Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
De vuelta de la importantísima e interminable Cumbre de Bruselas, los ministros puestos en pie dedicaron una cerrada ovación al presidente Sánchez. ¿La merecía? La ocasión, sin duda. Hablamos de la mayor cantidad de dinero movilizada por la Unión Europea en toda su historia, lo que demuestra, mejor que cualquier estadística o comentario, la gravedad de la crisis que afrontamos. ¿El resultado merece también un aplauso? Sí. España va a recibir nada menos que 140.000 millones de euros que es una montaña de dinero. Nos llegará más en forma de créditos de lo que esperábamos y menos en forma de subvención de lo que deseábamos, pero sigue siendo una cantidad enorme de dinero.
Además, y por la puerta de atrás, hemos conseguido una especie de mutualización del riesgo por la que habíamos suspirado largo tiempo y que hasta ahora se nos había negado. En efecto, esa montaña de dinero saldrá de los mercados, pero la suscribirá la propia Comisión Europea que será quien deba devolverlo, si es que queda alguien vivo ahí fuera cuando tal cosa suceda. Sin olvidar que es el presupuesto comunitario quien devuelve el crédito con dinero de los países miembros o de nuevos impuestos. Es decir, una parte de lo que nos dan, incluso de las subvenciones, tendremos que devolverlo de una u otra manera. La Comisión no tiene dinero propio suficiente para hacerlo.
En donde no está tan claro el aplauso es en el capítulo de las condiciones. Todo parece indicar que el dinero llegará, pero tendremos que pasar no el control previo de la Troika como pasó en la crisis anterior, pero sí a posteriori. El dinero viene para lo que viene, para lo que el resto de comensales de la Cumbre consideren adecuado y no para lo que el Gobierno califique de prioritario. Parece evidente que asuntos como la reforma laboral o la actualización de las pensiones van a recibir soluciones muy alejadas de los deseos del Ejecutivo. Es decir, esa parte del acuerdo logrado en este largo fin de semana la aplaudo yo, pero no entiendo cómo la aplauden los ministros que apoyaron la partitura que dio pie a la coalición con Podemos u originalidades como el acuerdo firmado con Bildu para asegurar la continuación del estado de alarma. Esos no tienen motivos y, por el contrario, deberían ir preparando sus estómagos para empezar a tragar los numerosos sapos que nos va a ofrecer de menú el malvado Mark Rutte y sus recientes y numerosos aliados.
Puestos a aplaudir, habría que hacerlo a Merkel y a Macron. Sin ellos al frente no veríamos ni un mísero duro. Así que ahora, ¡a cumplir!