Florentino Portero-El Debate
  • Por lo que sabemos, Israel carece de capacidad militar para destruir los bunkers que cobijan las distintas fases del programa nuclear iraní. Solo Estados Unidos podría hacerlo

La negociación entre Estados Unidos e Israel continúa. En la agenda de Oriente Medio la cita más importante en el corto plazo es la respuesta de Israel al masivo lanzamiento de misiles balísticos iraníes sobre su territorio ¿Cuál será su objetivo? El régimen de los ayatolás está siendo derrotado en los teatros de Gaza y El Líbano. El daño infligido es alto y, además, está el componente de la humillación. La infiltración israelí en la contrainteligencia iraní, la facilidad con la que ha decapitado a la jerarquía de Hamás y Hezbolá, su capacidad de ejecutar a dirigentes del Eje de Resistencia en Teherán, la precisión de sus operaciones… todo ello pone patas arriba la estrategia de desgaste trabada a lo largo del tiempo por los dirigentes de la Guardia Revolucionaria y refuerza los vínculos entre Israel y los gobiernos árabes.

Israel quiere aprovechar esta singular situación, en la que tiene la justificación para atacar de manera contundente el territorio de soberanía iraní, para dañar de manera crítica su capacidad operativa. No creo equivocarme si afirmo que la prioridad israelí y árabe es poner fin a su programa nuclear. No tenemos la seguridad de que no hayan alcanzado el umbral militar, de que no dispongan ya de algunas cabezas nucleares. De lo que no hay ninguna duda es de que están muy cerca. El acceso de Irán a la condición de potencia nuclear alteraría el equilibrio estratégico en Oriente Medio y empujaría a las potencias árabes en el mismo sentido, con el consiguiente aumento del riesgo de una conflagración de estas características. Por lo que sabemos, Israel carece de capacidad militar para destruir los búnkeres que cobijan las distintas fases del programa nuclear iraní. Solo Estados Unidos podría hacerlo. Distintos presidentes norteamericanos se comprometieron en su momento a destruirlo si no fuera posible detenerlo por otros medios. De hacerlo, la gran potencia americana podría recuperar la autoridad y credibilidad perdida en la región y fuera de ella, tras las gestiones, manifiestamente mejorables, de las crisis afgana, iraquí y siria. Sin embargo, no parece que las semanas previas a unas elecciones presidenciales y legislativas en Estados Unidos sea el momento más oportuno, en el hipotético caso de que los gobernantes norteamericanos tuvieran interés en adoptar un papel protagonista en Oriente Medio.

Dañar a Irán pasaría también por destruir parte de su infraestructura energética. La venta de hidrocarburos es crítica para el mantenimiento de su economía. Israel podría hacerlo, sobre todo si contara con la colaboración de algunas potencias árabes. Sin embargo, el riesgo de que Irán respondiera atacando infraestructuras árabes o bloqueando el tránsito por el Estrecho de Ormuz, paso obligado desde Kuwait, Bahrein, Qatar o Emiratos, así como desde los campos petrolíferos saudíes situados sobre el Golfo Pérsico, provocaría tal conmoción en los mercados energéticos internacionales que dudo mucho que Israel lo esté considerando.

Sabemos que Estados Unidos ha comunicado a las autoridades israelíes su rechazo a cualquier operación contra las infraestructuras nucleares y energéticas iraníes. Si bien es una tradición israelí actuar con independencia de los consejos, sugerencias o instrucciones de la Casa Blanca, no parece que en esta ocasión vayan a contravenir su voluntad. El foco parece centrarse sobre las instalaciones del propio régimen y de su Guardia Revolucionaria, sobre el núcleo originario del Eje de Resistencia, aunque esta afirmación no deja de ser una especulación. Israel quiere aprovechar la oportunidad, porque es consciente de que en mucho tiempo no tendrá otra semejante. El reto, que lo es también para Estados Unidos y para las potencias árabes, es que el ataque sea lo suficientemente preciso como para ser efectivo, para dañar su capacidad operativa, pero que no origine una espiral de acción-reacción que lleve finalmente a un conflicto regional y a una alteración de los mercados energéticos. ¿Y eso cómo se hace? No nos puede sorprender que la actividad diplomática esté siendo muy intensa. Todos los actores en presencia son conscientes de lo mucho que está en juego.