de ellos me decían que la situación en España es mucho peor que en Colombia. Que el sanchismo ya ha colonizado tantas instituciones que va a ser muy difícil desalojarlo del poder porque tiene los instrumentos para hacer las trampas. En cambio Petro no ha llegado hasta ahí y ni aunque reformara la Constitución –lo que es más que dudoso– lograría seguir.

No estoy seguro de si tienen razón o no. Pero me hizo reflexionar el que gentes con largo recorrido en la vida pública colombiana y en la oposición a Petro afirmaran sin pestañear que la institucionalidad colombiana se mantiene con más firmeza que la española. Si como me temo, pueden tener razón, Sánchez está para quedarse mucho más allá de 2027.