IGNACIO CAMACHO-ABC

La clave a medio plazo es si Cs sostendrá la mayoría social de centro-derecha o se inclinará por promover un cambio

LA crisis catalana no ha provocado un vuelco en la política española, pero sí un movimiento de tierras que deja a Ciudadanos en mitad del tablero. Con un PSOE estancado y un PP a la baja, la de Rivera es en la última oleada del CIS la única fuerza en ascenso: atrae apoyos entre electores populares, socialistas y hasta de Podemos, cuya patente deflación disipa el efecto pragmático y conservador del miedo. Falta mucho para las elecciones y quedan por tanto bastantes balanceos; sin embargo parece claro que los próximos comicios van a decidirse en el centro y que Cs, aunque su espuma no siga subiendo, será como poco el factor determinante de cualquier alianza de Gobierno.

El Partido Popular resiste mal que bien sobre una base de hormigón y una estructura de acero. El desgaste de confianza de Rajoy entre sus propios votantes apunta indicios de tocar suelo pero el marianismo todavía no ha cegado el boquete que tiene abierto: en este momento, y después de un trasvase tan fluido hacia Cs –quince puntos en año y medio–, resulta imposible saber si su cubo está medio vacío o medio lleno. Sólo lo aclarará el aliado tradicional de su líder: el tiempo. Sin pistas fiables sobre la continuidad del presidente también es difícil especular con sus eventuales efectos. Una retirada podría tanto frenar la caída como precipitar el desmoronamiento.

Pedro Sánchez no avanza; el repunte tras las primarias se ha quedado en humo pirotécnico. Si bien es cierto que ha adoptado un perfil bajo que impide valorar sus movimientos, también lo es que ya apenas capta votos por su izquierda, y si los capta se le escapan otros tantos por el flanco diestro. No es un activo pujante; está atascado y la ambigüedad del PSC le ha impedido obtener del conflicto de Cataluña suficiente rédito. Aguanta porque Podemos retrocede con Pablo Iglesias despeñado en un declive intenso, pero no se le ve como aspirante con chance, como un presidenciable serio. A menos que se acabe beneficiando de una carambola en la que Rivera ejerza de palanca de lanzamiento.

Ésta es la cuestión clave a medio plazo: si Ciudadanos primará afinidades ideológicas, de modelo de sociedad, o se inclinará por priorizar un cambio. Si respetará la mayoría social de centroderecha que dibuja la demoscopia o le podrá el gen socialdemócrata de su ideario. Se trata de un asunto de suma importancia porque el respaldo que le llega desde los predios marianistas apuesta por el nuevo partido como una solución de continuidad en un mecanismo mental automático. Pero al final, sólo Rivera, cuya relación con el PP atraviesa un momento más que amargo, será el que decida cómo hacer valer su peso parlamentario. Por ahora aspira al liderazgo, pero si no lo logra tendrá que interpretar el sentido de una masa de voto liberal moderado. Y de la manera en que lo haga puede depender el futuro de España en los próximos años.