Tonia Etxarri-El Correo
A la primera votación de su investidura. Isabel Díaz Ayuso logró ayer ser elegida presidenta de la Comunidad de Madrid gracias al apoyo del centro derecha. Esta vez, y a pesar de los reparos escénicos de Ciudadanos y de la intransigencia inicial de Vox, ninguna de las tres fuerzas políticas quisieron desaprovechar la oportunidad de dotar a la capital de España de un Gobierno autonómico de coalición. La alternativa liberal al socialismo se escenificó por tercera vez en el país que quiere gobernar Pedro Sánchez. Después de Andalucía y Murcia. El centroderecha, tras haber comprobado que su fragmentación les ha penalizado en votos en las últimas citas electorales, se ha dado un respiro en Madrid. Aunque el apoyo del partido de Abascal vaya a ser muy crítico y no le vaya a secundar en todo el programa, son conscientes de que allá donde concentran esfuerzos, ganan. Lo pudieron comprobar en Navarra, en donde la coalición ‘Navarra suma’ resultó ser la fuerza más votada aunque luego no haya podido formar gobierno porque la socialista María Chivite prefirió aliarse con los nacionalistas y podemitas, con permiso de EH Bildu.
La política, en pleno siglo XXI, no deja de ser una conquista de poder y un trofeo de territorios. El programa que vayan a aplicar los nuevos gobernantes madrileños será un referente del proyecto que quieren marcar tanto Pablo Casado como Albert Rivera para todo el país. Díaz Ayuso no va a tener un camino fácil. Ha tenido que sortear en las últimas semanas acusaciones que la implican en tramas de corrupción de sus anteriores mentores. Involucrando a familiares que ya no pueden defenderse. El hecho de haberse formado bajo el manto protector de Esperanza Aguirre y Cristina Cifuentes ya la convierten en sospechosa a ojos de la oposición socialista y podemita. Tan dispuestos a restarle credibilidad cada vez que hable de combatir la corrupción. No le asiste ese derecho a perseguir la inmoralidad económica por pertenecer al PP. La izquierda no considera a los populares legitimados para hablar de regeneración. Pueden hacerlo los sucesores de políticos de la trama Filesa (PSOE), los del fraude masivo de los ERE de Andalucía (PSOE), los que se mancharon las manos con las tarjetas ‘black’… Y, cómo no, los socios y herederos del clan de los Pujol cambiando periódicamente de siglas a los sucesivos partidos. Pero al PP no se le permite. La nueva presidenta de la comunidad de Madrid, haga lo que haga, va a tener una legislatura llena de trampas. A juzgar por su discurso de investidura, lo da por descontado.
Estará muy controlada por Vox mientras se dispone a cumplir con la prometida bajada histórica del IRPF. Pero también ha hablado de libertad y de la defensa de la unidad de España. Desde Madrid. Un contrapunto a los focos independentistas en Cataluña y a los planes nacionalistas en Euskadi y Navarra. La nueva presidenta de Madrid ha sido la apuesta personal de Casado. Ella querrá sacudirse el ‘sambenito’ de la tutela del presidente de su partido, y de Faes. Pero será el centro de todas las presiones. Tiene poca experiencia en gestión pública pero pertenece a esa generación del PP que se ha esforzado en liberarse de los últimos vestigios del ‘marianismo’ a base de definición ideológica. El equipo de Casado, con Cayetana Álvarez de Toledo en la portavocía del Congreso, no es que considerara a Rajoy contemporizador o flexible. No. Lo veían tan técnico y gestor que ahora quieren recuperar un perfil más político y definido. Veremos si el Gobierno de Madrid dura.