Jesús Cacho-Opinión

«No tiene el control de la situación y está a merced de las filtraciones que acabarán con él más pronto que tarde»

 

El 14 de junio de 2001, la CNMV ordenó la intervención de Gescartera dando inicio a lo que, con el paso de los meses, se convertiría en el primer gran caso de corrupción del Gobierno de José María Aznar, entonces con mayoría absoluta. La noticia, que aquel día pasó casi desapercibida para el gran público, cobró vuelo de escándalo político de primer orden cuando el 12 de julio del mismo año presentó la dimisión de su cargo un tal Enrique Giménez-Reyna. El entonces secretario de Estado de Hacienda había tenido la mala suerte de que su hermana Pilar figurara como presidenta (más bien de cartón piedra) de una sociedad de gestión de carteras manejada a su antojo por su fundador, un delincuente confeso llamado Antonio Camacho, un tipo que estafó cerca de 20.000 millones de pesetas a miles de personas (físicas y jurídicas) mediante un esquema Ponzi de libro, un fraude piramidal como un castillo. Giménez-Reyna presentó su dimisión cuatro horas después de aparecer en tv asegurando que no lo haría. La juez Teresa Palacios terminó exculpándolo y sacándolo del sumario (después de haberlo tenido como imputado), pero su carrera ya estaba acabada. La izquierda política y mediática se lanzó sobre el caso con inusitada dureza. Aquello era caza mayor contra el Gobierno Aznar. Giménez-Reyna, hombre de brillante currículum académico y profesional que rehusó aferrarse al cargo, terminó muriendo víctima de un escándalo que arruinó su vida.

Los casos que cercan al presidente hubieran provocado la dimisión de cualquier Gobierno

Asombra el comportamiento de Giménez-Reyna a la luz de los escándalos que engarza como cuentas de un rosario el Gobierno Sánchez. Cualquiera de los casos de corrupción que cercan al presidente hubiera provocado la dimisión de cualquier Gobierno en cualquier democracia digna de tal nombre. Pero, al contrario que el antiguo secretario de Estado de Hacienda, uno de los mayores expertos españoles en derecho tributario, ninguno de los que rodean a Pedro tendría donde caerse muerto en caso de tener que abandonar la política. Claro que en 2001 España todavía era una democracia. Una democracia con los agujeros negros del texto constitucional ya identificados, pero una democracia a pesar de todo. Hoy, España es una autocracia controlada por un sátrapa. Uno de esos “bandidos de la política” que decía Clarín (“la heroica ciudad dormía la siesta”) en el XIX. Un aventurero que logró hacerse con el partido tras haber sido expulsado del mismo por indeseable. De los cuatro personajes que en 2016 recorrieron España a bordo de un utilitario visitando las agrupaciones socialistas, tres (ÁbalosKoldo y Cerdán) están hoy con un pie en el banquillo y con muchos boletos para acabar en la cárcel. Sobrevive a trancas y barrancas el jefe. El capo terminó haciéndose con el partido, el partido se hizo con el Gobierno y el Gobierno se ha hecho con el Estado. Y tras siete años de concienzuda destrucción de contrapesos, él y la banda que le rodea siguen utilizando a su antojo las instituciones de ese Estado para afianzar su poder con el respaldo de los enemigos de la España de ciudadanos libres e iguales.

Lo que esta semana hemos conocido sobre el funcionamiento de las cloacas socialistas es algo entre inaudito y aterrador al tiempo. Nos gobierna, en efecto, algo parecido a un grupo mafioso, una organización criminal. La jefa de una de esas letrinas es una santanderina cuya torpeza solo es comparable a su audacia.

Leire Díez: “Yo soy de abreviar mucho esto, no necesito a todo el mundo ahora, ¿vale? No necesito a todo el mundo: necesito a Balas…”
Vale, ahora, ¿qué me ofrecéis…? Pregunta desde Dubai el empresario en apuros de quien la doña de Vega del Pas quiere conseguir información letal para acabar con la carrera del teniente coronel Antonio Balas, jefe del departamento de Delincuencia Económica de la Unidad Central Operativa (UCO). Un hombre señalado, acosado y amenazado por investigar el entorno de Sánchez. Después de ocupar el Constitucional con un “servant”, dividir a la judicatura y anunciar cambios legislativos (caso de la nueva Lecrim) que acabarán por cerrar el dogal sobre la independencia de los jueces que un día deberán juzgarlo, Sánchez quiere eliminar a la Guardia Civil (tras haber desactivado al Cuerpo Nacional de Policía), pretende cerrar la UCO, de cuyas investigaciones se sirven los tribunales para encausar y juzgar a los malhechores. Como ha escrito Jiménez Losantos, “si el GAL de Felipe González trataba de acabar con la ETA matando terroristas, el de Sánchez busca acabar con la Justicia liquidando a la Guardia Civil. No es una diferencia menor. El resto, idéntico”.

