Santiago González-El Mundo
Los últimos sondeos sobre las elecciones catalanas arrojan un pronóstico coincidente. No sólo por los resultados, que también, sino por la errónea y común interpretación de los mismos, a saber: que los votantes constitucionalistas alcanzan a los separatistas.
Efectivamente, si sumamos las previsiones de ERC, JxC y la CUP, el de Metroscopia arroja un 46%, exactamente lo mismo que el bloque constitucionalista, integrado por Ciudadanos, PSC y PP. Dos objeciones. La primera es que la suma de ERC y la lista de Puigdi, JxC, prevé según las entrañas de la oca un porcentaje de votos del 40,1%, seis décimas más de lo que tuvieron en las elecciones de 2015, cuando iban coligados en la candidatura de Junts pel Sí. Después de tanto ridículo, tanta discapacidad política, intelectual y moral, el honorapla electorado catalán aumenta su apoyo a la mengua en seis décimas, ver para creer.
La cosa mejora si sumamos al bloque de la Constitución el 6,7% que la encuesta atribuye a En Comú-Podem, pero «hace falta estar ciego,/ tener como metidas en los ojos raspaduras de vidrio,/ cal viva,/ arena hirviendo», escribió Alberti a propósito de otros asuntos, para inscribir a la absurda alcaldesa de Barcelona entre los constitucionalistas, por no hablar de Iglesias, claro.
No es sólo la cosa cuantitativa, vayamos al concepto: ¿qué quiere decir bloque constitucional y en qué medida es operativo ante las inminentes elecciones catalanas? Un hipotético acuerdo poselectoral para la mayoría parlamentaria es imposible. El PSOE ha demostrado que sólo hay un partido a quien tiene más inquina que a la peña de los golpistas, y es Ciudadanos. No llega a tanto, pero empuja, el PP, basta leer las opiniones de Montoro en el lío del Cupo. Pedro Sánchez, ese campeón de hermenéutica, ha prometido que no votarán a los independentistas, ni tampoco a la derecha y que Ciudadanos “es la media naranja del PP”.
Vayamos por partes: su abstención es la mayoría de ERC. El pobre Iceta, tercero en las encuestas, considera que está en posición de ser elegido, pero es porque cree que todos son como los socialistas cántabros, dispuestos a votar al tercero y ahí está Revilluca, aupado en el PSC (de Cantabria) y en su pandereta de anchoas. Iceta prefiere tácitamente a Martita Rovira, esa desasistida criatura, que a una mujer de verdad, que tiene demostrado el don de la palabra.
Si uno estuviera censado en Cataluña, votaría a Inés Arrimadas. No por fervor, sino por descarte y en legítima defensa. Una vez superada la adánica tontería de Rivera de haber sido el primer partido en pronunciarse contra la desigualdad del Cupo, es preciso reconocer que esta semana en el Congreso, han sido los únicos en defender con su voto la igualdad de los españoles ante la ley.
Sánchez reprochaba el sábado a Colau haber caído del lado equivocado, el del secesionismo. Él empezó, al aupar a Colau a la alcaldía de Barcelona, a Carmena a la de Madrid, Ribó a la de Valencia, a Kichi a la de Cádiz y así sucesivamente. Como dice el gran Boadella “el gran responsable no es Jordi Pujol y su tropa de mafiosos. El gran responsable es el PSC, que abandona su posición, su genética socialista y a partir de ese momento empieza el desastre para Cataluña.” Y para España.