LUCÍA MÉNDEZ-El Mundo

El pasado domingo, EL MUNDO y otros diarios relataron, a toda página y con amplio lujo de detalles, la guerra personal y política que mantienen la vicepresidenta del Gobierno y la ministra de Defensa. La periodista Susanna Griso le preguntó sobre el particular al presidente del Gobierno y éste respondió: «Desconozco absolutamente esa situación. Me parece un tema muy pequeño y muy machista». Olé.

No hay más remedio que quitarse el sombrero ante el desahogo, la espaciosidad, la desenvoltura y el desparpajo del presidente del Gobierno. Desconoce «absolutamente» algo que sabe el resto de la humanidad que le rodea y se encarama a la ola feminista que recorre España. Hablar del enfrentamiento entre María Dolores de Cospedal y Soraya Saénz de Santamaría encierra un morboso machismo, dado que ambas son dos mujeres. Argumentación impecable. Con un par. Aunque quizá la expresión sea un poco machista para la sensibilidad presidencial. A este paso, la próxima vez que le pregunten algo que no le guste sobre una ministra, igual se arranca y exclama : «Muera el patriarcado», «Viva la lucha feminista» o «Estoy hasta el culo de tanto machirulo». ¿Imposible, dicen? No hay nada imposible para Mariano Rajoy.

Es asombrosa su capacidad para apartar de sí –con éxito de crítica y público– las realidades que le disgustan. Como quien se sacude el traje para quitarse el polvo. Y encima lo hace con gracia, agudeza, simpatía, cordialidad, salero y donosura. O donaire, palabra que sin duda será muy del agrado presidencial. La inteligente galanura y el garbo dialéctico de Mariano Rajoy desarman a cualquiera. A los periodistas, por ejemplo, nos deja sin habla. Literalmente. La convicción con la que afirma que no es real lo que nosotros creemos ver nos hace dudar de nuestra propia existencia.

Deja sin habla en el Congreso a la oposición sacándose de la manga palabras antiguas y graciosas que arrasan en las redes sociales. Y qué decir de su partido. Un agradable arrebol recorre las mejillas de los suyos que irrumpen en aplausos cuando toma las decisiones, sean éstas las que sean. En el PP de Rajoy, todo lo que hace el presidente es inteligente, adecuado, cabal, correcto, justo, normal y previsible. Si alguien duda, por ejemplo, de los modos con los que ha disuelto los órganos de dirección del PP de Madrid, será porque le tiene manía.

Rajoy es admirable. Ha ido construyendo poco a poco una «normalidad democrática» a su medida. Su normalidad es ya la nuestra. Por eso no queda otra que decir: «A sus pies, señor presidente».