Todas esas mudanzas se han hecho con el único objetivo de escapar a la persecución policial. Con ellas han conseguido sobrevivir, pero a costa de ir perdiendo capacidad de acción, convirtiéndose en una organización terrorista paulatinamente más débil.
Unos mil kilómetros, aproximadamente, separan la localidad portuguesa de Óbidos, en la que ETA había instalado una fábrica de explosivos, de Bayona, la capital del País Vasco francés. Mil kilómetros que reflejan la necesidad de la banda terrorista de alejar cada vez más sus infraestructuras para escapar de la persecución policial.
Durante décadas, el País Vasco francés fue la cómoda retaguardia de ETA en la que los terroristas se movieron como pez en el agua: construyeron grandes zulos, disfrutaron de infraestructura cómoda a pocos kilómetros de la frontera que les permitía entrenar a los nuevos reclutas, cobrar la extorsión, descansar entre atentado y atentado, celebrar asambleas o dirigir la banda desde las casas de Bayona, Hendaya o San Juan de Luz.
Las peripecias que ha sufrido el aparato logístico de ETA en los últimos años son el mejor exponente de las dificultades crecientes de la banda, que se ha visto obligada a llevar las instalaciones imprescindibles para el mantenimiento del terrorismo cada vez más lejos de su retaguardia tradicional. El taller de falsificación de documentos, por ejemplo, estuvo funcionando durante una década en un piso de Bayona, hasta que fue descubierto por la policía en el año 2000. Desde entonces ha tenido que ir cambiando de sitio. En el 2007 se desmanteló ese taller de falsificación en Champs sur Marne, a 800 kilómetros de Bayona. Todo el material se encontraba en una furgoneta con la que dos etarras iban de piso en piso por los alrededores de París.
El taller de fabricación de componentes electrónicos estuvo durante otra década, bajo la dirección de Ignacio Santesteban, Einstein, ubicado en las localidades de Ciboure, primero, y de Guiche, después, a un tiro de piedra de Bayona y la frontera. Desmantelado en el año 2000, ETA tuvo que abrir un nuevo taller lejos de la frontera, en Chatellerault, cerca de Poitiers, a casi 500 kilómetros de Bayona.
Otra instalación clave, la fábrica de explosivos de ETA, funcionó desde 1990 hasta el 2004 en la localidad de Saint Michel, junto a la frontera con Navarra, pero al ser descubierta por la policía los etarras tuvieron que irse de nuevo lejos del País Vasco francés. Así, la nueva instalación fue localizada el 1 de septiembre del 2007 en Cahors, a 400 kilómetros de Bayona. Pero ni así se libran de la presión policial, por lo que se han visto en la necesidad de irse todavía más lejos, hasta Portugal.
Todas esas mudanzas se han hecho con el único objetivo de escapar a la persecución policial. Con ellas han conseguido sobrevivir, pero a costa de ir perdiendo capacidad de acción, convirtiéndose en una organización terrorista paulatinamente más débil.
Florencio Domínguez, LA VANGUARDIA, 10/2/2010