IGNACIO MARCO-GARDOQUI-EL CORREO

Llevamos ya meses con la misma tendencia. Cada vez que se publica una nueva previsión de cualquier variable económica, hay que ajustarlas. A peor. Ayer le tocó el turno al Gobierno vasco que, tras acusarnos a todos los cenizos de derrotistas inoportunos, se ha visto también obligado a reducir, nada menos que a la mitad, el crecimiento previsto para el año que viene. Veremos qué dice la próxima vez y ojalá que esta rebaja haya sido la definitiva.

El/los culpables están perfectamente identificados y son bien conocidos: Vladímir Putin, su trágica guerra, su impacto sobre los precios de la energía y el consiguiente frenazo de la actividad; la subidas de los tipos de interés y a renglón seguido el encarecimiento de toda la financiación, etc. Ya sabe que en esto somos todos muy comprensivos. Cuando las cosas van bien es mérito nuestro, ya que somos los mejores; y cuando se tuercen, la culpa es del ‘entorno’ que nos agobia. Y como el entorno insiste en agobiarnos, pues no nos queda otra que revisar a la baja todo lo bueno e incrementar al alza todo lo malo.

¿Todo? Bueno no, todo no. Para hacer frente a las consecuencias, el Gobierno vasco va a proponer unos Presupuestos que batirán todos los récords de gasto. Vamos, como el resto del mundo occidental. Pero como la recaudación va muy bien -es curioso que la inflación sea el mayor cáncer de la economía y, a la vez, el mayor benefactor de las arcas públicas-, y tenemos remanentes abultados de los Presupuestos anteriores no consumidos en su totalidad, romperemos la hucha para usarlos, incrementando moderadamente el endeudamiento y sin tener que recurrir a una mayor presión impositiva. No haga mucho caso de esta última afirmación, pues tal y como están las cosas en este país puede suceder cualquier cosa.

El lehendakari Urkullu hizo un prudente llamamiento a «ser muy responsables» con la fiscalidad y a «medir muy bien» las consecuencias de las medidas que se adopten. Está muy bien, pero ¿qué dirá si esa apelación a la responsabilidad termina por obligar a todas las comunidades autónomas a pactar una mayor uniformidad de tipos, como pretende el Gobierno central? Imagino que entonces recordaremos eso tan socorrido de que los vascos ‘vamos a nuestro aire en materia fiscal’. Pues si es así, igual es mejor no recetar a nadie la medicina que no estamos dispuestos a ingerir… Aunque solo sea para no encrespar más los ánimos. ¡Que los veo muy exaltados!