Olatz Barriuso-EL CPRREO

El escritor francés René Barjavel acuñó en su novela ‘Le voyageur imprudent’ la paradoja del viaje en el tiempo, que se resume en que si alguien viaja al pasado y mata a su abuelo antes de que éste concibiera a su padre no podría haber nacido. Por lo tanto, tampoco el excursionista en cuestión podría regresar a la época de sus antecesores para alterar la línea temporal. ¿Sigue existiendo el susodicho? La paradoja de marras es irresoluble, un bucle infinito entre fascinante y endemoniado. Algo parecido sucede, salvando las distancias, con el debate sobre el derecho a decidir en Euskadi, que empieza a adentrarse igualmente en el terreno de la ciencia ficción.

El PNV, en teoría, trata de que no florezca la semilla que ellos mismos plantaron al pactar con EH Bildu unas bases netamente soberanistas para la reforma del Estatuto y, de ese modo, no romper nada. Seguir siendo ese partido de Estado al que premian y aplauden en Madrid por haber integrado en su ADN el extraviado ‘seny’ catalán. Hasta ahí, todo bien. Pero, a su vez, el jefe del grupo parlamentario jeltzale, reconocido defensor de las tesis más radicales en el seno de su partido, acuerda con la izquierda abertzale una moción que desembarca como elefante en cacharrería en plena zapatiesta territorial y con Pedro Sánchez marcado muy de cerca por los que le acusan de romper España.

Dinamita pura, justo en vísperas de que la comisión redactora del nuevo Estatuto entregue en la Cámara el borrador que pretendía corregir las veleidades ‘lizarristas’ de Joseba Egibar. Que a su vez se descuelga en la tribuna del Parlamento vasco con una versión de sí mismo más parecida al ‘Urkullu style’ (derecho a decidir, sí, pero legal y pactado, sin unilateralismos) que añade todavía más confusión a este enredo. Ríanse ustedes de la paradoja del viajero en el tiempo, teniendo aquí entre nosotros la ‘paradoja Egibar’. ¿Existe el derecho a decidir? ¿Existen las bases que reivindica Maddalen Iriarte o todo ha sido un sueño como en el final de ‘Los Serrano’?

La exégesis no es sencilla pero se puede intentar. La reiteración de las reivindicaciones soberanistas, de momento en el plano testimonial, de la mano de PNV y EH Bildu obedece estrictamente al marcaje y a la competencia por el abertzalímetro en el espectro nacionalista. El nuevo tono, mucho más matizado y pactista que de costumbre, del presidente del GBB tiene que ver, sin duda, con la convicción que comparte el Euzkadi buru batzar en pleno sobre la oportunidad que se abre para prosperar en las reivindicaciones del PNV (las del fuero y las del huevo) si se hace realidad un Gobierno PSOE-Podemos respaldado por el independentismo catalán. Madrid es ahora mismo un hervidero. En el ala derecha, política y mediática, cada paso en Cataluña, Euskadi y Navarra se lee como un torpedo contra el orden constitucional. Pasarse de frenada podría significar, como ha advertido Andoni Ortuzar en la capital, «echar a Sánchez en brazos de la derecha». Y el PNV no quiere eso. Así que, forzado por las circunstancias, no le ha quedado más remedio que empezar a romper con su inveterado hábito de estar a setas y a rolex. Al plato y a las tajadas. Y empezar a decantarse.