Uno, a su manera, también hizo podio cuando un tontito la emprendió con el firmante por su columna del sábado, que llevaba por título ‘La columna de Irene (no de Tania). El crítico tenía dos problemas: el primero, de retraso afectivo intelectual; el segundo, de incapacidad lectora. Me explico: El texto de su tuit, «te habrás quedado a gusto al defecar esta machistada en EL MUNDO». La RAE avisa: «Aviso: La palabra machistada no está en el Diccionario. Real Academia Española © Todos los derechos». reservados.
La insuficiencia léxica no es el peor de sus problemas. Ya digo, el retraso. Freud no tendría problema alguno en diagnosticar: este mozo no ha superado aún la fase anal, etapa que don Sigmund situaba entre el año y medio y los tres años de la vida de los humanos, en todo caso muy lejos de los 49 que está a punto de cumplir el pollo. En cuanto rebase el medio siglo ya estará preparado para entonar el clásico «caca, culo, pedo, pis», que también le producirá gozo por lo escatológico, es un suponer.
La senadora del PP, María Adelaida Pedrosa, le afeó a la ministra de Igualdad si no le daba algo de repelús compartir su vida con un machista, refiriéndose a Pablo Iglesias, el 20 de octubre de 2020 y ella, muy suelta, replicó: «Yo me meto en la cama con quien me da la gana», cuestión ante la que yo no tengo nada que decir. Irene Montero es, por lo que sabemos, una monógama sucesiva y esta es una actitud irreprochable para una mujer que ha alcanzado la madurez afectiva y sexual, pero no era del sexo de la ministra de lo que yo quería hablar, sino del nepotismo del entonces vicepresidente segundo del Gobierno. Que Pablo Iglesias es uno de los políticos más machistas que han pisado el hemiciclo no admite mucha discusión: azotar a una mujer hasta que sangre, bonito abrigo de pieles lleva usted, le dijo a un periodista cuya pregunta no le complugo, su dicterio contra Ana Botella. Su ofrecimiento alcahuete de prestar su despacho a la diputada del PP, Andrea Levy para que retozase con un diputado podemita. Y lo hizo desde la tribuna de oradores del Congreso. No tengo para olvidar la denuncia de una de sus alumnas a la que, en un bar de copas, le dijo: «Voy al baño a refrescarme. Te espero allí». Nadi puede ignorar aquel requiebro que dirigió a Rita Maestre cuando ésta preguntaba micro en mano a una alumna qué le parecían las miradas lujuriosas de Pablo y este replicaba desde La Tuerka: «Para miradas lujuriosas, Rita, las que tú despiertas a tu paso. pero en fin, ya hablaremos de esto en otro momento».
Nunca había recibido tantas y tan feroces críticas, quizá centenares, repicando todas ellas la estupidez de Rubén Sánchez. El problema no es que nuestras izquierdas no hayan aprendido a escribir. Es que no saben leer.