- Si eso sucede en Europa, en su flanco sur estamos para descambiarnos. El presidente que vegeta en Moncloa intenta engañar a sus socios —bien por el finlandés, que no traga— y quiere que el aumento del gasto por el rearme no se llame rearme, y que la fiesta la pague Europa en deuda mancomunada
Europa no levanta cabeza. La OTAN ha acabado siendo un club de cuñados, que de cuando en cuando reúne a sus líderes para aparentar que siguen vivos, pero su pagafantas ha decidido retirarles la respiración asistida. Junto a la América de Biden, Europa se mostró derrotada por los talibanes, en la irresponsable y vergonzosa salida de Afganistán. Vladimiro se coscó del canguelo e invadió Ucrania, sabedor de que, con un poco de suerte, Trump volvería a la Casa Blanca y les daría su merecido a los holgazanes del viejo continente, incapaces de pagar su propia seguridad y defensa. Así que, desde entonces, los líderes (por llamarles algo que no les ofenda) de la UE se dedican a romper a abrazos el espinazo de Zelenski, pero no mueven un dedo por activar el rearme porque sus opiniones públicas no están dispuestas a recibir a sus jóvenes en ataúdes ante una hipotética conflagración.
Así que, a falta de un gramo de cordura y altura histórica, los de Bruselas se han puesto a revitalizar la inacabada neurona que suman entre todos y han parido un documento visual y sonoro impagable, de esos que cuando los ves sientes un deseo irrefrenable de meterte debajo de la cama y no salir en tres o cuatro lustros. La comisaria de Preparación y Gestión de Crisis e Igualdad de la UE, Hadja Lahbib, —belga tenía que ser— ha grabado un delirante vídeo en el que parece una Mary Poppins de saldo sacando de su bolso un supuesto kit de supervivencia compuesto de agua, dinero en efectivo (¿pero Bruselas no quería imponernos el euro digital para acabar con el cash?), un juego de cartas y una navaja para enfrentarnos a la guerra… de Gila.
Si eso sucede en Europa, en su flanco sur estamos para descambiarnos. El presidente que vegeta en Moncloa intenta engañar a sus socios —bien por el finlandés, que no traga— y quiere que el aumento del gasto por el rearme no se llame rearme, y que la fiesta la pague Europa en deuda mancomunada o con trasferencias a fondo perdido, para que sus socios no le riñan. Por si fuera poco, a Pedro Sánchez se suman otros dos acreditados geoestrategas: Rodríguez Zapatero y Arnaldo Otegi, que están inclinando nuestra balanza diplomática hacia China, una consolidada democracia muy escrupulosa con los derechos humanos, que a no tardar copiará a Putin en lo de Ucrania y hará lo propio con Taiwán. Y, como las desgracias nunca vienen solas, acabamos de reparar en que Javier Bardem, Willy Toledo, Aitana Sánchez-Gijón y, en total, 850 colectivos sociales, están contra la guerra; no les gustan las armas, son la nueva encarnación del Dalai Lama tan poco racializados que les gustaría ser genéticamente compatibles con Obama y Mandela. Esto ya es demasiado para la Europa que soñó Jean Monnet.
Lo sabíamos, pero había que constatarlo con un manifiesto —estos chicos no paran de firmarlos, debe ser una buena trabajera— contra el incremento del gasto militar. Estamos ante una cuadrilla que se hace llamar mundo de la cultura y que no es más que un atajo de hipócritas tardo adolescentes con cuentas corrientes muy poco hippies. A Javier Bardem, uno de los más activos, le gusta silbar Imagine por las montañas de Heidi, sobre todo cuando pilla el jet privado y disfruta de la estación de Gstaad. Y no es su única batalla. Si se trata de defender la cultura ecologista, lo suele hacer según se baja de su vehículo Lincoln Navigator, un utilitario muy ecofriendly, que respeta mucho la descarbonización del planeta. Tanto como los yates que publicita su esposa, Penélope. Ambos, tan pacifistas ellos, demonizan a Israel, pero cuando tienen que parir corren a alquilar una planta entera en el probablemente más famoso hospital judío del mundo, el Monte Sinaí –quizás para esperar a que Pedro Sánchez venga con sus mandamientos.
Los progres son así: viven como marajás y se lavan la conciencia con el detergente de la impostura pública. Bardem pulula por la fascista Hollywood viviendo como Dios, algo mejor que los empleados del restaurante que su familia cerró hace más de diez años, los que denunciaron al clan porque se quiso agarrar a las reformas laborales del pepero Mariano para pagar solo 20 días por año trabajado.
Pues nada, ¡que tiemble Bruselas! Aquí hay una masa crítica del «no a la guerra, OTAN fuera» liderada por Yolanda, Otegi, Junqueras y Bardem, todos ellos equidistantes con Putin, cuatro cínicos a los que les ha venido Dios a ver conque Trump sea una calamidad. A Javier, a Aitana y a Willy solo les gusta una guerra: la civil española, de la que quieren seguir viviendo, explotando su recuerdo, donde la izquierda no usó como armas los pétalos de las rosas —como quieren aparentar ahora— sino las balas, el puño y las espinas.