Nadie debería albergar desconfianza ante una asignatura que tratara de explicar las claves de nuestra convivencia. Otra cosa es que fuera una herramienta eficaz para la formación de ciudadanos. El problema es que a veces hay voluntad de adoctrinamiento en los manuales de Educación para la Ciudadanía; el hecho de que no haya un consenso educativo y que hayan pactado el Gobierno con los enemigos de la Constitución.
La vicepresidenta, María Teresa Fernández de la Vega, expresó ayer en Telecinco su respeto a la sentencia del tribunal que ampara el derecho de una familia de Bollullos a objetar Educación para la Ciudadanía, aunque su respeto estaba teñido de amarga incomprensión. No puede entender que una familia española objete una asignatura «basada en los principios democráticos y en la palabra».
Tratemos de explicarlo. María Teresa Fernández de la Vega visitó el miércoles un colegio público valenciano para marcarse un mitin ante una audiencia adolescente. La vicepresidenta no debía de confiar en la capacidad de su público para procesar ideas complejas y recurrió a una clasificación dicotómica inspirada en la pregunta que Zapatero oyó a sus hijas cuando sólo era candidato: «¿Verdad, papá, que los de izquierdas somos los que nos preocupamos por los demás, mientras los de derechas sólo se preocupan por ellos mismos?»
Como se ve, la niña imaginaria de Rajoy, aparte de contar con la niña virtual de Obama, que la inspiró, también puede hacer relaciones sociales en el mundo real.
Y la vicepresidenta dijo: «Existen dos modelos diferentes: el modelo que representa un presidente de izquierdas, mirando al futuro, que tiene la mirada positiva, que es optimista, que cree en la gente, que cree en los ciudadanos, que cree en los jóvenes, que cree en las mujeres; y otro modelo que representa Rajoy, que es el modelo del miedo, de introducir miedo por todo y desconfianza, y que mira más al pasado que al futuro».
Ya, muy pedagógica, hizo recapitulación: «Y a partir de ahí, los ciudadanos pueden elegir entre el modelo del futuro y el modelo del pasado. El modelo del futuro, lo podéis imaginar, es Zapatero. Y el modelo del pasado, lo podéis imaginar, es Rajoy».
A adoctrinar, a adoctrinar, hasta enterrarlos en el mar. ¿No escribió algo parecido Alberti? ¿O era a desalambrar? Nadie debería albergar desconfianza ante una asignatura que tratara de explicar las claves de nuestra convivencia constitucional. Otra cosa es que fuera una herramienta eficaz para la formación de ciudadanos.
La mayor parte de los manuales son un coñazo y están llamados a provocar en los escolares un grado de entusiasmo cívico parejo al ardor nacional-sindicalista que despertaba en sus padres la Formación del Espíritu Nacional durante el franquismo.
Imaginen que la Iglesia hubiera encomendado la difusión de la Religión al catecismo. Una ruina, oigan. Su acierto fue colgarla de un relato, de la Historia Sagrada, de la Biblia. El relato es la clave de la tradición oral y ésa ha sido la clave de su éxito.
El problema es el adoctrinamiento obligatorio; el doctrinarismo que muestra la vicepresidenta, el hecho de que no haya un consenso educativo y que hayan pactado el Gobierno con los enemigos de la Constitución; el hecho de que, en los últimos 25 años, hayamos tenido cinco leyes de Educación; los puestos de cola que el informe Pisa nos reserva cada tres años, y bajando. And so on.
A veces, hay voluntad de adoctrinamiento en los manuales de Educación para la Ciudadanía. Oigamos a un coautor: «Intentamos jugar el mismo papel que La bola de cristal respecto a los programas infantiles: se trata de introducir en un espacio inesperado una postura muy crítica y muy de izquierdas». (El Correo, 2 de julio de 2007).
«Basada en los principios democráticos y la palabra», dice enfática De la Vega el 5 de marzo de 2008. Pero «las palabras han de estar al servicio de la política y no la política al servicio de las palabras». Lo había dicho el presidente del Gobierno en junio de 2005.
Santiago González, EL MUNDO, 7/3/2008