- El mix del pacto con Bildu y la escalada de la inflación, o sea, el asco y la crisis, tienen un efecto demoledor sobre un sanchismo agónico
A alguien se le escapará el grito, quizás no se escuche, alejado de las autoridades por el perímetro policial. Sonará como un eco de lo que dijo Daniel Portero, hijo del fiscal asesinado por ETA, al enterarse de la presencia de Pedro Sánchez en el recuerdo de este domingo a Miguel Ángel Blanco: «Es de hipócritas, de Judas». Ermua estará blindado para cumplir con el ceremonial en memoria del mártir. La presencia del Rey hizo dudar a algunas asociaciones de víctimas, que finalmente, ante la presencia del detestado, optaron por no acudir.
El 13 de julio de hace 25 años lo asesinaron. El 14 de julio del presente, Sánchez entregará a Bildu la pluma con la que se va a reescribir la historia oficial de la Transición. Un día después del aniversario del crimen se consumará la infamia. Una semana trágica que arrancó este jueves, San Fermín, con el casi linchamiento del equipo municipal de Pamplona a cargo de esos mismos, las bestias rabiosas de Bildu, los proetarras investidos ahora por Sánchez como los relatores de nuestra restauración.
Y allí estará el presidente, con su quijada de granito y su terno de pitillo, cobijado bajo la sombra del monarca y forzando un rictus afligido, tan falso como su conciencia. Ensayará un par de gestos compungidos, alguna mueca de pesar, quizás una fingida condolencia a Marimar, la hermana del recordado, y retornará raudo a Madrid, sin ocasión de escuchar lo que la buena gente allí congregada tenga a bien corearle.
Revanchismo matonil, vendetta totalitaria, un escupitajo sobre el pasado, una ignominia sobre el presente y una pedorreta al porvenir
Este jueves, igualmente impasible, consumará la gran afrenta a nuestra Constitución. El presidente del Gobierno, como es sabido, ha entregado a los concubinos de ETA la redacción de la Ley de la Memoria Democrática, cuya primera disposición expresa que la dictadura no feneció con Franco sino que alcanzó hasta el primer bienio de Felipe González. No fue en el 76 sino en el 83. Atento Felipe González que van a por ti, tras el rastro de la X del GAL, la cal viva de Lasa y Zabala, los jóvenes asesinados en Roquetas…
De esta forma, ante el silencio pasmado de una sociedad ahogada por la crisis y a dos pasos de la ruina, Bildu reescribirá la Historia, dejará sentenciado que el tránsito de la dictadura a la democracia fue un apaño pergeñado por el franquismo con la anuencia de un jefe del Estado designado por el generalón. Se consagrará como héroes a los verdugos y se catalogará a sus víctimas con la etiqueta de ‘daños colaterales del conflicto’. Revanchismo matonil, vendetta totalitaria, un escupitajo sobre el pasado, una ignominia sobre el presente y una pedorreta al porvenir. Es lo que Zapatero, primer impulsor de este perverso memorialismo, denonima «recuperar los ángulos ciegos de la historia» para «perfeccionar la democracia».
Ellos dictan leyes, imponen normas, deciden presupuestos y colaboran con Sánchez en el ejercicio de enlodar el frontispicio de la temblorosa Constitución
«Ah, pero Bildu es una formación democrática con representación parlamentaria elegida en las urnas», cacarean las cacatúas del artefacto monclovil. Se olvidan de mencionar que su jefe es Arnaldo Otegi, un terrorista que ni ha condenado ni ha pedido perdón por los crímenes de su banda. Basta con echar un vistazo a lo ocurrido en la procesión de Pamplona, corrida a puñadas por las camisas pardas de la caverna batasuna, para despejar las dudas sobre quiénes son estos cernícalos del mamporro, amamantados en la misma ubre de la violencia y el odio que sus colegas del pistolón, y alejados de cualquier actitud que se asemeje vagamente al diálogo y la convivencia. Ellos dictan leyes, imponen normas, deciden presupuestos y colaboran con Sánchez en el ejercicio de enlodar el frontispicio de la temblorosa Constitución.
Aniversario del secuestro, tortura y muerte de Miguel Ángel Blanco y, tres días después, votación de la ley del PSOE junto a los cómplices de los asesinos. Una escenografía escalofriante. Mano a mano, codo con codo. Esta es la pirueta indecente que Sánchez pretende disfrazar de un paso más en en su virtuoso camino hacia la virtud democrática. «No me suena bien», ha dicho Felipe González, ya con cara de acusado. A quien no le suena bien es al millón largo de votantes socialistas que, según los últimos sondeos, ha decidido pasarse al PP. En Andalucía fueron 200.000. La estampida crece, incontenible. Las siglas del PSOE hieden. Ese mix de Bildu e inflación tienen un efecto demoledor sobre un sanchismo declinante. Quizás a Sánchez le llamen ‘Judas’ este domingo en Ermua. De seguro se lo gritarán las urnas en los próximos comicios. Al tiempo.