Óscar Valero. Lyon-El Confidencial
- Los ‘insumisos’ se lamentan y reprochan a las otras formaciones de izquierda que la falta de unidad con el candidato más viable, el suyo, les haya privado de la oportunidad de una segunda vuelta
Cerca de la media noche en París, bien pasados ya los discursos de los candidatos aceptando los resultados de la primera vuelta de las presidenciales francesas, un puñado de ‘insumisos’ —oportuno apelativo de los votantes de Francia Insumisa, partido del populista de izquierdas Jean-Luc Mélenchon (70 años)— volvía al Cirque d’Hiver, sede del partido, con la esperanza de ser testigos de un milagro. Uno que solo su veterano candidato parecía poder consumar: birlarle el segundo puesto a la extrema derecha en el último suspiro. El escrutinio del domingo andaba lento, pero firme, y mostraba que Mélenchon le comía lento, pero seguro, puntos a Marine Le Pen a falta de contar las grandes ciudades, donde esta última suele flaquear. La remontada era posible.
Muchas caras jóvenes, muchos con aires de votar por primera vez, entre los que seguían con cánticos de ánimo el recuento. Pero el espejismo tardó poco en disiparse. A la tercera no va la vencida y Mélenchon se quedaba, de nuevo, a las puertas de la segunda vuelta para enfrentarse al epítome neoliberal Macron, y por tanto enemigo número uno. Apenas 400.000 votos han separado a la extrema izquierda de disputar la presidencia.
Los ‘insumisos’ se lamentan y reprochan a las otras formaciones de izquierda —entre ellas, socialistas y verdes— que la falta de unidad con el candidato más viable, el suyo, les haya privado de la oportunidad. Muchos alegan que la retirada del candidato de los verdes, Yanik Jadot, o de la socialista, Anne Hidalgo, no significaba que esos votos llegaran a Mélenchon, porque hay muchas divergencias entre ellos. Pero con que hubiera habido una transferencia de voto mínima, Mélenchon estaría en la carrera final por el Elíseo dentro de dos semanas.
Ahora, en la resaca electoral, los votantes se lamen las heridas con un sentimiento agridulce. “Es verdad que quedan las legislativas, que pueden permitir al partido tener un poco más de voz en las decisiones (…) pero tener una final entre Macron y Le Pen es una gran derrota para la justicia social y el medioambiente”, señala Nathan, un votante bretón de los ‘insumisos’.
Emmanuel Macron y Marine Le Pen recibieron el apoyo de varios candidatos descartados. Pero es el electorado de izquierdas y su 21,7% de los votos quien decidirá el destino final de la presidencia. A continuación, los cinco puntos clave para entender qué quieren (y qué no quieren) los simpatizantes de Mélenchon para decantar su voto.
1. Detestan a Macron y a Le Pen casi por igual
Mélenchon, hastiado de ser señalado como ambiguo con la extrema derecha, repitió hasta en tres ocasiones en la noche del domingo que no quería “ni un voto para la señora Le Pen”. En 2017, guardó silencio; pero a buen seguro que no quiere ser acusado de ser el ‘responsable’ de la victoria de Le Pen. Aunque es una obviedad señalar que los votos de sus seguidores no le pertenecen y cada uno actuará según su preferencia.
Para el votante moderado, la decisión de Macron para la segunda vuelta parece obvia; pero el votante ‘insumiso’ ha tenido un quinquenio para acumular afrentas con el presidente, al que ve como el candidato de los ricos. Nathan evoca los escándalos, la reforma de las pensiones, de las universidades, la arrogancia de no participar en debates y un largo etcétera. “Al final, él llama a bloquear a la extrema derecha, pero su política se acerca cada día más a eso”, le reprocha el militante izquierdista.
Ni que decir tiene que Le Pen y sus políticas antimigratorias —como la prohibición de regularización de ‘sin papeles’ o la supresión del derecho de suelo— son despreciadas por todos ellos. La animadversión a los dos va a generar una abstención masiva. Una encuesta de Ifop Opinion muestra que el 44% de los votantes ‘insumisos’ va a escoger quedarse en casa o votar en blanco en la segunda vuelta. Es el caso de Nathan: “Me doy un tiempo de reflexión, pero casi seguro que me abstendré”.
