Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Mi muy querida vicepresidenta Díaz ha mordido en blando y no está dispuesta a soltar la presa. El ministro de Economía, Carlos Cuerpo, es uno de los elementos mas capaces del Gobierno -tampoco tiene mucha competencia- y se ha convertido en un elemento muy sólido y presentable, pero su peso político es liviano y es más fácil confrontar con él que con la todopoderosa ministra de Hacienda, que además está un peldaño por encima de Díaz en el escalafón. Por eso ayer le mandó llamar a capítulo, sin preaviso ni plazo. No será fácil que le doblegue, pero al menos demuestra cuál es el orden del poder, o eso cree ella… Aquí hay dos posturas enfrentadas y dos intereses contrapuestos. Díaz necesita un apoyo para erguirse y sacar la cabeza de las encuestas que le pintan en los suelos electorales. En este sentido el eslogan de «trabajar menos para ser más felices» (sic) tiene un atractivo irresistible. Puede que haya algún raro a quien no le importe trabajar, pero todos, sin excepción, queremos ser más felices.
El ministro Cuerpo, por su parte, esta empotrado entre la espada de unos acuerdos de gobierno que le obligan a reducir la jornada y la pared de sus propias convicciones que le alertan de que tal cosa -si al final se lleva a cabo, que ya veremos lo que sucede a lo largo de su tramitación parlamentaria-, hay que hacerlo con mesura y tacto, con cálculo y reposo y concediendo ayudas a las empresas para paliar sus inevitables efectos negativos.
Aunque está obligado a llevarla adelante, no le gusta la idea. Es un compromiso asumido por el presidente Sánchez, quien nos tiene acostumbrados a prometer sin reflexionar. Cuerpo prefiere reflexionar antes de prometer, sobre todo aquello que no quieres cumplir. Por eso, Carlos Cuerpo se empeña en dilatar el compromiso para ensanchar la base del acuerdo, mientras intenta ganarse a la patronal que se defiende panza arriba. En cambio, para Díaz la oposición patronal es un suceso venturoso que afila su perfil progresista y generoso.
Curiosamente, el éxito de la operación no está en manos de ninguno de los dos. La tiene… ¡el de siempre!, nuestro prófugo preferido, Don Carles. Su deporte favorito es fastidiar a Sánchez, que tanto le ha fastidiado a él y además está presionado por la patronal catalana, azuzada a su vez por los poderosos gremios de las pequeñas empresas y de los comerciantes de barrio.
Sin su voto no habrá propuesta, pero siempre quedará claro que ella lo ha intentado y que es el lado oscuro de la fuerza quien ha arruinado su fabulosa idea. Si hace unos días la vicepresidenta contraprogramó la jornada inaugural de las ‘FrancOlimpiadas’, ayer lo hizo con la presentación de los planes de vivienda. A codazos en la foto…