Quien promete el oro y el moro debería perder todo crédito entre nosotros. La democracia no es perfecta, tampoco el sistema de elección. Pero éste admite mejoras que si no se llevan a cabo es porque a quienes están en el poder ya les va bien que todo siga igual.
Cataluña, por ejemplo, es la única comunidad autónoma sin ley electoral propia porque a la mayoría nacionalista le conviene que siga como está para no dejar de serlo. Se puede entender que Barcelona pague a la Generalitat el 32% más de lo que recibe de ella, pero no que obtener un escaño barcelonés cueste más del doble que uno leridano. ¿Qué decir de la distorsionada distribución de escaños del sistema electoral español? Por ejemplo, Más País tiene hoy tres escaños con medio millón de votos, mientras que Bildu tiene cinco con menos de la mitad. Y Teruel Existe luce uno con menos de 20.000 papeletas.
Trump logró el apoyo de 304 compromisarios frente a los 227 que consiguió Hillary Clinton, quien, sin embargo, le superó en casi tres millones de votos. Es el quinto presidente de los EE UU elegido tras perder con su rival. En las últimas elecciones británicas, los conservadores ganaron el 44% de los votos y sacaron el 56% de los escaños; los laboristas, el 32% de los votos y el 31% de los escaños; los nacionalistas escoceses, el 4% de los votos y el 7% de los escaños; los demócratas liberales, el 12% de los votos y el 2% de los escaños. ¿Es justo y adecuado?
¿Importa afinar con un enfoque más justo y que no se desperdicien votos? El voto individual transferible, por ejemplo, guarda un orden de preferencia en una lista de nombres y minimiza el efecto del voto útil.