Olatz Barriuso-El Correo

  • El apoyo jeltzale a la iniciativa del PP no es sólo una cuestión de principios, también de supervivencia política

Resulta llamativo que Aitor Esteban anunciara ayer el apoyo del PNV a la iniciativa del PP sobre Venezuela con la coletilla de «si nada se tuerce» y recelando del discurso de diputados «patosos». Un intento de marcar distancias con los proponentes de la iniciativa, pese a respaldarla, en línea con el famoso tuit en el que el mismo portavoz llamaba «torpe» a su homólogo en el grupo parlamentario popular, Miguel Tellado, por afear a su partido, hace sólo unas semanas, que no apoyara la solicitud de comparecencia urgente de Pedro Sánchez para dar explicaciones sobre el papel del Gobierno en la crisis abierta en el país caribeño tras las elecciones del 28 de julio.

El interés de los diputados jeltzales en aclarar que no ha existido una negociación como tal con el PP –efectivamente, en Génova desconocían a primera hora de ayer si su iniciativa iba a salir adelante o no– incide en la misma idea, la de negar por tierra, mar y aire un acercamiento a los de Alberto Núñez Feijóo, y defender la coincidencia en el voto exclusivamente por una cuestión de principios.

Desde hace tiempo, el PNV ha interiorizado que la Euskadi de 2024 no es la misma que encajó sin mayores problemas sus acuerdos con Aznar o Rajoy, que el electorado vasco se autopercibe de izquierdas y que la competencia de Bildu en Madrid les ha reducido el margen de maniobra. Todo ello, junto a la imposibilidad de zafarse del bloque que apoyó la investidura de Sánchez mientras la alternativa pase por Vox, ha llevado al PNV a huir de todo lo que pueda interpretarse como un escarceo con los populares o incluso a exagerar la voladura de los puentes con Génova. Que Esteban dejara caer que sí hablaron este lunes, en cambio, con el PSOE, subraya su interés en recalcar, como trasladaron desde el EBB, que el respaldo «ni nos acerca ni nos aleja» del PP ni «cambia las dinámicas» de bloques –como ya sucedió con el desmarque en la reforma laboral– pese a la enorme carga política de una derrota parlamentaria que subraya el momento de debilidad de Sánchez.

La posición defendida ayer por el PNV deja, guste más o menos, una rendija abierta, aunque sea mínima, a retomar relaciones con Génova en algún momento. Que del texto haya desaparecido la censura a Zapatero habla a las claras de la voluntad del PP de allanar el camino. Además, votar en contra, incluso abstenerse, sencillamente «no era posible», como señala un cargo jeltzale, porque hubiera supuesto traicionar sus propias posiciones políticas, radicalmente contrarias al régimen de Maduro, y haberse hecho indistinguible de EHBildu, que ha jaleado como propia la victoria ‘fake’ del líder bolivariano.

En la decisión adoptada este lunes por el EBB ha sido clave el papel del burukide de Relaciones Internacionales, Mikel Burzako –el cargo de más alto rango de los que participaron en la manifestación del 18 de agosto en Bilbao contra la «dictadura» de Maduro– y la presión interna para que el PNV reclame su sitio frente a Bildu. Cualquier otra posición hubiese provocado una conmoción porque significativos sectores del partido la habrían leído como una claudicación histórica frente al abrazo del oso de las izquierdas más radicales, en una Euskadi unida a Venezuela por fuertes lazos históricos y en la que residen más de 6.500 venezolanos de los que sólo una ínfima parte pudo votar. «Un partido que ha tenido a Agirre y Leizaola en el exilio no podía hacer otra cosa», opina un veterano militante. «Esteban ha ido a rastras, pero menos mal», celebra otro. Queda claro que el voto del PNV no es sólo una cuestión de principios –que también–, sino de supervivencia política para no quedar diluido frente a esos «tics infantiles para parecer más de izquierdas» que Ortuzar ha atribuido al Gobierno que contribuye a sostener.