FUNDACIÓN PARA LA LIBERTAD 05/06/14
SERGIO GUTIÉRREZ
Si la Monarquía es una institución más simbólica que racional, no podían haber elegido peor efeméride para reencontrarse públicamente El Rey y su Heredero.
Ambos han coincidido en la celebración del Capítulo de una Real Orden fundada por el nefasto Fernando VII hace justo 200 años, y que lleva el nombre de un príncipe que se rebeló contra su padre y acabó siendo decapitado. Fatal analogía.
Pero al margen de estas torpezas -que nos hacen intuir lo precipitado de la decisión de abdicar- me gustaría expresar mi opinión ante el aparente fervor republicano desatado en los últimos días: En primer lugar, señalar que el Rey no es Rey por gracia divina. El Rey es Rey porque la Soberanía Nacional, el Pueblo, así lo quiere. Y Felipe VI ( o Felipe VIII si somos justos con el Reino de Navarra) será Rey sólo si así lo deciden las Cortes Generales. Y no tengo ninguna duda de que así lo harán.
De igual manera, las Cortes Generales pueden decidir reformar la Constitución y Proclamar la República; pero dicha reforma debe hacerse a través de los cauces legalmente establecidos para ello, articulados en la propia Constitución (y no a través de otras vías que simple y llanamente serían un golpe de Estado).
Me siento Republicano. Creo en la meritocracia, y aspiro a una forma de gobierno mejor que la actual. Más aun, teniendo en cuenta la trayectoria de la Casa Real en los últimos diez años, que ha hundido el prestigio de una institución que debería ser ejemplar en todos los niveles. Pero también creo en la Monarquía como instrumento para lograr la cohesión, la paz social y una madurez democrática que aun no tenemos. Confío en la institución como garante de la seguridad jurídica, del prestigio de España en el exterior, y, lo más importante, en su capacidad para salvaguardar los derechos constitucionales de todos los españoles.
Y ahí, es donde entran mis dudas. Creo que una República no va a solucionar nuestros problemas, sino que nos mataríamos por ver si ponemos de Jefe del Estado a uno de los nuestros. Los españoles estamos llenos de ira y de sectarismo; no admitimos los matices ni la heterodoxia. Tenemos que ser del Madrid o del Barsa, de izquierdas o de derechas, de Apple o de Google.
Por eso, cuando escucho a Cayo Lara, diciendo que debemos elegir entre Monarquía o Democracia (como si en Holanda, Noruega, Reino Unido, Dinamarca o Suecia no hubiese Democracia), pienso en contestarle que la calidad democrática no depende de la forma de Gobierno, y que lo que de verdad es urgente es alcanzar consensos para reformar nuestro Estado Social, para que los valores supremos del ordenamiento jurídico sean alcanzables por todos: Libertad, Igualdad, Justicia y Pluralismo Político. Pd. Si al final proclamamos la III República, propongo que tengamos una bandera rojigualda, al igual que en la I República, que sea la de todos los españoles, y de paso corregir el error histórico de vincular el color morado con los Comuneros de Castilla.