Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo

El PNV se interesó ayer por los dineros de Bruselas. Parece que comparte la preocupación ya manifestada por los empresarios de que no seamos capaces de hacer los deberes a tiempo para recibir los dineros esperados, que deben salvarnos del desastre hacia el que se encaminan las cuentas públicas. Ayer también el Banco de España certificó que, a finales del primer semestre, el déficit público ha superado el 110% del PIB como consecuencia tanto del aumento del agujero entre ingresos y gastos, como de la disminución del PIB. Se podría decir que vamos en sentido contrario al de la lógica de la eficiencia: hemos producido menos y hemos utilizado en ello más recursos públicos.

El Gobierno tiene tantos frentes abiertos que no ha encontrado tiempo para presentar las reformas necesarias que exige Bruselas y, desde luego, no piensa anunciar recortes ni implantar ajustes en los gastos, así que no resultará sencillo convencer, ni a la Comisión ni, mucho menos, a los países que aportarán los fondos que esperamos recibir, para que aflojen el bolsillo. Máxime, si recordamos el penoso historial que acumulamos en la gestión de las ayudas anteriores que, tras ser aprobadas, no fueron entregadas en su totalidad por la escasa capacidad de gestión de las mismas.

El presidente Sánchez se sacudió ayer con el anuncio de la visita que hará a finales de octubre la presidenta de la Comisión para entrevistarse con las comunidades autónomas. ¡A quién se le ocurre! Si el formato previsto consiste en situar a Ursula von der Leyen alrededor de 17+1 presidentes autonómicos, la pobre va a salir escandalizada por el guirigay de los egoísmos, la diversidad de situaciones de partida, la poca homogeneidad de los intereses en juego y la nula capacidad de colaboración entre ellas. Una situación lamentable, pero real, que ni siquiera ha conseguido modificar la súbita aparición de una epidemia atroz que les afecta a todas por igual. Hasta el Fondo Monetario Internacional nos instó ayer a mejorar la gobernanza del programa de ayudas que solicitamos a Europa.

Vivimos anestesiados por la acción del BCE que compra toda la deuda que emitimos a un precio ridículo que no tiene en cuenta el riesgo en el que incurre el suscriptor. Y así seguiremos hasta que algún día cambie de criterio. O, mejor, hasta que algunos países le obliguen a hacerlo. ¿A dónde se iría la prima de riesgo si sucediese tal cosa? Mejor ni pensarlo. Volviendo al principio. Las ayudas van a tener condicionalidad. Si no de dineros, seguro que sí de reformas. Es muy peligroso no darse cuenta de ello y no actuar en consecuencia.