EL MUNDO – 20/12/15 – JORGE BUSTOS
· En una escala ideológica del 1 al 10, los españoles se ubican en un céntrico 4,5, pero en estas elecciones podrían decantarse más bien por los extremos.
Cuando Aristóteles situó la virtud en el medio no se declaraba centrista. Cuando ubicó el valor a medio camino entre la temeridad y la cobardía, afirmaba una virtud sin ambigüedades, que es la propia de los hombres valerosos. Pero sentó un precedente espacial para pensar lo abstracto. Dibujó el primer mapa de la ética. Y por tanto también de la política.
Casi tres de cada cuatro españoles se ubican entre el centro-izquierda y el centro-derecha según el último CIS. Así ha sido desde la Transición. Pero en la actual campaña electoral los líderes de una izquierda y una derecha más definidas tachan a los centristas de calculada equidistancia a fin de captar el máximo número de votos. ¿Por qué atacar al centrismo si siempre se ha dicho que las elecciones se ganan por el centro? «Es que estas elecciones pueden ser las primeras que no se ganen por el centro», explica Pablo Simón, analista de Politikon. «El centro es una medida oscilante entre el 3 y el 6, en una escala en que el 1 es la extrema izquierda y el 10 la extrema derecha.
España se ubica en el 4,5-4,7, un poquito más a la izquierda, según las encuestas. Sin embargo parece que el 20-D muchos votantes elegirán al PP para distinguirse del centro puro, o a Podemos para alejarse del centro-izquierda». Por eso la estrategia de Rajoy pasa por asegurar la parte conservadora de su electorado, dando por perdido el centro que le arrebata Ciudadanos. Y por eso también parece que pervivirá un partido de nicho tan puro como IU, pues tiene un vínculo muy fuerte con su votante, al que avisa de que Podemos no es de fiar: no es rupturista de verdad.
El centro puede ser muchas cosas. Desde aquel que se declara apolítico al centrista informado, consciente. «Un centrista ateo votará a C’s, y uno creyente más bien al PP. Muchos jóvenes se declaran de centro para evitar posicionarse, para rehuir la polaridad. Valoran sobre todo la transversalidad. El eje que manda ya no es izquierda/derecha sino viejo/nuevo», dice Simón, pese a que los viejos etiquetan incansablemente a los nuevos para fijarlos en el eje ideológico. En política uno no es tanto cómo se presenta sino cómo te presentan.
La formación que según el CIS mejor encarna el centro político hoy en España es C’s. Su líder repite como un mantra el fin de la política alternante de rojos y azules y la apertura de un tiempo nuevo de pacto, una reedición del consenso suarista. Albert Rivera incluso se ha llegado a reunir en los últimos meses con políticos señeros de la UCD para conocer a los experimentados en esa posición tan cuestionada y tan volátil que sin embargo fue decisiva para el advenimiento de la democracia. El suarismo exige un reequilibrio constante: si la izquierda y la derecha se mueven, tú has de correrte también o quedarás desplazado, identificado como marca blanca de PP o PSOE. De ahí que Rivera coseche fama de ajedrecista, más que de ideólogo. A cambio, le acusan de no tener principios y de aliarse con cualquiera con tal de tocar poder. «Yo no creo que Albert sea de derechas; es de lo que haga falta», sentenció Pablo Iglesias en el debate a tres organizado por El País. El líder de C’s explicó el viernes que se abstendrá si no es la lista más votada, y exigirá a cambio medidas de regeneración democrática.
Pero fue el propio Iglesias quien se hizo de lo que hizo falta para diluir ante el electorado su militancia bien documentada en la extrema izquierda. Íñigo Errejón condensó la estrategia de la «centralidad del tablero» en un tuit ya famoso por su redacción críptica: «La hegemonía se mueve en la tensión entre el núcleo irradiador y la seducción de los sectores aliados laterales. Afirmación-apertura». Ante el estupor y la chanza general, el autor trató de explicarlo más tarde en una televisión: «Me refería a la relación que hay entre los sectores ya convencidos que expanden nuevas ideas y la seducción de los que todavía no están convencidos. Hay que afirmar el mensaje propio, pero escuchando y tendiendo la mano. Si uno hace sólo una parte de la ecuación, se restringe, se cierra. Si uno lo que hace permanentemente es abrir y abrir, puede desdibujarse el proyecto. En esa tensión entre una cosa y otra se encarna el interés general». He aquí una declaración diáfana de centrismo estratégico.
La búsqueda del centro desde la izquierda también ha sido una constante histórica del PSOE. Y no hace falta remontarse al Felipe González de Suresnes que rompe con el marxismo; si Zapatero volvió a escorar al PSOE a la izquierda, Rubalcaba quiso volver a la socialdemocracia más ortodoxa, y Sánchez venció en primarias sobre la opción más zapaterista de Madina para volver a presentarse luego como la izquierda moderada alternativa a Podemos. Por no recordar la insistencia del primer Aznar en reivindicar el «centro reformista», o la definición que dio Rajoy tras el programático congreso de Valencia: «Marianismo es centro y mujeres». Tan es así que una de ellas le sustituye en los debates.
Los politólogos usan el parámetro fiscal para definir la ideología de un votante: se le pregunta si es más partidario de subir los impuestos para cubrir el gasto social o de unos impuestos bajos para estimular la iniciativa privada. C’s enarbola ambas banderas sin anteponer ninguna. Sin embargo el criterio territorial altera la percepción: en Cataluña la formación naranja es tachada de derechista por su defensa de la unidad de España, mientras que en Andalucía es tenida por un partido de centro-izquierda que armoniza bien con Susana Díaz. Pero es que el centro en sí mismo carece de contenido: se construye por adición y descarte de ideas sustraídas al viejo almacén zurdo o diestro. Por la izquierda, C’s defiende la laicidad, la legalización de la prostitución y la marihuana, igualar los permisos de maternidad y paternidad y las ayudas fiscales; por la derecha, la unidad nacional, la libertad de mercado o la simplificación de la Administración. Entre otras incógnitas, la etapa que se abre el 20-D servirá para descubrir si España está madura para una tercera vía que no sea flor de una legislatura.
EL MUNDO – 20/12/15 – JORGE BUSTOS