TENGO dudas sobre el sentido jurídico del auto que los magistrados del Supremo dieron a conocer el lunes denegando la libertad de Jordi Sánchez. El escrito incluye una serie de consideraciones sobre la injusta resolución del tribunal alemán que ha puesto en libertad a Carles Puigdemont. La decisión alemana no tiene recurso y eso da al escrito español un desagradable aire de rabieta que no creo que favorezca la suerte final de la posición española ni ante el tribunal alemán que ha de decidir sobre el delito de malversación ni ante el Tribunal de Luxemburgo que tal vez pudiera corregir la resolución alemana.
Además en el auto, que quiere presentarse como una minuciosa crónica del asalto separatista, hay al menos dos importantes errores. Para demostrar a los jueces alemanes que hubo una violencia suficiente se dice que, a pesar de la oposición de la autoridad, el referéndum del 1 octubre se celebró. Que hubiera un referéndum es la más impresionante entre las fake news del Proceso. Como insinuaron incluso algunos de los observadores pagados por la Generalidad ni hubo dos millones de votos ni fueron tramitados en las mínimas condiciones democráticas. El periodismo tiene una cuenta pendiente con esa grosera mentira separatista que probablemente solo saldará la historia. Y es insólito que los jueces utilicen pro domo sua esa falsificación.
El auto incluye otra frase considerable: «[Los separatistas, incluido Jordi Sánchez] camparon a sus anchas durante el período 2015-2017». La frase es cierta. Pero de mención peligrosa en el auto. No solo el Gobierno fue indolente ante el Proceso. También la Justicia. Basta recordar con qué vacilaciones actuó el Constitucional en los días previos al 9-N; lo que hizo el fiscal de guardia el propio día de autos (el impertérrito Ulled dijo que no ordenó detenciones porque no podía identificar a los cabecillas) o la cortesía fiscal, casi genuflexa, que recibió Artur Mas en un juicio que ni siquiera abordó los delitos de prevaricación y malversación. La mención al campar a sus anchas de los procesados solo refuerza una opinión extendida en Europa: si hubo tanta indolencia reactiva, es que el Proceso no fue para tanto. Una opinión que dispone de argumentos hasta el último día. Al fin y al cabo el acusado por rebelión, el prófugo, se fue a tomar unas tapas a su pueblo al día siguiente de proclamar la República sin que autoridad alguna, ni policial ni política ni judicial, ordenara su detención inmediata.
No me parece que el Supremo estuviese obligado a reforzar, aun oblicuamente, los argumentos de los jueces alemanes. Y por dramática extensión tampoco los de los presuntos criminales nacionalistas que luchan por eludir el castigo.