Luis Ventoso-El Debate
  • Tiene mérito que lo pida una ministra que ha tragado con la amnistía, el cupo catalán, la sumisión a Puigdemont y cada una de las falacias del presidente

Ha vuelto al tajo Margarita Robles, de la que nada supimos cuando Puigdemont ridiculizaba al Estado en Cataluña a comienzos de agosto y el CNI silbaba por imperativo gubernamental. La ministra de Defensa tampoco tuvo nada que aportar cuando días atrás Marruecos abrió la puerta en Ceuta y entraron docenas de inmigrantes, en un evidente gesto de amenaza de Mohamed VI a la plaza española.

Vuelve Margarita. Desde Bruselas, muy aplomada, ha regañado a la oposición. Le exige con rictus muy serio que tenga «sentido de Estado» ante el reto de la inmigración irregular. Sobre la labor de Sánchez frente a este desafío, en el que siempre ha hecho el avestruz, la ministra, una ilustre juez de 67 años, ha optado por la lisonja jabonosa y resalta contra toda evidencia que la postura del presidente «es muy razonable y muy sensata».

Cuando escuché sus palabras de pasada en una televisión pensé por un instante que estaban ofreciendo algún Club de la comedia. Me extrañó no escuchar unas risas enlatadas. Y es que suena a coña marinera que Margarita Robles, con lo que hemos visto de ella en estos años de sanchismo, ose todavía a salir a dar lecciones de «sentido de Estado».

¿Sentido de Estado? Hagamos memoria. En la primavera de 2022, los separatistas de ERC arman una enorme escandalera esgrimiendo un informe de la Universidad de Toronto donde se acusaba a los servicios del Gobierno español de haber espiado a los buenos de los separatistas (hoy sabemos que el autor de aquella mercancía averiada era un simpatizante nacionalista, miembro de Omnium Cultural). Temblor de piernas en Moncloa ante el enojo de ERC. Pero en un primer momento, Margarita Robles muestra, en efecto, «sentido de Estado» y replica con esta sagaz pregunta retórica: «¿Qué tiene que hacer un Estado cuando alguien declara la independencia?». Además acusa a los separatistas de «victimismo».

El 4 de mayo de 2020, Margarita Robles sigue mostrando «sentido de Estado» y se niega a entregar la cabeza de Paz Esteban, directora del CNI, reclamada por ERC, el socio vital de Sánchez: «[Paz Esteban] está aguantando estoicamente acusaciones que no se corresponden con la realidad», zanja la ministra en su defensa, mostrando que no se deja avasallar por los separatistas. ¡Brava, Margarita!

Pero solo seis días después, ¡sorpresa!: el «sentido de Estado» se ha esfumado. Margarita se olvida de todo lo que acaba de decir y fulmina a Paz Esteban, porque ERC se lo ordena a Sánchez y Sánchez se lo ha ordenado a ella. Pitorreándose de la inteligencia de los españoles, una de las aficiones de este Gobierno, Margarita nos explica además, al más puro estilo orwelliano, que no ha habido una destitución, sino «una sustitución de una funcionaria por otra».

¿«Sentido de Estado» en Margarita Robles? Risas en off. ¿Como cuando siendo una juez de muy ilustre carrera tragó sin pestañear con una amnistía manifiestamente inconstitucional? ¿Como cuando aceptó que el futuro de España se negociase en Ginebra en secreto con un prófugo de la justicia? ¿Como cuando guardó un púdico silencio mientras Puigdemont ridiculizaba a España con una visita circense, sin que el CNI, que depende de ella, fuese en apariencia capaz de localizarlo?

¿Sentido de Estado? ¿Como el que muestra al dar por buenas todas y cada una de las flagrantes mentiras del presidente, o sus desplantes al jefe del Estado, o su uso partidista del TC para convertirlo en un tribunal de casación del Supremo e indultar de hecho la más grave corrupción del PSOE?

¿Sentido de Estado? ¿Como el que acredita esta veterana socialista con su silencio ante un cupo catalán que dinamita nuestro modelo contable, que no cabe en la Constitución y que liquida el principio de igualdad de los españoles, ya hecho papilla por la amnistía?

Por favor, señora ministra, mírese al espejo de manera sincera antes de demandar a los de más «sentido de Estado».

Arrumbar los principios por un cargo es comprar unos años de pasarela pública a cambio de dejar un penoso recuerdo. Con toda modestia, me atrevería a recomendarle que le dé una pensada… Aunque mi esperanza tiende a cero. El sectarismo y las cómodas berlinas oficiales nublan las mentes.