- ‘Disparen sobre Feijóo’, la campaña estival ingeniada desde Moncloa, se ha convertido en un colorido escenario que evidencia la escasa habilidad de las alegres ministras del sanchismo en el arte de injuriar
Este agosto político ha sido un slapstick de tercera, uno de aquellos filmes de tortazos y trompadas en el que Feijóo le ha tocado asumir el papel de Stan Laurel, el flaco que se llevaba todas las bofetadas. Tantas le han dado que hasta se le ha puesto cara de Díaz Ayuso, especialista en aguantar los guantazos del Gobierno desde hace dos años. El líder gallego empieza ya a conocer cómo se las gasta el socialismo, siempre con la palabra ‘crispación’ en la boca mientras arrea, hostiga, insulta y persigue a la oposición. Norma de la casa. Desde el ‘tahúr del Missisipi’ contra Suárez al ‘doberman’ contra Aznar, la izquierda no ha cesado en el insulto y la calumnia. A Rajoy lo echaron de la Moncloa con tan solo una frase aviesa en una sentencia tendenciosa.
Los voceros de guardia de la Moncloa tan sólo han abierto la boca estos días para proferir insultos contra el gallego tranquilo. Una especie de lapidación verborreica que aterrizaba en los límites del ridículo. La última en llegar, este mismo lunes, ha sido Isabel Rodríguez, con su oratoria torturada, más próxima a una miliciana manchega que a su cargo de portavoz del Ejecutivo. «Insolvencia, inmadurez, cinismo. España le viene grande. Se ha equivocado de plaza».
Pilar Alegría, nueva portavoz de la formación amén de ministra de Educación, ha sido la más insistente en los tortazos, ejercicio que ha compartido con otras grandes oradoras como Nadia Calviño, arrollada por la inflación o una Diana Morant, asfixiada en su propia inepcia. El chapucero Félix Bolaños, consagrado como responsable de tres severos patinazos del Ejecutivo (Reforma laboral, Pegasus y CNI-secretos oficiales) fue más allá al filtrar el acuerdo con Teodoro García Egea sobre mangoneos de togas y puñetas.
La inflación devora los hogares, los recibos de la luz y el gas son una película de terror, la vuelta al cole se adivina un espanto y el otoño llega con los ropajes del monstruo de Dop
En los pasillos de Ferraz se palpa un silencio como de avenida de cementerio, diría Pla. No es la calma del estío. Es un efecto que se instaló en el cerebelo socialista tras el destrozo andaluz. El malestar crece conforme avanza el calendario hacia el superdomingo de mayo. La estrategia de los 800 asesores de Moncloa se considera incierta. El decreto de medidas de ahorro energético es una chapuza impuesto a martillazos. Ahí, en su desprecio a la negociación y el diálogo, Teresa Ribera sí se ha investido como la auténtica excepción europea. La inflación devora los hogares, los recibos de la luz y el gas son una película de terror, la vuelta al cole se adivina un espanto y el otoño llega con los ropajes del monstruo de Dop, la aterradora película de la temporada.
Lapidar a Feijóo puede ser un entretenimiento ameno aunque políticamente ineficaz. Evidencia el nervioismo que se ha instalado en las filas del progreso, una especie de incontrolada tensión que ni siquiera el líder totémico de la tribu, quijada de granito, conciencia de amianto, es capaz de apaciguar. Cuando Sánchez aprovecha su visita a La Palma, la isla mártir, para tachar de ‘intoxicación’ las informaciones periodísticas que avanzan crisis de Gabinete, manifiesta que su pétrea displicencia, su distante arrogancia, empiezan a resquebrajarse. No será candidato a las generales, lo sabe todo el mundo en su partido, pero le fastidia aparecer como un derrotado avant la lettre en este pulso abierto con Feijóo, a quien considera un caciquillo de provincias que no aguanta medio sopapo.
Ha lanzado la operación ‘disparen sobre Feijóo’ por ver si frena su avance y lo ha hecho con tal escasa habilidad que incluso alienta las bromas del nada irónico Bendodo
Los sondeos le contradicen, el clima social le desmiente, los vientos de cambio destrozan esa versión. Ha lanzado la operación ‘disparen sobre Feijóo por ver si frena su avance y lo ha hecho con tal escasa habilidad que incluso alienta las bromas del nada irónico Bendodo, número dos del PP: «Están a punto de crear el ministerio número 23 dedicado tan sólo a insultar a Feijóo». La factoría d Ficción de la Moncloa se muestra incapaz siquiera de repartir un argumentario certero y venenoso para que lo reciten sus candorosas ministras con una cierta solvencia y un relativo entusiasmo. Son todas más sosas que la chica aquella del Euromillón.
Cuando intentan responder los comentarios del inmutable gallego sobre el Falcon, los referéndum ilegales, los impuestos desbocados o el oscuro devenir económico, lejos de herirle, refuerzan su perfil, jalean su imagen, potencian su liderazgo. En su retahíla de disparatadas afrentas han llegado a tachar de ‘extremista’ al presidente popular, algo así como tildar de ‘valiente’ a Marlaska. Ayuso, que también recibió lo suyo, emergió reforzada de de una macedonia de insidias tan desprolija como similar. Nada han aprendido en Ferraz. Ni con penas ni con Alegría.
Feijóo, que robustece la estructura de su partido y ultima sigilosamente las bases de su proyecto político, descuenta sin ansiedad los días que separan al sanchismo del inevitable precipicio.