José Alejandro Vara-Vozpópuli

  • La cárcel es su ambiente, le dijo Aznar. Cerdán ya está entre rejas. Hay desesperación en Moncloa. Dispuestos a todo

Sánchez está herido y cabreado. Le han tocado donde más duele, la familia y un horizonte entre rejas. Tras la imputación de su esposa, hace un año y tres meses, se enclaustró cinco días para preparar su respuesta a semejante osadía. Diseñó un plan para enmudecer medios y maniatar jueces. El Plan de Acción por la Democracia y la Ley Begoña, dos instrumentos legales propios de regímenes despóticos que avanzan lentamente en sus trámites parlamentarios. Incómodos vestigios del Estado de Derecho. Todo se andará.

Cuando lo de Begoña, Sánchez puso en circulación una serie de sortilegios semánticos manoseados sin tregua por las cacatúas sincronizadas y los ministros de la jauría. Fango, bulo, pseudomedios, internacional ultraderechista… Estas jaculatorias gozaron de relativo éxito, ahora ya casi apagadas. Solo tres o cuatro botarates, como Óscar López o los pregoneros de TVE se empeñan en esgrimirlos ante la general rechifla del respetable.

El estallido de la mugre que circulaba por las venas del PSOE desde antes incluso de su retorno a la Moncloa ha producido una escena inesperada. El número dos del partido está en la cárcel. Un anuncio de lo que viene. Lo predijo Aznar en el congreso del PP: «Si negocias presupuestos en prisión, te asocias con presidiarios y pactas una amnistía con delincuentes no te extrañe acabar en la cárcel, porque es tu ambiente». Sánchez no disimuló su ira ante su comité federal:  «Este tipo dice que mi ambiente es la cárcel, cuando tiene siete ministros imputados por causas de corrupción». Se le fue la mano en el número de enjaulados (ningún ministro del PP en activo estuvo en el trullo) pero no en la rabia.

Cárcel, palabras mayores. Si Sánchez decidió eternizarse en La Moncloa luego de comprobar lo acolchado de sus sofás y lo estupendo del Falcon y la Mareta, ahora tiene otra causa por la que luchar: la de que ni su esposa ni él arriesguen un sólo día en la misma condición que Cerdán, su perrito fiel que le salió bucanero.

Luego le toca el turno al Poder Judicial catalán, en negociaciones ya con el forajido de Waterloo. Diplomacia con barretina no hace falta porque ya tienen a ese falderillo de Albares, más bobales que las margaritas lesbianas Chytilova

Dado que Bolaños se está demorando en las leyes del blindaje, es preciso ‘amorrarse aún más al pilón’ de sus socios para evitar contratiempos. Sin los liliputienses periféricos estaría ya muertito, como se comprobó en el pleno de la corrupción que, de haber sido cuestión de confianza, habría perdido. Los carroñeros de Frankenstein detectan la debilidad de la presa y aprietan en el chantaje. «Tenemos que aprovechar el tiempo que nos queda», dijo Rufián, ese carroñero ejemplar.

En ello están. Consumada la autoamnistía, a la espera de lo que decida el TJUE, toca ahora el cuponazo catalán, que supone la quiebra del sistema actual de financiación y la consagración de los privilegios fiscales de los que más tienen sobre los que menos. Puro socialismo igualitario. Luego le toca el turno al Poder Judicial catalán, en negociaciones ya con el forajido de Waterloo. Diplomacia con barretina no hace falta porque ya tienen a ese falderillo de Albares, más bobales que las margaritas lesbianas de Chytilova. Y finalmente el referendum de autodeterminación, que Puigdemont ya lo tiene acordado, salvo el nombre que se le pondrá para quizás camuflarlo, aunque falta ya no hace. Una Cataluña independiente en todo menos en seguir mamando de las ubres del Estat espanyol. Decía Vicens Vives que los catalanes «no hemos sido lo bastante fuertes para labrarnos nuestra propia historia: he aquí la gran tragedia colectiva». Ahora ha dado con el elemento fundamental para lograrlo.

Puteros y machorros, corsarios de lo público, yonquis de lo ajeno. Ahora, además de herido y cabreado, está inquieto. Siente una rara aversión por las rejas. La UCO avanza, los jueces también.

Sánchez tiene tan claros los pasos como el objetivo. Hasta el 31 en la Moncloa (centenario de la República) y más allá. Las elecciones del 27 no serán tales, sino un plebiscito sobre el Estado plurinacional contra la ultraderecha xenófoba. Torre Pacheco como laboratorio de lo que viene. Marlaska en la final Wimbledon mientras retiene a la Policía para que aquello arda. Como en la Dana.

Ayuso dio el lunes la señal de alarma, con un lenguaje encendido, muy adecuado a los tiempos que corren: «Nuestra Constitución nunca previó que un tirano se colara en la Moncloa. Vendrá el referéndum de autodeterminación o directamente la independencia de Cataluña y el País Vasco por decisión del Consejo de ministros.Tenemos un presidente que ha enloquecido y está dispuesto a todo».

No ha enloquecido. Siempre fue así. Un maleante. Desde las mentiras sobre su doctorado (y el máster de la doña) a sus pucherazos en las primarias pagadas por los puticlubs de don Sabiniano, pasando por la banda de corsarios que seleccionó para su gobierno y partido. Puteros y machorros, corsarios de lo público, yonquis de lo ajeno. Ahora, además de herido y cabreado, está inquieto. Siente una rara aversión por las rejas. La UCO avanza, los jueces también. Europa es un buldozer. Tan sólo la caverna secesionista le ampara. Esos escaños que le mantienen a flote, esos votos que evitan una caída inevitable. Es su último refugio. El hundimiento será atroz. Ojo con el Pedro (le gusta, como a Auserón, que le llamen perro, será por el son) que está malherido y muerde. Aunque a Pedro flaco…