Ignacio Camacho-ABC

  • Frente a la ‘necesidad virtuosa’ del sanchismo falta la virtud necesaria para gobernar conforme a unos principios

La mejor frase que Javier Lambán ha dejado en su honesta lucha contra la deriva oportunista de su partido fue la que dio la vuelta a la teoría de la «necesidad virtuosa» del sanchismo. En su lugar proponía el dirigente aragonés la de la «virtud necesaria», es decir, el mandato imperativo de los principios. Integridad ética y lealtad constitucional frente a la maleabilidad maniobrera del pragmatismo; he aquí una propuesta revolucionaria, verdaderamente regenerativa en nuestro degradado marco político. Una enmienda a la totalidad del espíritu ventajista que se ha apoderado de las instituciones para despojarlas de sentido, colonizarlas a capricho aterrizando en ellas a sus ministros y convertirlas en un instrumento más al servicio del poder ejecutivo.

Prédica en el desierto de una legislatura armada sobre las reclamaciones de las minorías nacionalistas. Este mandato debería llamarse el de las Tres Necesidades, como la hermandad sevillana de la Carretería; tres requisitos, todos inconstitucionales, de obligado cumplimiento para que el Gobierno sobreviva conectado a un mecanismo de respiración asistida. El primero, imprescindible para la continuidad de Sánchez, era la amnistía, ya otorgada a salvo de las objeciones de la justicia. El segundo, el pacto de fueros fiscales en Cataluña, condición ‘sine qua non’ de la investidura de Illa. Y el tercero está pendiente a expensas de que Junts lo exija: el referéndum de autodeterminación, más o menos camuflado bajo la cobertura eufemística de una votación consultiva.

Pagados los dos primeros plazos, el tercero será cuestión de tiempo, el que Puigdemont tarde en escoger el momento de fijar el precio. Quizá durante el debate de los Presupuestos, o más adelante si estima conveniente dejar que el Ejecutivo se cueza a fuego lento en el caldo de sus propios aprietos. Después del botín obtenido por Esquerra con los impuestos quedan pocas dudas de que el rival separatista tiene que cobrar una factura muy elevada por su sostén al Gobierno. Y de que éste la pagará como ha pagado las anteriores, desdiciéndose sin pudor de sus negativas pasadas y obligando a una nueva contorsión exculpatoria a su cohorte de trompeteros.

Las Tres Necesidades se resumen en una: tirar para adelante, al menos hasta que exista una posibilidad razonable de que la alianza Frankenstein sume un diputado más que la derecha en un adelanto de las generales. Al presidente hay que reconocerle el mérito –que no la virtud– de haber logrado, sin tener siquiera que justificarse, el respaldo pétreo de siete millones de votantes y de una brigada mediática capaz hasta de aceptar el vergonzante argumento de que Soria y Cuenca gozan de privilegios tributarios similares a los que van a recibir los catalanes. Parafraseando la soleá del llorado maestro Alcántara, esas cuentas no están cabales: falta una golondrina y sobran tres cristales.