Gorka Maneiro-Vozpópuli
Lo que más empieza a preocupar es que no haya nadie enfrente que entienda lo que nos jugamos y la gravedad de los hechos

El Comité Federal del PSOE, celebrado el pasado fin de semana, no aportó nada que no supiéramos: Pedro Sánchez es el amo y señor de la secta y, salvo Page y Lambán, nadie está dispuesto ni a pensar por sí mismo ni a expresarlo, y mucho menos a ser alternativa al autócrata que ahora mismo dirige los destinos del PSOE; o eso, o han renunciado expresamente a defender las ideas esenciales del socialismo democrático que supuestamente el PSOE encarnaba. La ley de amnistía hizo trizas la igualdad ante la ley y el concierto catalán que Sánchez ha regalado a Cataluña socava la redistribución de la riqueza, la solidaridad y la igualdad entre ciudadanos y entre territorios. O son unos traidores o todo era una falacia. En el fondo, el PSOE actual carece de ideales y su única idea es mantenerse en el Gobierno de España, caiga quien caiga. Con el apoyo de todos los lacayos que agasajan al líder.

Emiliano García-Page dijo sentirse enormemente preocupado «por el país y por los valores fundacionales del PSOE y la socialdemocracia» y calificó el documento expuesto por ERC como «mucho más egoísta que socialista» y «francamente incomprensible e indefendible». «Aquí todos sabemos de qué va la vaina», añadió Emiliano. Pero sobran las palabras y faltan hechos concretos que detengan las pretensiones del déspota. Y la vaina es mantenerse en Moncloa, Emiliano, con la inacción cómplice de quienes formáis el PSOE.

Crear un nuevo partido

Por su parte, Javier Lambán consideró que la aplicación del modelo de financiación singular en Cataluña sería “la mecha a esa especie de bomba que haría saltar por los aires el país” desde el punto de vista de la solidaridad y la cohesión. Y añadió lo que es una obviedad: “El pacto fiscal es inconstitucional, atenta contra la Constitución y contra una España cohesionada y unida”. Quizás no pueda decirse mucho más, el problema es que deben pasar de las palabras a los hechos: o liderar una alternativa a Sánchez dentro del partido o liderar la creación de un partido nuevo. Estoy seguro de que mucha gente estaría dispuesta a sumarse a ese nuevo proyecto.

Salvo excepciones individuales, poca vida inteligente queda en los interiores del socialismo español y del PSOE, convertido en el principal peligro para la democracia deliberativa que todavía disfrutamos a duras penas. Porque, a pesar de que las federaciones de Madrid, Castilla y León, Asturias y Extremadura habían sido inicialmente críticas con el pacto con ERC, han bajado el tono a la espera de acontecimientos y, sobre todo, de las migajas que ha prometido Sánchez a sus comunidades autónomas; pobres ingenuos, como si pudieran librarse ellos de la desmembración de España que sus políticas disparatadas están propiciando. En el fondo, es puro sectarismo, incapacidad intelectual y asunción cobarde de los postulados reaccionarios de su amo Sánchez. Y todo por mantenerse en la poltrona.

De ser un Estado federal asimétrico pasaremos a ser una especie de Estado confederal porque así lo ha decidido Sánchez. Y ya sabemos por experiencia histórica cómo acaban las confederaciones: con la disgregación del conjunto y la independencia de las partes

En realidad, el acuerdo firmado con ERC es mucho más grave de lo ya expresado. Gracias al pacto, Cataluña tendrá su propia Agencia Tributaria, que se encargará de recaudar todos los tributos y «garantizar la suficiencia financiera y la soberanía fiscal de la comunidad autónoma». En consecuencia, Cataluña saldrá del régimen común y se modificará en la práctica el modelo de Estado recogido en la Constitución Española. De ser un Estado federal asimétrico pasaremos a ser una especie de Estado confederal porque así lo ha decidido Sánchez. Y ya sabemos por experiencia histórica cómo acaban las confederaciones: con la disgregación del conjunto y la independencia de las partes. Y todo ello sin reforma constitucional y sin consulta al conjunto de la ciudadanía, lo que viene a ser un fraude de ley y hasta una ilegalidad manifiesta, algo por lo que sus máximos responsables, y el principal es Pedro Sánchez, deberían responder antes o después ante los Tribunales de Justicia si la Justicia fuera independiente.

Pero Sánchez fue más lejos en la reunión donde congregó a sus palmeros. A la vista de que ha perdido la mayoría «progresista» en el Congreso de los Diputados y una mayoría de españoles ya lo rechaza a él abiertamente, prometió seguir gobernando «con o sin el concurso de un poder legislativo que necesariamente tiene que ser más constructivo y menos restrictivo». O sea, que lo hará no sólo de espaldas al Congreso de los Diputados sino contra la soberanía ciudadana representada en él, vulnerando de ese modo los más básicos principios de las democracias representativas. O sea, como el autócrata que está demostrando ser: a través del uso de decretos gubernamentales, las amenazas a la prensa independiente, la cancelación de la separación de poderes y la toma de las principales instituciones del Estado que pudieran quedarle, dado que ya ha ocupado casi todas.

La manipulación y la mentira

En su particular huida hacia delante, Sánchez se aprovecha del seguidismo de sus siervos socialistas expresado en el Comité Federal y del desconocimiento de gran parte de la población sobre la mayoría de sus arbitrariedades y sus barrabasadas. Como carece de límites, no tiene los habituales problemas que suele tener el resto de los mortales para seguir empleando la manipulación y la mentira sin que se le caiga la cara de vergüenza. Todo le vale. Y lo que más empieza a preocupar es que no haya nadie enfrente que entienda lo que nos jugamos y la gravedad de los hechos, o que, habiendo supuestamente alguien, no tenga la suficiente fuerza ni las suficientes agallas para enfrentarse al déspota. Y es algo que nos atañe a todos, porque nadie vendrá a impedir lo que ya se cierne sobre nosotros. Porque Sánchez seguirá adelante «con o sin el apoyo del poder legislativo»; o sea, por sus santos cojones. Y con el silencio o el apoyo de sus compinches.