Nos gobierna, en efecto, algo parecido a un grupo mafioso

A estas alturas caben pocas dudas de que Sánchez Pérez-Castejón es el Lucky Luciano de esta Sicilia capital Madrid, el jefe del grupo mafioso, el capo di tutti capi, enemigo declarado de la democracia española. En realidad nunca las hubo. Documentos gráficos aparecidos estos días certifican que Sánchez mantiene relación fluida con Leire Díez («Si Balas está muerto, mejor») al menos desde agosto de 2011, del mismo modo que hay constancia de que la locuaz señora mantiene línea directa con el Presidente del Gobierno. Todo en España pasa por la mano del Padrino. Nada se mueve sin su visto bueno. Y este miércoles hemos tenido constancia escrita de que él y su lugarteniente Santos Cerdán lideran la operación para conseguir información comprometedora de los investigadores de la UCO que han puesto a su amada esposa y a su hermano con un pie en el banquillo. Para neutralizarlos. Para destruirlos. “Esto es Pedro Sánchez, directamente con Cerdán, con Santos Cerdán, y directamente con Leire. Y además hay muy poca gente adicional que tenga la información y así va a seguir”. Quien lo revela es Pérez Dolset, uno de esos turbios personajes que florecen en los arrabales de los países cuando el Estado de Derecho se convierte en un vertedero de basura.

Tipo cuya soberbia se compara con su inteligencia (150 IQ), Dolset creó una compañía tecnológica (ZED Worldwide) con el respaldo financiero del Grupo Planeta. El negocio fue mal y su fundador acabó con los huesos en la cárcel por una denuncia que se demostró falsa. A su salida, y tras comprar los archivos encriptados del famoso comisario Villarejo (otra enmienda a la totalidad de la calidad de la democracia española) y adquirir una firma para desencriptarlos, Dolset aseguró a quien quiso escucharlo que dedicaría su vida a acabar con José Creuheras (presidente del Grupo Planeta y la corporación Atresmedia) y con Mauricio Casals (presidente de La Razón y adjunto a la presidencia de Atresmedia). Desde hace años, se ha convertido en un fontanero más del PSOE en busca de apoyo en los tribunales para sus problemas con la Justicia. Y la elegante Leire le atiende y le da carrete. A Dolset, a Alejandro Hamlyn y a cualquier sinvergüenza en apuros dispuesto a ayudar a ocultar la delincuencia socialista. “Te ayudaremos”. “Yo te siento con la Fiscalía”. A eso se dedica hoy el PSOE, a tales menesteres se pliega el Gobierno de España. Alguien ha escrito que más que fontaneros, Pedro tiene expertos en aguas fecales trabajando diariamente en la fosa séptica de Moncloa.

Pedro tiene expertos en aguas fecales trabajando en la fosa séptica de Moncloa

Pero Pedro ha perdido el dominio del hecho. Ya no es dueño del relato y lo sabe. No tiene el control de la situación y está a merced de las filtraciones que acabarán con él más pronto que tarde. Como en los grandes naufragios de la historia, las ratas son las primeras en abandonar el barco y poner su culo a salvo. El Gobierno ha entrado en un proceso de autodestrucción, de descomposición acelerada que el partido, como ocurre siempre en situaciones apuradas, contribuirá a agravar con su torpeza y sectarismo. Sensación generalizada de hundimiento dentro del PSOE, por encima de algunas declaraciones que producen vergüenza ajena (“Nos suda la polla; vamos a aguantar lo que sea, salga lo que salga y se destruya lo que se destruya”, palabras textuales de un ministro a un redactor de esta casa). Hay quien sostiene que la escandalera diaria a la que estamos asistiendo no es concebible sin la intervención tras las bambalinas de algún servicio de inteligencia. Sorprende, en este contexto, las declaraciones del encargado de negocios de Israel en Madrid (“mi Gobierno aún no ha respondido con revelaciones de Pegasus”). La vanidad del personaje Sánchez levantando la mano ante la comunidad internacional en demanda de un liderazgo imposible, en lugar de recluirse en Madrid y pasar desapercibido, podrían dar vuelo a esa sospecha. “Como no creo en las casualidades, hay que intuir que algo está pasando en las sentinas que desconocemos, algunas manos se están moviendo en la sombra. Y estoy convencido de que saldrán más cosas y más graves”.

A pesar de la escandalera, sigue siendo tan difícil como siempre imaginar al personaje disolviendo las Cortes y convocando nuevas generales para que el pueblo español decida. Estamos en manos de un psicópata. Su situación es tan apurada, el horizonte penal tan oscuro, la amenaza de la cárcel tan cercana, que va a intentar resistir a toda costa. No se trata de aguantar por aguantar, sino de esperar el prodigio, asistir al milagro. De momento bracea como el ahogado tratando de llegar a la costa de un verano que ya está al alcance de la mano, la gente pensando en las vacaciones, la playa, y en septiembre Dios dirá. Eso sí, con crisis de Gobierno antes de cerrar la tienda, para intentar tomar aire de cara a la vuelta. Ninguna posibilidad de que alguien de la casa le haga entrar en razón. El PSOE es un paisaje de tierra quemada. “¿Qué desgracia es, qué desgraciado vicio es este de ver a un número infinito, no obedecer, sino servir; no ser gobernados, sino tiranizados? Sufrir el pillaje, las crueldades, no de un ejército, no de una banda de bárbaros, contra el cual y ante la cual podrían derramar su sangre y dejar la vida, sino de uno solo, y no de un Hércules o un Sansón, sino de un homúnculo y, con frecuencia, el más vil y afeminado de la nación”, escribió en un lejano siglo XVI Étienne de La Boétie en su “Discurso de la servidumbre voluntaria”. Casi siete millones de españoles afectos a la servidumbre voluntaria del yerno de Sabiniano. En eso estamos.

