Cristian Campos-El Español
Esta está siendo la campaña de los mitos. Mitos que se tragan sin masticar, sin que nadie explique en qué se sustentan, y que se replican como un meme de TikTok con la esperanza de que la campaña dé un vuelco a favor del PSOE a lomos de unas cuantas volutas de humo coronadas con virutas de éter.
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El primer mito es el de que Pedro Sánchez es el Mbappé de las campañas electorales. En realidad, Sánchez ha sido el presidente del Gobierno con peores resultados históricos en las urnas. Y cuando la campaña se ha centrado en él, como ocurrió el pasado 28 de mayo en contra de la opinión de sus alcaldes y barones, los resultados han sido incluso peores de lo habitual en él.
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El segundo mito es el de que Sánchez es invencible en los debates. Pero Sánchez nunca se había enfrentado a Feijóo en un cara a cara en igualdad de condiciones. Un par o tres de entrevistas en medios «críticos» (de esas que Ayuso o Feijóo conceden cada semana) y un puñado de debates en el Senado, donde el presidente disfruta de tiempo ilimitado frente a su rival, bastaron para construir un relato con los pies de barro. «¡Sánchez debería prodigarse más!» decían sus seguidores.
«En formatos que no admitan réplica» se les olvidaba añadir.
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El tercer mito es el de que el PSOE puede no ya remontar, sino ganar las elecciones.
La realidad es que las encuestadoras de la órbita socialista que anunciaron hace semanas que ya habían acabado sus sondeos (lo que implicaba que no iban a tener nuevos datos hasta el mismo día de las elecciones) han empezado a publicar trackings diarios que le dan un resultado sospechosamente bueno al PSOE. ¿De dónde salen esos nuevos datos?
Hablo con un colega de otro diario nacional. «Huele a orden de Moncloa para contrapesar las encuestas que les dan un mal resultado».
Cuando aparecieron las primeras encuestas que le daban a Feijóo un resultado por encima de los 150 escaños (el que le permitiría gobernar en solitario), los medios sanchistas contraatacaron con sondeos que reducían su ventaja sobre el PSOE a 2-3 puntos. Es decir, dentro del margen de error de un sondeo convencional.
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La táctica no es nueva. Un solo ejemplo. Una semana antes de las elecciones del 28-M, el PSOE puso el foco en el Ayuntamiento de Madrid al considerarlo el eslabón débil del PP. Una victoria inesperada de la izquierda en Madrid habría permitido amortiguar parcialmente la derrota en el resto del país.
El 22 de mayo, sólo seis días antes de las elecciones, un diario cercano a Ferraz publicó un sondeo con el titular Almeida no es Ayuso. Retiene Madrid pero la izquierda queda cerca.
El resultado es conocido. Mayoría absoluta de Almeida (29 escaños por 25-27 del sondeo mencionado), y cero para Podemos y Ciudadanos, a los que la encuesta daba posibilidades con una horquilla de entre cero y tres escaños (ambos sacaron cero).
El sondeo advertía: «El resultado dentro de las horquillas presentadas dependerá de si Podemos-IU-AV y Ciudadanos logran el 5% del voto válido». No lo consiguieron (de hecho, Ciudadanos quedó llamativamente lejos de ese 5%), pero la idea de que la victoria de la izquierda era factible en Madrid sobrevoló los últimos días de la campaña.
Precisamente aquellos en los que una buena parte de los electores deciden su voto.
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El problema de haber puesto el CIS al servicio del sanchismo es que cuando Tezanos ha sido incinerado por la realidad y sus sondeos se han convertido en motivo de mofa, la Moncloa ha exigido que otros voluntarios forzosos ofrezcan su reputación en sacrificio al dios de los relatos. Es una táctica estrictamente putiniana (sacrificar carne de cañón en masacres insensatas hasta que el enemigo agote la munición) que dejará secuelas durante años en el escenario político español y que quizá se lleve alguna que otra carrera profesional por delante.
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Este lunes por la noche ocurrió algo extraño en EL ESPAÑOL. El diario publicó una encuesta en su web en la que se preguntaba a los lectores por el ganador del debate. Este tipo de encuestas, que todos los medios hacen tras un debate como este, no es ni por asomo tan fiable como un sondeo profesional, pero sirve para tener una idea aproximada de la percepción de los lectores.
La encuesta empezó arrojando resultados que encajaban con lo que todos habíamos visto por televisión (un 85% de los lectores daba como ganador a Feijóo, por un 15% que daba como ganador a Sánchez). Pero al poco tiempo, los resultados empezaron a equilibrarse. En poco más de una hora, la encuesta arrojaba un 50-50%. A las 2:00 de la madrugada, Sánchez ya superaba a Feijóo por 61-39%.
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Sólo cabían dos opciones. O todos los simpatizantes de Feijóo se habían ido a dormir mientras los de Sánchez continuaban dándole al botón, o alguien estaba intentando manipular los resultados de la encuesta.
La opción correcta, por supuesto, era la segunda.