José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 4/1/12
José Luis Rodríguez Zapatero pudo disfrutar a pesar de todo de una larga temporada -casi seis años, hasta mayo de 2010- de afabilidad mediática. AMariano Rajoy no se le ha concedido un margen ni siquiera de semanas. Que la izquierda se haya lanzado a la yugular del nuevo presidente era, no sólo predecible, sino inevitable. Que la opinión más templada y ecuánime no haya embridado sus análisis, en función de circunstancias muy atendibles, sorprende… aunque relativamente. La inercia de la crítica exasperada es muy sugestiva porque ofrece minutos de gloria. Vende más -periodísticamente hablando- engrosar el calibre de los calificativos(“mentira”, “puñalada trapera”, “traición” y similares) que tratar de entender las razones por las que el Gobierno, conociendo el coste de decisión, ha incrementado extraordinaria y temporalmente determinados impuestos cuando garantizó en su discurso electoral no hacerlo.
Como es fácil suponer, aumentar la fiscalidad sobre las rentas de trabajo y de capital y sobre la propiedad de determinado tipo de inmuebles, ha respondido a una causa mayor insuficientemente explicada y que el presidente debió salir a comunicar a la opinión pública: el déficit, que nadie, efectivamente, esperaba se detuviese en el 6%, se ha desbocado en 2011 hasta más del 8,2%, como se comprobará en febrero, a pesar de la afirmación en contrario de Elena Salgado que en octubre pasado adujo, además, la existencia de un “colchón” de 4.000 millones. El anuncio de esa desviación implicaba de inmediato una crisis de la deuda soberana del Reino de España que se ha contenido por la anticipación gubernamental al actuar preventivamente el viernes pasado, a costa de desdecirse de su criterio de no aumentar la carga fiscal a los contribuyentes. Si el Ejecutivo de Rajoy no hubiese tomado la decisión combinada de recortar gastos e incrementar ingresos (afectando a los empleados y propietarios), tendríamos la prima de riesgo de nuevo en los niveles que registró en el mes de agosto. Y, como ha declarado De Guindos, esas o parecidas medidas nos habrían sido impuestas. Más aún con el ayer conocido déficit de la Seguridad Social, que según el Gobierno anterior iba a disfrutar de un superávit del 0,4%. O sea, que el 30 de diciembre de 2011 no ha sido para Rajoy lo que el 10 de mayo de 2010 para Zapatero. Algunos ya lo presentan así pero hacerlo es un trampantojo.
Ya menudean críticas a Rajoy con alto grado de acidez, referencia a una colosal traición ideológica por el carácter “socialdemócrata” de los incrementos fiscales (suponen que los asalariados votaron en bloque al PP) y, de nuevo, desprecio al hieratismo del presidente del Gobierno
Las decisiones del viernes pasado son inseparables de las que vaya adoptando el Gobierno en los sucesivos Consejos de Ministros de aquí a las próximas seis u ocho semanas. Será entonces cuando dispongamos de una secuencia completa y podamos valorar la coherencia de las medidas y su adecuación a las promesas electorales. El incumplimiento de una de ellas, aunque importante, no puede justificar como muchos pretenden una descalificación global y prácticamente definitiva de la política gubernamental que los socialistas -todavía responsables de muchos de los males que nos acontecen y supuestos protagonistas de un “traspaso modélico” (?)- pretenden cuaje en una estigmatización del PP lo antes posible con la mirada puesta en dos acontecimientos: su 38º Congreso (3, 4 y 5 de febrero) y las elecciones andaluzas (25 de marzo).
Al paso que llevan los acontecimientos, podrían lograrlo. Ya menudean críticas con alto grado de acidez (¿siguen guardando rencor a Rajoy?), referencia a una colosal traición ideológica por el carácter “socialdemócrata” de los incrementos fiscales (suponen que los asalariados votaron en bloque al PP) y, de nuevo, desprecio al hieratismo del presidente del Gobierno (para ellos, Rajoy ha vencido pero no es el “cirujano de hierro” ultra liberal que deseaban). ¡Qué pronto olvida la opinión publicada a Zapatero y sus Gobiernos!
Para la crítica y para el elogio, hay que cargarse de razón y de razones. Y saber esperar para que el tiempo ofrezca la perspectiva necesaria, y evitar así, entre otras cosas, colaborar con cierto progresismo rampante que, tras secundar más de siete años la gestión desastrosa de nuestra economía, acaba de recuperar el aliento gracias a la donosura con la que tantos han entrado al trapo de los adjetivos gruesos para descalificar un plan de choque indispensable que lo ha sido por acciones y omisiones que no pueden atribuirse ni a Rajoy, ni al PP ni a su novísimo Gobierno. Rajoy -y aunque las comparaciones casi siempre sean odiosas- no es Zapatero, por más que en el PSOE y compañía jueguen, otra vez, con el trampantojo de que pueda llegar a serlo.
José Antonio Zarzalejos, EL CONFIDENCIAL, 4/1/12