IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

  • Nuestro futuro depende de la vacunación y de las ayudas de la UE y en ninguno de los dos ámbitos tenemos buenas noticias
Esta semana hemos conocido dos datos fundamentales para analizar la situación económica: el resultado de la EPA y la evolución del PIB en el conjunto del año. Entre ambos nos muestran la ‘primera’ parte del daño infligido por la pandemia. Se lo recuerdo. Más de 620.000 puestos de trabajo perdidos y más de medio millón de personas nuevas en paro. Si quiere una visión más completa, añada las 109.000 empresas que han desaparecido, ahogadas por la marea. Por su parte, el PIB cerró el cuarto trimestre con un 0,4% de avance lo que arroja una caída total del 11%.

Como le digo, esta es solo la primera parte. Luego, quizás en seis meses, llegará la segunda, cuando se acaben los ERTE y desaparezcan las ayudas a los autónomos que pierden su actividad. En total, ya sabe, más de un millón de personas afectadas cuyo destino final no está escrito de momento. También habrá que esperar a que se acaben las moratorias y haya que devolver los créditos concedidos con el aval del Estado. Mucho dinero y muy poca actividad para generar los fondos necesarios.

El futuro inmediato, lo dice todo el mundo incluido el Gobierno, depende del éxito del plan de vacunación. El mediato, del óptimo aprovechamiento de las ayudas que esperamos lleguen de Bruselas. Lo siento, pero en ninguno de los dos campos tenemos buenas noticias. La campaña de vacunación se ha convertido en un nuevo episodio del desastre de gestión que acompaña a la pandemia desde su aparición. En este caso mucho menos comprensible pues aquí no hablamos de un acontecimiento inesperado, si no del desarrollo de algo que ha sido conocido al detalle y su evolución seguida paso a paso y día día.

En el segundo tema tampoco tenemos buenas noticias. El Gobierno consiguió sacar adelante el jueves en el Congreso el decreto que regulará su distribución. Gracias a una insólita conjunción de intereses partidistas, que incluye el agrupamiento temporal de ERC con la derecha constitucionalista y de Vox con el Gobierno social-comunista. Un mal inicio, porque las ayudas no llegarán o no se aprovecharán si el proceso de selección y concesión no se aleja del cálculo gallináceo y electoralista y se acerca a la eficacia y la conveniencia.

La cuestión ha alcanzado su clímax con la salida del ministro de Sanidad del Gobierno y su traslado a la campaña catalana. ¿Tiene sentido que abandone el cargo el mismo día en que se registran tantos cientos muertos, se notifican tantos miles de nuevos contagios y se contabilizan tantas decenas de ingresos en las UCI? El traspaso de poderes fue insólito. Salvador Illa le aseguró a su sustituta que iba a ¡disfrutar! en el cargo. ¿Será posible? ¿Qué mente perversa puede disfrutar de un trabajo en el que debe contabilizar 500 muertos al día y observar una ingente cantidad de esfuerzo y sufrimiento por doquier entre los sanitarios, los enfermos y sus familiares? ¿Fue un ejemplo de imperdonable falta de sensibilidad o es la demostración de que nos hemos vuelto todos locos, con el Gobierno a la cabeza de la demencia?

Otro tema. En la misma semana hemos visto como naufragaba la idea, no reconocida por su autor, del ministro Escrivá para alargar el periodo de la vida laboral como base de cálculo de las pensiones y cómo se sustituía por una revalorización garantizada de las pensiones. ¿En qué quedamos, la sostenibilidad del sistema nos obliga a reducir prudentemente el gasto o nos permite aumentarlo desaprensivamente? ¡Por favor! Para fastidiarlo aún más, la vicepresidenta Calviño que es la esperanza blanca se sumó al desconcierto al asegurar que la acción del Gobierno ha salvado tres millones de puestos de trabajo e impedido un desplome del PIB superior al 25%. ¡Por favor! ¿Se acuerdan que Pedro Sánchez aseguró también que había salvado 450.000 mil vidas con su acertada gestión de la pandemia? Sería risible si no fuera trágico. ¿De verdad que nos merecemos esto?

Lo único cierto es que con vacunas rápidas y generalizadas y con ayudas bien repartidas hay esperanza de que 2021 sea un año de transición, peor aún que el 2019, pero bastante mejor que 2020. Por el contrario, si fallamos también ahí… el tortazo económico y el desastre social van a ser históricos.