IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Ayer murieron en España 411 personas por culpa del Covid-19 y la cifra oficial asciende a casi 40.000 aunque las funerarias hablan de 60.000 y temo que la nueva Comisión de la Verdad empapele a Illa y Simón. El lunes, la OCDE volvió a advertir que seremos el país que más tiempo empleará en salir del agujero económico al que nos ha conducido la pandemia. También Mercedes anunció que no renovará el contrato de 500 eventuales y abrió la puerta a despidos en trabajadores fijos en su planta de Vitoria, mientras Tubacex insistía ayer en su plan de reducción de costes que probablemente tenga efectos laborales. Por su parte, la Bolsa, ha subido un 12,24% en las dos últimas sesiones. En qué quedamos? ¿Es todo esto coherente, o se ha vuelto loco alguien?

Pues puede que lo sea. El anuncio realizado por la farmacéutica Pfizer de que su vacuna está casi disponible y será efectiva en un 90% de los casos marca el principio del final del túnel en el que llevamos inmersos desde el pasado mes de marzo y abre una puerta segura a la esperanza. Eso explica la reacción de las Bolsas de todo el mundo, que ha sido más amplia en España por la única razón de que su descenso había sido antes más brusco.

Pero, ¡ojo con el entusiasmo!, esto es el principio de un final que se encuentra aún muy lejos. El túnel es muy, muy largo y durante el trayecto que debemos recorrer leeremos más noticias tipo Mercedes que anuncios tipo Pfizer. La vacuna está a las puertas, ya solo falta que pase los últimos controles de las autoridades, que se empiece a producir en cantidades masivas y que se solucionen las dificultades logísticas de una distribución que, al parecer, requiere una temperatura de -80º, lo que implica que solo los hospitales estarán capacitadas para hacerlo y no los centros de salud aislados.

En cualquier caso es evidente que la noticia es excelente y despeja el panorama para dentro de varios meses. Nos queda el problema de cómo minimizamos los daños hasta entonces. El presidente de la CEOE puso ayer el dedo en una llaga que nos atormenta, producto de una excesiva ideologización de las actitudes del Gobierno. Se quejaba de la generalización de las subidas de sueldos públicos y pensiones, sin tener en cuenta ni la base de partida ni el esfuerzo realizado. Reconocer el mérito y premiar el esfuerzo está en la base de todo. ¿O deberíamos pagarle a Pfizer lo mismo que al farmacéutico de la esquina? De ser así, ¿cree usted que se hubiese tomado la molestia y asumido el riesgo de invertir en el descubrimiento y desarrollo de la vacuna? Tendríamos mucha igualdad, pero no vacuna.