Cristian Campos-EL Español
 

Si alguien quiere saber de qué lado está España en la guerra entre Israel y Hamás, que no busque más: del lado de Erdogan. Es decir, del equivocado, para no perder el hábito.

«España es el único país de Occidente que no se mantiene en silencio ante los crímenes contra la humanidad de Israel en Gaza» ha dicho el presidente turco, uno de esos autócratas posmodernos cuyos regímenes suelen ser calificados por la prensa gubernamental, esos mbappés del eufemismo, como «autoritarismo electivo».

Porque ahora a los dictadores se los elige democráticamente, ¿lo sabían ustedes? Pero sólo si reman a favor de Hamás, el Kremlin, Irán, China o las narcodictaduras hispanoamericanas. Si no, son dictadores de ultraderecha. Como Javier Milei, que ya lo es (dictador de ultraderecha) sin haber promulgado todavía su primera ley.

Pero esta columna va de antisemitismo.

Lo regurgitó recto la nueva ministra de Infancia y Juventud, Sira Rego, el pasado 7 de octubre. «Palestina tiene derecho a resistir». Lo dijo no días después del ataque terrorista de Hamás, sino en tiempo real. Mientras los terroristas palestinos todavía asesinaban, secuestraban, torturaban y violaban en el sur de Israel a cientos de hombres, mujeres y niños israelíes.

Lo hizo, eso sí, adornando el tuit con una foto falsa, porque lo terrorista no quita lo macizo. Y es que el terrorismo no sólo tiene la razón moral, sino también la estética. Si no te convence el asesinato, te convencerán los brazacos. Es el terrorismo instagram de Sira Rego. ¿Cómo van a ser malos si están para mojar pita?

Por suerte, todavía no existía Twitter el 11 de marzo de 2004. De haber existido, Sira Rego habría tuiteado que «el islam tiene derecho a resistir tras siglos de ocupación española de Al-Andalus». Y eso mientras los forenses de la Policía Nacional todavía andaban recogiendo cadáveres. Los mensajes de la nueva ministra de Infancia y Juventud hay que consumirlos calientes, porque pierden las vitaminas si se enfrían.

Que haya llegado a ministra una defensora de Lenin que hace apenas mes y medio andaba jaleando a los carniceros de Hamás explica por qué el Gobierno español ha sido calificado por la prensa israelí como el más antisemita de la UE.

Quizá haya contribuido también la afirmación de Sánchez, en su discurso de investidura, de que Israel está ejecutando «una matanza indiscriminada» de palestinos en Gaza. En Gaza «y también en Cisjordania», donde no hay ninguna operación militar en marcha.

Pocas operaciones militares menos indiscriminadas que la que está llevando a cabo el ejército israelí en Gaza conocerá el presidente. Pero a Sánchez nunca hay que suponerle ideología cuando lo suyo puede ser siempre explicado por puro cálculo. Esa frase estaba destinada a complacer a sus socios de Gobierno, todos ellos, declaradamente antisionistas, que es el chubasquero que luce el nuevo antisemitismo.

A Sánchez, en realidad, le da igual Benjamin Netanyahu que Ismael Haniyeh.

«Justo antes de llegar a Israel y reunirse con las familias de los secuestrados», ha publicado el Yedioth Ahronoth, el diario más leído de Israel, «el presidente del Gobierno español nombró ministra de Juventud e Infancia a Sira Rego, una política de origen palestino que justificó la masacre del 7 de octubre y niega las atrocidades de Hamás».

«Una política española que defendió la masacre del 7 de octubre, nombrada ministra de Juventud» titulaba el Times of Israel

No habrá ayudado a despejar esa imagen de gobierno más antisemita de Europa la ocurrencia de visitar Israel para decirle al presidente del país que acaba de ser víctima del mayor atentado terrorista de su historia que las víctimas palestinas son «insoportables». Hombre, eso que se lo diga Sánchez a Hamás, que es el que esconde sus arsenales y a sus terroristas en hospitales, escuelas y mezquitas

Tampoco habrá ayudado a limpiar esa infamante etiqueta el hecho de que el Gobierno español haya estado tonteando con la visita al kibutz de Beeri, uno de los escenarios de la masacre ejecutada por los terroristas palestinos. 

El martes 21, esa visita estaba incluida en la agenda del presidente, y así lo decía la Agencia EFE. 

Al día siguiente, la visita había desaparecido de la agenda del presidente. Nuevamente, la Agencia EFE informaba de ello. 

Captura de pantalla de la agencia EFE.

Captura de pantalla de la agencia EFE.

A las pocas horas, la visita había vuelto a ser incluida en la agenda del presidente.

Captura de pantalla de la agenda del presidente de este jueves 23 de noviembre.

Captura de pantalla de la agenda del presidente de este jueves 23 de noviembre.

¿Qué ocurrió en estas 24 horas de idas y venidas al kibutz Beeri? Que Israel informó al presidente de que, sin visita al kibutz, ya se podía ahorrar el viaje. 

Eso en lenguaje diplomático, claro. 

Dicho de otra manera, «o ves con tus propios ojos las paredes manchadas de esa sangre que tu gobierno considera justamente derramada por la ‘resistencia palestina’ o no hay visita». Una visita que, recordemos, no le aporta nada a Israel y que sólo le conviene a Sánchez por motivos de política interna.

Negarse a visitar el kibutz con la excusa de que eso impedía a Sánchez llegar a tiempo a Ramallah para su reunión con el presidente de la Autoridad Nacional de Palestina, Mahmud Abás, fue sólo la segunda torpeza con la que el Gobierno español se coronó ayer en Jerusalén como país si no enemigo, sí hostil a Israel. 

Y de ahí el gesto del presidente durante su reunión con Netanyahu. Porque a falta de esa escenificación de desprecio que suponía el rechazo a la visita al kibutz de Beeri, Sánchez tuvo que demostrar su posición «discrepante» poniendo la misma cara que puso el rey Felipe VI durante la jura de los nuevos ministros. La que no puso el propio Sánchez cuando se reunió, por poner un ejemplo, con Mertxe Aizpurua.

En el pecado lleva en cualquier caso la penitencia. Porque durante su visita al kibutz de Beeri, el presidente escuchó las sirenas que suenan en Israel cada vez que «los resistentes palestinos» lanzan una andanada de cohetes. Por lo visto, la cara del presidente fue muy parecida a la que le había puesto a Netanyahu horas antes. Pero por motivos diferentes.