Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 5/6/12
Dentro de poco, de seguir a este paso el desenterramiento de culpas históricas, veo a los miembros de la sociedad El Sitio de Bilbao pedir públicamente perdón porque Zumalakarregi fuera herido de muerte en el sitio de Bilbao. De todas formas, el sitiador de la Invicta Villa tiene una larga avenida que acaba a las puertas de su Ayuntamiento, y la de su libertador, Espartero, desapareció para darle nombre a un líder nacionalista.
Todo esto viene a cuento ante toda esta campaña de rememoraciones dirigida a buscar enemigos de Euskal Herria, que no pueden ser otros que esos malditos españolazos que no nos han dejado ser lo que teníamos que ser. Se va a conmemorar la conquista de Navarra por los castellanos, alaveses y guipuzcoanos al frente y, entre estos últimos, un capitán llamado Ignacio de Loyola, reclamados en el Viejo Reino por una larga guerra civil en la que uno de los bandos llama a Castilla. De no haber sido así, la Navarra de acá formaría probablemente parte de la República francesa, sin autonomía ni nada. No estaría mal. Yo siempre he querido ser republicano, aunque Juan Carlos sea descendiente de los reyes navarros que se fueron a Francia.
Más sorprendente, por nueva, es esa plataforma creada en San Sebastián para culpabilizar a Castaños, Álava, Wellington, y lo podrían hacer también con Lángara y Jáuregui, por el incendio padecido a manos de las tropas antinapoleónicas. La cuestión es echar la culpa a los que hay que echársela, aunque casi todo el mando español fuera ejercido por vascos. Del donostiarra miliciano nacional Bilintx, herido por los carlistas, nadie se acuerda.
Se va engrosando así el listado de culpables que atentaron contra Euskal Herria, sumándose a los de los bombardeos de Gernika y Durango, aunque los cazas que participaron salieran de Vitoria, ciudad que estaba con el alzamiento militar, y qué decir de Pamplona, cuya fecha elegida para la insurrección iba a ser el 7 de julio, San Fermín. Si todo puede ser un desengaño. De no morir, hasta Zumalakarregi habría acabado de jefe de la Guardia Civil, pues lo fue su segundo y amigo, el general Zaratiegi.
Es evidente que el motivo de tanta conmemoración es descubrir culpables trasladando el presente al pasado, como si fuera posible. Pero hay que hacerlo hasta conseguir encubrir la culpa de los que han estado asesinando de la manera más cruel hasta ayer mismo, la culpa de los de ETA. Porque si todos somos culpables nadie es culpable, y así ponernos a la tarea de olvidar lo que no debemos olvidar —el terrorismo de ETA— si no queremos pudrir nuestro futuro. No sé si el que inventó lo de la memoria histórica no se dio un tiro en el pie, porque por procedimiento similar lo que se está legitimando realmente es esta nueva versión de la reacción aldeana que fue el carlismo vestido hoy con ropajes revolucionarios.
Eduardo Uriarte, EL PAÍS, 5/6/12