2. Le Pen, candidata ‘insumisa’ del poder adquisitivo
65. Esa es una cifra que puede unir a la Francia Insumisa con la extrema derecha. La reforma de las pensiones que propone Macron —y que tuvo que paralizar por las protestas y la pandemia— quiere elevar progresivamente a esa edad la jubilación, algo diametralmente opuesto a lo que propone Mélenchon de volver a los 60 años para una pensión completa. La propuesta de Le Pen, de regresar a los 60-62 para los que empezaran a trabajar antes de los 25, y dejarla intacta para los demás, es más jugosa para la izquierda preocupada por el poder adquisitivo.
En los últimos años, el poder adquisitivo general ha aumentado para todos los franceses. Pero un reciente estudio de IPP demostraba que el poder adquisitivo de las clases más bajas ha aumentado menos de un punto, mientras que el de las clases altas supera los tres puntos porcentuales. Un palo en la rueda del ‘presidente de los ricos’ Macron, y un aliciente para votar a Le Pen, a la que se le llena la boca de propuestas para las clases populares —de origen francés, se supone—, con ayudas directas más parecidas a las de Mélenchon, aunque menos ambiciosas y concretas. Ante eso, Macron tiene mucho trabajo que hacer.
3. Macron, candidato ‘insumiso’ de valores republicanos…
Frente a esto, Macron tiene que ofrecer su presupuesta defensa de los valores republicanos: los derechos de las mujeres —aborto, violencia de género— y de los migrantes, a los que en principio es más sensible. Sin embargo, su política hasta ahora ha sido la de intentar comprar un marco de la extrema derecha, una apuesta que ahora le podría costar cara. La lucha contra el ‘separatismo islámico’, la inmigración ilegal —véase Calais— y el mantener en su puesto al inefable ministro de Interior, Gerald Darmanin, ofrecen un registro bastante pobre en derechos humanos. Pero, intentan recordarles a los ‘insumisos’, “no somos Le Pen”. ¿Les servirá agitar el espantajo de la extrema derecha?
Según Ifop, un 33% de los votantes de Mélenchon irá a parar a Macron, pero en dos semanas mucho se puede perder. Sobre todo porque esos valores republicanos pasan por una integración mayor de la OTAN y de la UE, algo que los ‘insumisos’ llevan con bastante rechazo —en la primera— y escepticismo —en la segunda—.
4. … y de las promesas rotas
Fundamentalmente, los votantes ‘insumisos’ no tienen ninguna razón para votar a Macron. En 2017, prometió que gobernaría para todos y la mayor parte de ellos tienen la impresión de que ha gobernado solo con la derecha. Macron habla de menor desempleo desde 2008, ellos oyen la represión de los chalecos amarillos. Si Macron habla de bajadas de impuestos, ellos oyen los escándalos de McKinsey.
La falta de confianza en el actual presidente hace imposible predecir cómo cambiará la intención de voto conforme se acerque la segunda vuelta. Hace cinco años los ‘insumisos’ podían pensar en el ‘bueno por conocer’. Hoy, y por eso, seguramente Mélenchon evitó pedir el voto explícito para Macron. Para la extrema izquierda, Le Pen es cianuro, pero Macron es lejía.
5. Abstenerse y a por las legislativas
La desconfianza en el sistema presidencialista de la V República es algo común a todos los votantes de Francia Insumisa. Desde hace muchos años, como le pasa a la extrema derecha con la que comparten reivindicaciones, su número de votos no se refleja en el número de parlamentarios. El sentimiento de frustración es enorme ante un sistema roto donde gran parte del voto se pierde en las dobles vueltas. Y más en las presidenciales. Por ello, Francia Insumisa está desde ya metida en tratar de ganar más peso en la Asamblea y dejar atrás las presidenciales, aprovechando el descenso de las otras opciones de izquierda y la imagen de única izquierda viable. Por ello, los votantes ‘insumisos’ pueden estar tentados de dejar que se peleen la derecha (¿centro?) y la extrema derecha, reservando su voto para las legislativas de este mismo año.
No es fácil ser votante de Francia Insumisa de cara a la segunda vuelta. El horror de la extrema derecha o del neoliberalismo será su dicotomía durante estos 15 días. Para muchos, será un proceso doloroso y agobiante, como ha dicho con impotencia la escritora Annie Ernaux a ‘Libération’: “No voy a votar a Le Pen… Pero no puedo, ya, de repente así, darle el visto bueno a Macron. No es posible”.