Las ratas son las primeras en abandonar el barco y poner su culo a salvo

Y si él no se va, que no se irá de buen grado, cabe la posibilidad de que lo tumben los socios. Nada que esperar de un PNV dispuesto a chapotear en la corrupción sanchista hasta el infinito mientras el capo, vía PSE, le asegure el control total de una sociedad vasca moralmente arrasada, y poco o nada de un Puigdemont cuyos intereses con el sátrapa son “muy sólidos y poderosos”, aunque a Junts le ha salido en Sílvia Orriols (Aliança Catalana) un enemigo tan formidable y en tan acelerado crecimiento que tal vez le convenga mover pieza anticipadamente. Pero hay un hombre en una posición privilegiada para asestar al zangolotino un golpe maestro, en lo que sería un caso de suprema y sublime venganza a cuenta de las humillaciones recibidas, y ese hombre se llama Pablo Iglesias Turrión. De hecho, Podemos es el único partido de los socios parlamentarios que sostienen al Ejecutivo que tendría mucho que ganar en caso de adelanto electoral, dado el estado comatoso en que se encuentra ese invento llamado Sumar que Pedro se sacó de la manga para poder gobernar en coalición con Yolanda después de haber despedido con cajas destempladas de Moncloa al matrimonio Iglesias-Montero. ¿Echar a un Gobierno de izquierdas para dar paso a otro de derechas? Difícil de asumir para los cafeteros del viejo leninismo, por muy potente que sea el argumento de un Podemos liderando la lucha sin cuartel contra la corrupción sanchista. Hay, sobre todo, un argumento personal, una motivación humana, demasiado humana: la posibilidad de la pareja citada de entronizarse de por vida al frente de un partido capaz de recoger todo el voto a la izquierda del PSOE. Y a vivir que son dos días. En espera de que Yolanda siga cociéndose en su salsa, habrá que seguir de cerca los resultados de la cumbre de la OTAN, 24 y 25 de junio, en La Haya, donde Sánchez podría verse obligado a asumir el compromiso de dedicar el 5% del PIB español (80.000 millones) a Defensa. Artillería pesada para un demagogo de la elocuencia de Iglesias. Muchos y discretos movimientos orquestales en torno al líder de Podemos estos días. Atentos.

La alternativa es la servidumbre o el exilio. En realidad, todo el arsenal legislativo que este Gobierno, aparentemente desahuciado, ha puesto en marcha (el proyecto de reforma de la Ley de Enjuiciamiento Criminal que pretende otorgar la instrucción a los fiscales; la modificación del acceso a la carrera judicial para que, por la puerta de atrás y sin oposiciones, los juzgados se llenen de “jueces del pueblo”; la reforma del Estatuto del Ministerio Fiscal, toda esa serie de encargos que maneja el sacristán Bolaños, más el asalto a los centros de poder económico —con los cobardes del Ibex escondidos—, con las eléctricas acollonadas, con el Banco de España ocupado por otro “bandido” que también pretende eternizarse, con la famosa OPA intervenida porque sí, con la certidumbre de que cada vez somos más pobres, cada mes es menor el poder adquisitivo de las familias españolas frente a la media de la UE), todo eso, digo, solo es concebible en alguien que pretende eternizarse en el poder, que no piensa ceder el gobierno ni aun en el caso de perder unas elecciones, porque a ningún dirigente demócrata en su sano juicio se le ocurriría alfombrar el camino para que un Gobierno de distinto signo le hiciera la vida imposible en la oposición. Lo cual viene a cuento de que debemos prepararnos para lo peor. Lo ocurrido ayer, tremendo sábado de miseria, con los wasaps manipulados del capitán Bonilla de la UCO, es indicativo del grado de desesperación y locura, esto sí puro fascismo, que se ha apoderado de Sánchez y su banda. Ministros como Óscar López o Marichús Montero propalando la especie de un compló de la Guardia Civil para atentar contra el presidente. La Sexta (¡ya te vale, Antonio!) rectificó ayer mismo y pidió disculpas. El Gobierno no lo ha hecho. Y vendrán cosas peores. Veremos cosas que nos helarán la sangre. No se trata de ganar o perder unas elecciones, sino de sobrevivir como nación. Porque en 2027 puede que ya no haya un país que gobernar, sino una gran red mafiosa a la que servir en silencio. Por eso, dígalo Feijóo o su porquero, la elección es clara: mafia o democracia.