La invocación al ‘socialismo vasquista’ tiene el inconveniente de asumir que no se es vasco, pues el vasquismo es la búsqueda, el anhelo, de lo vasco predeterminado, por otros, o quizás sólo buscar la apariencia, lo que es peor. Lo importante es ser lo que eres, porque con ello quitarás importancia a los tribunales de pureza de sangre.
Los motivos para la jubilación pueden ser varios, pero el fundamental debiera consistir en no entender nada de lo que ocurre. O al revés, porque otro más importante sería el notar que juegan con uno como si no conociera por los años todas las variables del timo de la estampita. Hay quien debiera jubilarse antes de los 67 y otros nunca, y el hecho de no entender lo de ahora, o entenderlo en demasía, que viene a ser lo mismo, debiera ser motivo inexcusable para hacerlo.
Antes a las cosas se les llamaba por su nombre; se gritaba con cabreo cuando no iban bien. Gritábamos: «La crisis la pague el capital» y «Contra el paro lucha obrera». La cumbre europea sobre tecnología habida en Donostia me ha hecho descubrir lo que cambia todo : «Contra el paro, coche eléctrico». Antes, sin embargo, cuando alguien decía algo coherente le seguíamos, aplaudíamos a la postre los pactos, como el de la Moncloa, acabábamos aceptando cambios de rumbo, aunque de entrada no nos gustasen, el país funcionaba, y nos olvidábamos, según desaparecía la crisis, de nuestros instintos malsanos y revanchistas sobre quién la tenía que pagar. Le seguíamos, porque decía y lideraba algo y la política estaba allí para resolver los problemas.
Previamente a certificar la política de hoy como el arte de los desechos, algunos inmundos, hilvanados mediante un sincretismo radical que en ocasiones se contradice, con una cierta tendencia hacia el caos, desnaturalizándola a la postre, pues en vez de ser el instrumento para dar solución a los retos se ha convertido en un artificio para convertir todo en problema, dejando por ello de ser política, analicemos una cuestión que me preocupa:
Mi amigo Onaindia se despidió del nacionalismo en una deliciosa y humorística Carta a un Nacionalista en la que mostraba todos sus esfuerzos en vida por serlo, alguno muy valiente y meritorio, pero que ni aún así le habían permitido ser nacionalista -cosa que en el fondo agradecía-, porque para ello tenía que ser un manso sumiso. Ahora mi amigo Egiguren, en un sano esfuerzo por hacer el socialismo más de aquí, aboga por el «socialismo vasquista», un intento que, además de vano, como descubriera mi otro amigo, pudiera demostrar, quizás, algún complejo. La invocación al «socialismo vasquista» tiene el inconveniente de asumir que no se es vasco, pues el vasquismo es la búsqueda, el anhelo, de lo vasco predeterminado, por otros, o quizás sólo buscar la apariencia, lo que es peor. ¿Qué hacemos los que nos sentimos vascos?, ¿reducirnos a vasquistas? En el fondo, es la espera del plácet por parte del sanedrín de las esencias identitarias de lo vasco, lo que no hizo Onaindia y otros muchos, y eso nunca se obtendrá. Lo importante es ser lo que eres, porque con ello quitarás importancia a los tribunales de pureza de sangre. Lo importante del socialismo no es preocuparse por su linaje, origen casi siempre de un discurso reaccionario, sino ser útil a la sociedad, que es lo importante.
Es evidente que toca jubilarse.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 16/2/2010