Tonia Etxarri-El Correo
Tres en uno. Ayer fue un día intenso para el Gobierno de la Moncloa. Con tres escenarios que reflejaban el tenso momento político que está atravesando el país desde que su gobernabilidad depende de los chantajes de los secesionistas catalanes. Tres pruebas del algodón que dejaron en evidencia a un Gobierno dispuesto a todo, jugando al mentiroso con todos a la vez con tal de permanecer un tiempo de prórroga en el poder. Con la aparición de una vicepresidenta como María Jesús Montero, incapaz de explicar en el Senado los detalles de un concierto que no es lo que parece sobre el que, por temor a que su verbo locuaz la traicionara, prefirió leer la literalidad («integralidad» en su verbo) del pacto con los de ERC que no gustó nada a Junts. Con el monólogo, y fuera del Parlamento, de un presidente dispuesto a defender la contradicción de la ‘singularidad para todos’ con tal de acallar las críticas a su pacto sobre la fiscalidad para Cataluña. Y una tercera pantalla no menos inquietante, confirmando su empeño en colonizar las instituciones, con el nombramiento del ministro Escrivá como inminente gobernador del Banco de España.
La necesidad urgente del presidente por acallar las críticas a su pacto con ERC lanzándose a prometer ‘kalimotxo’ para todos, subiendo impuestos, sonó al recurso de un comodín de emergencia. Acogerse a la vaga promesa de que «todas y cada una de las comunidades» recibirán «más recursos» denota cierta desatención a lo que, en realidad, le están demandando. Mala forma de apagar fuegos. La singularidad no casa con la generalidad. El debate no es el dinero, es el privilegio. Quizá haya que recurrir a Barrio Sésamo para interpretar a Pedro Sánchez. Si se le concede a Cataluña la independencia fiscal, esa fórmula no se arregla con dar más dinero al resto de comunidades. Dentro, fuera. Singular, general. Son antónimos. Es lo que tiene no concretar. O limitarse a disfrazar el anuncio de nuevas medidas impositivas con eslóganes populistas propios de otros regímenes. «Más transporte público y menos Lamborghini». ¿Cuántos coches de esta gama circulan en España en lo que va de año? ¿Unos cien frente a un parque móvil de 25 millones de coches? Da igual. Se lo oiremos repetir a los ministros y portavoces, sin rubor.
La elección del ministro José Luis Escrivá como gobernador del Banco de España supera otro triste récord. Es la primera vez que un ministro en democracia (Miguel Ángel Fernández Ordóñez había sido secretario de Estado) cambia su cartera para gobernar una entidad que debe ser independiente. El ministro Carlos Cuerpo recordaba a Guindos y a Lagarde para justificar esta decisión. Pero no tiene nada que ver. En el Banco Central Europeo las designaciones no son a dedo, como hace Sánchez con el Banco de España, sino fruto de un consenso entre todos los gobiernos y la Eurocámara. La comparación es tramposa. Escrivá, un técnico excelente pero que no tiene credibilidad para este puesto porque es ministro, va a tener que pronunciarse sobre asuntos en los que ha sido partícipe. El algodón no engaña. La regeneración democrática no es esto.