Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
En el ambiente flota un denso aroma a cambio político. No son solo los numerosos politólogos que se pasan el día elucubrando acerca del resultado de las elecciones y que forman un club selecto en el que, por cierto, no se pide carné de entrada, ni se exigen méritos específicos. Lo sé porque yo mismo no tengo carné y carezco de méritos y, sin embargo, aquí estoy dándole la matraca. Las encuestas publicadas apoyan esta sensación de cambio. Bueno, menos la de Tezanos que, aunque él opine lo contrario y usted crea que se equivoca, lo cierto es que siempre acierta. La aparente contradicción se explica porque usted piensa que le paga para que adivine el resultado y él está convencido de que cobra solo para ayudar a su jefe y por eso trata de crear una opinión favorable a quien aparece como vencedor.
Bueno, pues aceptemos que Feijóo gana las elecciones y, esto ya es mucho suponer, lo hace de tal manera que puede formar gobierno, con o sin la ayuda de Vox. ¿Que haría? Primero tiene que ganar y para eso debe evitar equivocarse a lo largo de la campaña. El presidente despierta un entusiasmo escaso entre sus prosélitos y un desagrado manifiesto entre sus oponentes. A Feijóo le vale de momento con enfatizar los numerosos errores en los que ha incurrido y las muy abundantes trapacerías que ha cometido a lo largo de sus cuatro años de mandato. La lista es tan larga que no hay manera de acordarse de su contenido integro. Si no fuera suficiente, podría también mostrar el espectáculo dado por sus compañeros de gobierno y el numeroso combo de apoyos externos que ha recibo a cambio del mas generoso riego de dádivas y prebendas que vieron los siglos.
Pero algo tendrá que decir y si se le olvida se lo recordará Pedro Sánchez en el debate y los planificadores de campaña cada día de ella. Como es muy consciente ha empezado a desgranar, con cuentagotas, algunas ideas y, sobre todo, se ha puesto la venda antes de hacerse la herida al anunciar que hará una auditoria de las cuentas públicas al llegar a la Moncloa para conocer su estado real. Una decisión prudente, pues basta con haber visto el maltrato y el sobeteo con que las han tratado para sospechar lo peor. Como le sucedió a Mariano Rajoy, un déficit mayor le cubre las espaldas de cara para no hacer luego lo que dice ahora que piensa hacer.
Se ha comprometido a cambiar algunas leyes absurdas como esas que permiten a una joven de 14 años abortar y cambiar de sexo cuanta veces quiera y hacerlo sin permiso de sus padres, pero no tomarse una cerveza con ellos. Hay más como la famosa ley del sí es sí, pero esa ya ha sido modificada con el apoyo del PP y, curiosamente con la estruendosa ausencia del hemiciclo del propio presidente el día que se aprobó. ¿Estaba en contra de la ley o en contra de su reforma? Otra modificación importante sería la de la ley de educación para impedir que se pueda aprobar sin estudiar, dicho sea con exceso de concisión y una pizca, tampoco mucha, de demagogia.
En el terreno fiscal, mantiene su promesa de reducir los impuestos que gravan a las rentas menores de 40.000 euros, lo que es una idea excelente y ha sorteado con astucia el controvertido asunto del impuesto sobre el patrimonio con su promesa de devolverlo a las CC AA. Una promesa que tiene menos riesgos tras lo numerosos cambios ocurridos en las últimas elecciones que han ampliado su poder regional.
Pero le falta mucho por concretar. Por ejemplo el ritmo de la vuelta a la consolidación fiscal, la postura frente al proceso de transformación energética y el cambio climático, el enfoque y la modificacion –que no será derribo–, del escudo social levantado por Pedro Sánchez, la revisión de las ayudas sociales, la inevitable reforma de la reforma de las pensiones, el posible retoque del apartado ‘laboral’ y otras pequeñeces del estilo. Y tendrá que hacer todo eso sin que se le incendien las calles, para lo cual ya hay muchos acaparando gasolina. Por todo eso tratará de pasar de puntillas en la campaña y hablar más de los líos internos del PSOE y de los externos del mundo situado a su izquierda. ¿Por cierto, alguien es capaz de diferenciar el programa de Yolanda Díaz del de Pablo Iglesias? ¿Qué ha cambiado desde que daban apretados abrazos? ¿Esto va de ideas o de personas? que fácil se lo he dejado, ¿eh?