TEODORO LEÓN GROSS-ABC
- La percepción de una estrategia diseñada con metrónomo era tentadora, pero hora a hora aumenta la certeza de que esto no cuadra
Algo no cuadra. Lo sucedido no tiene sentido. Incluso para un político de trayectoria a menudo reinventada con audacia a contracorriente, esto no cuela. Ha de haber algo más detrás de esa fuga de cinco días, con un argumentario sentimental no ya inverosímil para un tipo que mea hielo, sino además ridículamente absurdo para justificar una crisis en una de las pocas democracias plenas del ranking de ‘The Economist’. Sánchez, tan celoso de su imagen internacional, después de años trabajándose los laureles como faro de la socialdemocracia europea, no podía ignorar lo que su gesto iba a provocar: sospechas sobre un escándalo familiar de corrupción (lo de Begoña Gómez, como ha explicado la mujer de Nick Clegg, incendia un Gobierno al norte de los Pirineos) y burlas por su truco teatrero apelando al amor. Un editor senior de ‘The Economist’ lo ha bautizado como «drama-queen», sambenito demoledor. La tramoya teatrera de la operación no ha pasado inadvertida para nadie, desde ‘The Guardian’ o ‘Der Spiegel’, rebajada, eso sí, a telenovela…
El miércoles, cuando el presidente sacó su carta con una redacción nivel 1º de la ESO, no había nuevas informaciones sobre su mujer, le sonreían los sondeos en Cataluña, la estabilidad de su mayoría no corría peligro… ¿Qué sucedió que él no podía contar a su gabinete de confianza, a ninguno de sus ministros, a la nomenclatura de Ferraz y ni siquiera a ella, a la que quiso ocultar su motivación bajo una espesa capa retórica de sentimentalismo barato?
Fuese lo que fuese, Sánchez ha necesitado varios días para rehacerse de ese miedo paralizante. De momento ha probado a sacarse los focos de encima tirando del manual básico del populista: atacar a los jueces y la prensa prometiendo a las ‘tricoteuses’ de las redes que verán rodar cabezas. Gideon Rachman, en su ensayo sobre la nueva era de perfiles políticos autoritarios, enfatiza que medios y tribunales son «un blanco habitual» para este tipo de líder al que irrita toda institución independiente que no controle y que cuestione su autoridad. En definitiva, mal que pese a los firmantes del manifiesto de la vergüenza denunciando «golpismo judicial y mediático», en España sólo hay un golpismo: el golpismo de efecto. En el fango, nadie supera a Sánchez. Ya tiene a medio país entretenido encendiendo sus antorchas contra ropones y plumillas. La percepción de una estrategia diseñada con metrónomo era tentadora, pero hora a hora aumenta la certeza de que esto no cuadra. Hay algo improvisado, desajustado, absurdo y hasta ridículo, más allá del aquelarre impúdico de su tropa en Ferraz, con María Jesús Montero escenificando la transformación del partido en una secta enajenada. Han tenido que sacar a destajo el sondeo más delirante de Tezanos para darle algún empaque a la mentira del clamor social. Sólo hay algo seguro: algo lo bloqueó una semana atrás. ¿Qué era? El narcisista irredento ha construido un drama para ocultar, una vez más, la verdad.