Juanjo Sánchez Arreseigor-El Correo

  • Los civiles siguen muriendo en Gaza sin que casi nadie se oponga, ni en Europa, ni en EE UU, ni en los países árabes

Han pasado más de diez meses desde que los terroristas psicópatas de Hamás entraron en masa en Israel para asesinar a mansalva a civiles indefensos. La contundente respuesta israelí gozó al principio de amplios apoyos porque casi todos aceptaban que Hamás debía ser aplastada definitivamente, sin reparar en medios. Las únicas excepciones a este consenso eran los ‘sospechosos habituales’: grupúsculos radicales que apoyan cualquier delirio que les parezca antiestadounidense, y dictaduras despóticas antioccidentales como Rusia, Irán, Nicaragua…

Sin embargo, a medida que se prolongaban los ataques hebreos, que los muertos civiles empezaban a contarse por millares y luego por decenas de millares y que los proyectiles israelíes caían una y otra vez sobre hospitales, escuelas y zonas que los propios atacantes habían declarado seguras para la población civil, el consenso proisraelí se fue cuarteando porque era cada vez más evidente que el verdadero objetivo de Netanyahu es la limpieza étnica total de Gaza.

En Estados Unidos crecen las voces críticas dentro del Partido Demócrata, lo que resulta muy notable porque los israelíes han creado allí una máquina de propaganda tan abrumadora que hablar en voz alta contra Israel es algo casi suicida. Lo descubrieron a su costa nuestros compatriotas Penélope Cruz y Javier Bardem en julio de 2014, cuando firmaron una carta criticando la política israelí contra la población de Gaza. En pocos días tuvieron que retractarse para no tirar a la basura sus carreras en Hollywood.

Lo verdaderamente extraño es que las voces discrepantes sigan siendo tan pocas. En el Partido Republicano hay una corriente muy fuerte de antisemitismo, pero nadie abre la boca, y Trump, tan aficionado a cubrir de injurias a todo bicho viviente, nunca se mete con Israel o con los judíos. En Europa, donde los israelíes nunca han alcanzado la influencia omnímoda que ejercen en Washington, la actitud general entre la opinión pública, la clase política y los medios de prensa ha resultado sorprendentemente tibia. Incluso Pedro Sánchez parece haber actuado por la razón principal que mueve casi todos sus actos: complacer a los muy numerosos socios de su heterogénea coalición de Gobierno, para que no le muevan la silla.

Es evidente que el carácter psicopático de Hamás retrae forzosamente numerosos apoyos, incluso dentro de los países árabes. También parece claro que entre los gobiernos europeos existe un frío cálculo geopolítico de que no compensa emprender rumbo de colisión con Washington para apoyar a un rebaño de perdedores, por justa que sea su causa. También existe una potente propaganda antimusulmana, pero eso no lo explica todo. Los rusos también han movilizado una maquinaria propagandística de gran magnitud contra Ucrania, que a la hora de la verdad les ha servido de muy poco. Si las facciones de ultraderecha y los tentáculos mediáticos de la influencia israelí tienen mucho más éxito es porque tropiezan con una población predispuesta.

Dejando aparte el recuerdo nebuloso de ‘los moros’ como archienemigo histórico, o los prejuicios de la ultraderecha contra muy diversos grupos étnicos -incluidos los judíos-, hay que afrontar la realidad incómoda de que una combinación de terrorismo islamista, crisis petrolíferas, alaridos demagógicos de ‘muerte a Occidente’, junto con los efectos negativos y los recelos de la inmigración masiva, macerados a fuego lento durante casi medio siglo, han ido generando entre grandes sectores de la población occidental una predisposición hostil contra los musulmanes.

Por otra parte, los grupos más activos en defender la causa palestina, más que sumar apoyos entre la población en general, los restan. Es como cuando se convoca una manifestación para protestar contra la dictadura madurista en Venezuela, y aparecen los ‘sospechosos habituales’ de la trinchera contraria: Vox, Le Pen, Milei, Trump… que te hablan en tonos líricos de los desventurados venezolanos reprimidos por Maduro, pero a renglón seguido te cantan las alabanzas de Pinochet, Videla o Somoza.

De la misma forma, cuando un orador te arenga en favor de los civiles palestinos acorralados bajo las bombas, pero al mismo tiempo intenta venderte la moto de que Rusia, China, Irán, Cuba, Nicaragua, Bielorrusia o Siria son el ejemplo a seguir de libertad y resistencia al imperialismo, que los ucranianos son nazis o que ETA era un movimiento de liberación, apañados vamos.

Y mientras tanto, la población civil sigue muriendo en Gaza, y seguirán muriendo hasta que logren encontrar la forma de huir, para que Netanyahu pueda repoblar la Franja con colonos judíos, todo ello sin que casi nadie se oponga, ni en Europa, ni en EE UU ni en los países árabes, lo que resulta mucho más sangrante.