Kepa Aulestia-El Correo

Los acontecimientos han demostrado que Pedro Sánchez estaba en lo cierto al precipitarse a la rúbrica de un preacuerdo de gobierno con Pablo Iglesias. Necesitaba adelantarse a los movimientos que pudieran protagonizar las demás formaciones políticas, a los mensajes de círculos de influencia de la economía, e incluso a las divergencias que surgieran entre los socialistas. Pero aún estando en lo cierto al darse prisa, Sánchez no ha conseguido evitar que afloren todas las críticas y los obstáculos con los que se hubiese encontrado de haberse mantenido más a la expectativa tras el escrutinio del 10-N. Sánchez llevaba razón, pero ahora parece haber vuelto a la casilla de salida. Sencillamente porque no cuenta aún con los votos a favor y las abstenciones que pudieran asegurarle la investidura antes de Navidad. Lo que inmediatamente ha desatado especulaciones sobre la eventualidad de unas terceras elecciones, y un sinfín de hipótesis sobre fórmulas alternativas a las de una mayoría de izquierdas. En cierto modo, ha vuelto a la casilla de salida porque como no cabía esperar otra cosa, ERC ni puede ni quiere darse prisa a la hora de decantarse ante la investidura de Sánchez, de manera que en tanto éste rehúsa presentarse a la elección sin contar con los escaños precisos, es posible que los republicanos le hagan desesperar hasta el último momento. Existe un abismo insalvable entre el estado de opinión que alienta el independentismo en Cataluña y el estado de opinión que en el conjunto de España se inclina por la pronta estabilidad y gobernación del país. De hecho, del mismo modo que ningún independentista se pronuncia abiertamente dispuesto a una moratoria sobre sus postulados para dar inicio a la nueva legislatura, hay toda una corriente liderada por Puigdemont y Torra que no es capaz de disimular sus afanes para que la España constitucional sea una realidad fallida. Este es el problema de fondo de las conversaciones iniciadas el jueves entre PSOE y ERC. Que en cualquier momento el partido de Junqueras, Aragonès y Rufián puede regresar a su particular casilla de salida. Por eso, no se inclinarán hacia la abstención mientras persistan las serias dudas que despertaron los comicios del 10-N sobre la segura victoria de ERC frente a JxCat en unas próximas autonómicas. Elecciones cuya fecha de celebración está en manos de Torra como una espada de Damocles.