Gabriel Sanz-Vozpópuli
- No tengo claro qué busca Puigdemont, pero sí que ha empezado la cuenta atrás para las elecciones y que aguantar así hasta 2027 se antoja suicida para el PSOE
No tengo muy clara todavía la dimensión real de la «ruptura» con Pedro Sánchez puesta en escena por Carles Puigdemont este lunes en Waterloo (Bélgica); menos aún esa fantasmagórica moción de censura «instrumental» del PP apoyada, supuestamente, por Vox y Junts per Catalunya, vivir para ver. De entrada, suena a un «o te bajas de la burra y convocas elecciones para acabar con este bloqueo parlamentario o te las convocamos por la vía de los hechos». Y eso sí es un Game Over, por más que, sorprendentemente, haya mucha gente a esta hora repitiendo como papagayos la consigna emanada de La Moncloa y Ferraz: «Nada cambia». ¿Cómo que en nada cambia tener mayoría o no tenerla? ¿En serio?
Uno puede aventurar: ahora dependerá del aguante de Sánchez, que tiene acreditado mucho. Pero, ¿Alguien en su sano juicio puede defender que tener a las Cortes en contra -antes solo el Senado, ahora también el Congreso- no acarrea consecuencias políticas? ¿De verdad que acabar una legislatura sin presupuestos -triste récord-, o ver como este jueves lo más probable es que Junts per Catalunya empieza a mostrar su nueva faceta opositora tumbando la llamada Ley Bolaños de acceso a la carrera judicial, o levantarse cada mañana del próximo año preguntándose si Junts llevará a la Cámara Baja la abortada en febrero petición de cuestión de confianza, de verdad, nada de eso, insisto, perturba la tranquilidad presidencial?
Entonces, ¿Por qué el viernes, aprisa y corriendo, el Gobierno intentó involucrar a Alemania -infructuosamente porque la Cancillería lo ha negado- en un supuesto cambio de postura sobre la aceptación del catalán como lengua oficial en la UE que reclama Puigdemont? Semejante movimiento a la desesperada y con los países Bálticos tan en contra como el primer día -no quieren tener que aceptar en ruso en sus fronteras- me resulta igual de fantasmagórico que esa supuesta moción de censura «instrumental» PP/Junts/Vox de la que todo el mundo habla y nadie ha visto. Y lo primero que suelo hacer en estos casos es tirar de ironía: «No sé, mucho sueño para un adulto», que decía el inolvidable Gila en el chiste del perspicaz comisario dándole un puntapié a un cadáver.
Sánchez no se quedará quieto
¿Tampoco perturba la tranquilidad del PSOE, no digo ya de su impñavido líder, y de esos presidentes autonómicos y alcaldes que se la juegan en 2027, el hecho de que en apenas dos meses, el 21 de diciembre, Selena partido se va a enfrentar en el territorio que siempre le fue más afín, Extremadura, a unas elecciones tras las cuales la actual presidenta, María Guardiola, va camino de revalidar el cargo y dar, sola o con una mayoría PP/Vox, un ciclo de poder que veremos donde y cuándo acaba?
En una cosa sí estoy de acuerdo con todos aquellos que se niegan a admitir que el Rey Sánchez va hoy un poco más desnudo: no es de los que se achanta. Nada que ver con esa escena de la mítica segunda parte de El Padrino cuando uno de los guardaespaldas de Michael Corleone (Al Pacino) susurra al oído a su hermano Fredo (John Cázale) ante el espectáculo que estaba dando su mujer, ebria, insinuándose a todos sobre la pista de baile durante el festejo en la residencia del Lago Tahoe: «Me dice Michael que, o la paras tú o lo hago yo». Fredo baja la cabeza en señal de impotencia y el matón procede a llevársela lejos del público asistente a la comunión del hijo de Michael.
Si algo tiene demostrado con creces el sucesor de Felipe González y José Luis Rodríguez Zapatero es una personalidad audaz, por momentos temeraria. Por eso me resisto a creer que ahora vaya a hacerse un Fredo, que vaya a continuar año y medio al frente del Gobierno como si el adeu de Puigdemont este lunes en directo desde Waterloo (Bélgica) no tuviera consecuencias; sin presupuestos, aguantando derrota parlamentaria sí derrota parlamentaria también semana tras semana y afianzando así ese relato de la catástrofe que siempre beneficia a la oposición, se llame como se llame… Semejante pachorra casará con la indolencia de un Mariano Rajoy, no con el del personaje que le sucedió y que llevamos viendo los últimos siete años en nuestras pantallas.
Dos no «dialogan» si uno no quiere
Recuerden aquella comparecencia para convocar elecciones generales por sorpresa el 23 de julio de 2023 tal que un lunes 29 de mayo; fue a la mañana siguiente del trompazo que se habían llevado los socialistas en las elecciones autonómicas y municipales 24 horas antes. Todo con tal de pillar desprevenido y ansioso a un PP que cumplió a la perfección el papel de villano dispuesto a pactar con Vox al precio que sea, que le adjudicó La Moncloa.
Por eso resulta tan sospechosa, por inane, ese primer ganar tiempo de La Moncloa y Ferraz este mismo lunes insistiendo en que «nada ha cambiado»; que el PSOE y Sumar van a seguir gobernando como si nada porque apuestan por «el diálogo». Dos no dialogan si uno no quiere. Así de sencillo. No me cuadra. En la sala de máquinas del poder socialista: saben mejor que cualquiera que los números en contra de ese discurso oficial son tozudos: 177 votos de la oposición frente a 173 en contra, en el mejor de los casos.
Una cifra idónea para muchas cosas; incluso para presentar una, hoy por hoy, fantasmagórica moción de censura que hasta el PP rechaza, pero sobre todo para que PP, Vox y Junts, hasta hora agua y aceite, empiecen a legislar por la vía de los hechos en los asuntos socioeconómicos que les unen. O para que Puigdemont, si Sánchez insiste en aguantar someta a votación del Congreso que el presidente presente una cuestión de confianza. Ya sé que esa es una potestad intransferible de todo presidente pero, llegados a ese punto, ¿aguantaría los titulares de la prensa internacional -no de la española- diciendo que se niega a acatar lo que dice el máximo órgano de la soberanía nacional? Permítanme dudarlo.
Esta legislatura inane se ha convertido por mor de la tozudez de Sánchez en una larga partida de ajedrez a prueba de nervios; nada que ver con la ansiedad de un parchís -ya saben, como una y cuento veinte-. Y si algo han aprendido sus adversarios -también los internos en el PSOE- es que nada le gusta más que victimizarse: esa moción de censura se convertiría en el inicio ideal de una campaña electoral para mantener un poder ahora amenazado por la fachosfera. Así que, o mucho me equivoco o van a ir a fuego lento; o eso parece.