No hace falta detener a más artistas para camuflar los líos legales de Begoña y su cuñado. Las trifulcas de la derecha se encargan de animar la función y colmar los titulares.
No era el lechero. Era la policía de Marlaska. Irrumpió hace veinte días en los ensayos del Malinche y se llevó a veinte becarios mexicanos a comisaría. Allí les quitaron los móviles, los disgregaron por diversas salas y los retuvieron diez horas. Veinte días después, esa misma policía, dirigida por un comisario Carba, ya famoso por polémicas actuaciones previas, detuvo a Nacho Cano, autor, productor y director del espectáculo en cuestión. Amén de proclamado admirador y amigo de Isabel Diaz Ayuso. Dos semanas se tomó la autoridad desde la redada teatral de los jóvenes meritorios a la inaudita acometida contra el artista. Ese mismo día, la UCO (que tanto jalean los bolaños cuando alivia de sospechas a Begoña) entraba en la Diputación de Badajoz, registraba el despacho del hermano de Pedro Sánchez. Se llevó el ordenador y algunas carpetas por orden de la juez Beatriz Biedma, titular del juzgado número 3 de Badajoz. Las coincidencias no existen y más si el ministerio del Interior está por medio.
Los becarios de Nacho Cano han denunciado a los agentes por posibles delitos de coacciones y falsedad en documento oficial. Repasar las declaraciones de los chicos sobre los interrogatorios anima a pellizcarse el colodrillo sin lograr asumir que estas cosas ocurran en una democracia de la UE. Que si explotación laboral, que si Cano abusaba, que si acosos sexuales, amenazas de deportación… todo el repertorio de un policial serie muy B.
Sólo salen en defensa del hermano músico ciertos socialistas del lugar, con explicaciones sicalípticas, y algún vocero de Ferraz y de Moncloa que apenas conocen el asunto y lo lían más y más
Enorme despliegue de ruido para camuflar la tormenta que envuelve al hermano del presidente, David Gómez (Azagra), un asunto judicial que se adivina bien dirigido y mejor encauzado. Un director de orquesta sin orquesta, con un contrato público que jamás cumplió, con una residencia en otro país, con dudas razonables sobre su declaración fiscal, con un patrimonio importante de origen desconocido y sin haber dado explicación alguna al respecto. Sólo salen en su defensa los socialistas del lugar, con explicaciones sicalípticas, y algún vocero de Ferraz y de Moncloa que apenas conocen el asunto y lo lían más y más.
Las réplicas del volcán Begoña
Ruido para envolver las continuas réplicas del terremoto Begoña, con sonoros cimbronazos en el frente de la Universidad Complutense, en el que ya aparecen señalados el rector y dos vicerrectores por la chapuza casi olímpica tanto del máster inaudito de la modesta bachillera como del software que la ilustre dama registró irregular y taimadamente a su nombre.
Tantas molestias con Nacho Cano por parte de este impulsivo comisario para arrebatar horas de la tele de Intxaurrondo cuando apenas era necesario, porque ya venía Vox al rescate. La cumbre de los menas servía en bandeja todo el estruendo necesario para que el foco informativo se orientara hacia la ultraderecha, que ha protagonizado un divorcio de los que acaparan portadas y titulares.
La ruptura de Abascal y Feijóo ha entoñado en el baúl de los recuerdos la escena de la semana, y del mes. María Begoña Gómez Martínez sentada ante el juez, sin apenas balbucear una respuesta más allá de un ‘no’ y con cierto aire de culpabilidad que envuelve a quienes evitan dar explicaciones a la autoridad judicial. Era la contra imagen de la hasta ahora conocida, su llegada a los juzgados protegida por doscientos policías (otra vez el Cuerpo), drones, lecheras y hasta un helicóptero, por si se terciaba una huida de película. Un suponer. Las últimas andanzas de Begoña y su cuñado, al rincón. Se han evaporado de los medios, desbordados ahora con la actuación de Abascal y su enfurruñado orfeón, que han roto con el PP por un desencuentro sobre los menas.
Seis años lleva ya gobernando el PSOE y no ha sido capaz de diseñar ni una maldita página razonable sobre la inmigración, asunto que no le da votos y que molesta de forma notable a sus socios xenófobos de Cataluña. En la reunión de este jueves en Tenerife, Junts y ERC mostraron a las claras que no admiten ni uno de esos menores en su republiqueta, que la quieren limpia de gente de fuera, pura de sangre, de estirpe inmaculada, incontaminada de mezclas con razas inferiores, como diría aquel racista obtuso Torra que parece que fue president. A Puigdemont tampoco le agrada abrir ‘sus’ fronteras y exigió a Cerdán el control de la cuestión migratoria en aquellos pactos de investidura del gran narciso.
¿Qué pasa con la ley de Extranjería, ministra Rego, tan parlanchina y tan inoperante, con ese tono de tertuliana escocida? ¿Cuando moverá un dedo para justificar su sueldo? Con la reciente normalización de medio millón de inmigrantes no se resuelve un caso de dimensiones crecientes. Ni tampoco con el reparto de 400 menas por las plazas de España porque aún hay 6.000 por colocar, y otros 11.000 que ya están llegando. Sobre estas cuestiones, salvo el ministro del tito Berni, titular del ramo migratorio, nada dicen los socialistas, que solo abren la boca para exigirle ahora a Feijóo que reniegue de los acuerdos que sus gobiernos regionales firmaron con la gente de Vox.
Le basta a Sánchez con que ‘la ultraderecha’ vuelva a lo suyo, se enrede en disputas y trompadas, se lance los trastos al occipital y acapare los titulares que los pufos inescrupulosos de Begoña y el músico reclaman
No había hecho falta el numerón de Marlaska contra Nacho Cano para esparcir neblina sobre los episodios de corrupción que atenazan a la familia de Sánchez. Bastaba con esperar a que Vox, henchido de Orban, arrojara el guante sobre la mejilla derecha de Feijóo y anunciara el divorcio en los ejecutivos regionales que hasta ahora comparten con enorme entendimiento y no mala gestión.
Para nada necesita Sánchez ese ejército de asesores que desbordan los despachos del Ala Oeste, enfebrecidos con los sobresaltos cotidianos de los affaires de Begoña y con los arracimados embustes del Berstein de Badajoz, que, dada su filiación censal y fiscal en Portugal, se supone que dirige con telebatuta. Apenas requiere ya el verbo atropellado y necio de Bolaños, algo encogido desde su chapuza de la amnistía. Ni siquiera necesita que Óscar Puente arroje la Renfe de todos contra el espectáculo de Malinche, una venganza espídica y renegrida, cual es la norma del capo de esa casa. Le basta al gran narciso con que ‘la ultraderecha’ vuelva a lo suyo, se enrede en disputas y trompadas, se lance los trastos al occipital y acapare los titulares que los pufos inescrupulosos de Begoña y el músico reclaman. «No puedo ocultar mi alegría y mi felicidad», declamó desde Washington, enormemente satisfecho al comprobar que los halitósicos affaires de su señora abandonan el primer plano del guion.
En la España sanchista, cuando de madrugada llaman a la puerta ya no es el lechero. Ni cuando ensaya un grupo de meritorios teatrales es el apuntador. Pero a la vista de cómo anda el lado diestro del tablero político, Marlaska puede aflojar la tensión y decirle a su amable comisario que, por el momento, deje en paz a los artistas. Ya no es necesario montar lío. Vox se encarga de ello.