Del Blog de Santiago González
A veces, nunca es tarde, los periodistas hacen honor a su oficio. El sábado, tras el mitin del doctor Sánchez a la hora del telediario se produjo una de esas ocasiones. Hubo un precedente el sábado anterior, cuando 525 periodistas firmamos un manifiesto titulado ‘La libertad de preguntar’ para protestar por las mañas con que el secretario de Estado para la Comunicación, M.A.O., afortunado acrónimo, manipula las ruedas de prensa telemáticas.
Se repitió anteayer y los medios empezaron a plantarse: El Mundo y ABC, Libertad Digital, Vozpópuli, Esdiario y toda la prensa de Vocento. Oliver se hace fuerte con los adictos: El País, Diario 16, el cadáver de un periódico en el que ahora manda la pobre Talegón; La Buena Onda, emisora de Aldea en Cabo (162 habitantes), Vértigo Político y otros por el estilo. De momento, MAO parece haber dado su brazo a torcer un poquito en su comunicado de ayer y apela al consenso entre los propios periodistas para repartirse las preguntas y formularlas en directo. Lástima que en el último párrafo se exprese con la misma falta de autocrítica que el jefe y sus cómplices: “El despliegue de transparencia informativa que se viene realizando no tiene precedentes en nuestra historia democrática”. “¿Arrepentirse de qué?”, como diría Marlaska.
Y ya que estamos en materia, también Sánchez tenía su Bautista. El ministro Duque fue el profeta que anunció su comparecencia del sábado y con una sentencia que era síntesis perfecta de cinismo y estupidez. El astronauta habló y despejó las dudas. Los viejos, vino a decir, han vivido de prestado: las personas que están muriendo ahora “en otros países habrían muerto antes, por no contar un sistema sanitario como el español”. O sea, que ya les iba tocando. El gran Billy Wilder nos lo había adelantado. Cuando en 1987 le dieron un oscar a toda su carrera, al recogerlo contó que unos días antes había ido al urólogo porque tenía problemas de micción. “¿Cuántos años tiene?” Le preguntó el médico. “81, doctor”. “Ya ha meado usted bastante”.
O sea, que el sábado se instaló en los telediarios el presi con su estilo: vacuo, insustancial y reiterativo. Anunció media docena de veces su intención de “doblar la curva”, se acogió a la autoridad “de los expertos” casi el doble y parafraseó al Kennedy de “no preguntes qué puede hacer tu país por ti”, aunque a Marilyn solo se la parafraseó de verdad JFK, el auténtico. Si Sánchez comparece tantas veces y tan largo es por narcisismo. No repara en que cada rueda de prensa es un escalón más en la cuesta abajo del descrédito. Estuvo optimista ma non troppo. La vacuna, gran fetiche, “se va a demorar todavía unos meses”, anunció, en abierta contradicción con su ministro de Ciencia e Innovación, Pedro Duque, que la víspera anunció su confianza en que la vacuna española estará lista “para antes de que acabe el mes de abril”.
Su cháchara fue una amalgama de oquedades, errores de concepto y tópicos coloquiales. No sabe lo que es el ‘punto de inflexión’, cita a Julio César sin fundamento, (llama ‘pasar el Rubicón’ a pasar la Semana Santa) y anunció que “necesitamos a la Unión Europea para abordar un Plan Marshall comunitario”. Quizá debería aprender que el Plan Marshall no es históricamente una competencia europea: hay que pedírselo a EEUU. Él tenía tres años cuando se firmaron los Pactos de la Moncloa y no puede saberlo, pero Suárez, que era un tipo cabal, negoció con su oposición hasta el último detalle. Puede preguntárselo a Felipe González, que estuvo allí. Se confesó orgulloso, no en tanto que presidente del Gobierno, sino como ‘presidente de este gran país’ confundiendo su cargo con el del Jefe del Estado, otro intento de suplantar al Rey. Hoy, el número de fallecidos por la pandemia rebasará los 13.000. 13.000 españoles que como dirían Pedro Duque y Billy Wilder “ya han meado bastante”. Que lo anuncie Yolanda Díaz, que es la más risueña.