Ignacio Camacho-ABC
- Sánchez se reserva para su epifanía como taumaturgo sanador de enfermos, portador del remedio que curará al pueblo
Se podría llamar la cepa inglesa. O la cepa inglesa del virus chino, en ese lenguaje trumpista-populista que desliza una asociación del Covid con responsabilidades políticas colectivas. El caso es que está fuera de control, según las propias autoridades interesadas, y que varias naciones europeas han empezado a prohibir los vuelos con el Reino Unido: Austria, Bélgica, Holanda e Italia. En España, el cauteloso Sánchez, en cuarentena, ha enviado a la ministra González Laya a pedir a la UE una «respuesta coordinada» mientras continúan aterrizando aviones procedentes de Gran Bretaña. Más cogobernanza. Que las autonomías se ocupen del problema dentro del país y Bruselas fuera: para qué querrá este hombre el estado de alarma, la mayor acumulación de poder en la historia de nuestra moderna democracia. Aunque, pensándolo bien, a la vista de lo ocurrido en los dos primeros envites de la plaga, cualquier medida que no tome él estará mejor tomada. No vaya a ser que Simón diga que como mucho entrarán uno o dos contagiados por Barajas.
Pero es realmente asombroso. No hay un asunto de la pandemia por el que se sienta concernido. Nueve meses tardó en visitar un hospital y cuatro en rendir homenaje a los fallecidos. Fue capaz de calcular vidas salvadas con un informe meramente especulativo pero a las perdidas les aplicó un insultante maquillaje estadístico. Se columpió al anunciar la derrota del «bicho» en un vanidoso ejercicio de voluntarismo, y ante la terca evidencia contraria reaccionó reclamando un mandato excepcional casi indefinido. Y ésta es la hora en que aún no lo ha utilizado, salvo para acosar a Ayuso, firmar decretos sin relación con el virus y mantener ciertas decisiones a salvo de cualquier tipo de escrutinio. ¿Rebrotes? Que cada comunidad los aborde con sus propias competencias. ¿La movilidad navideña? Que los presidentes regionales establezcan las reglas. ¿Una mutación expansiva en Londres? Que Europa dictamine si hay que cerrar fronteras. Al César no se le molesta con esa clase de bagatelas. Bastante tiene con ocuparse de las «cabezonadas» de Iglesias.
Eso sí, cuando llegue la vacuna que a nadie se le ocurra meterse por medio. Eso es cosa suya, su momento egregio. Sánchez el taumaturgo, el providencial, el sanador de enfermos. Las restricciones de movimientos y de reuniones, los horarios de la hostelería y el comercio, el toque de queda y demás menudeo son pormenores al alcance de cualquier subalterno, tarea rutinaria propia de dirigentes pequeños. Su Persona se reserva para el esencial acontecimiento en que emergerá aclamado como el estadista benéfico, antorcha viva del progreso, que trae la flamante solución de la ciencia para curar a su pueblo: Pedro, Pedro, a ti te lo debemos. En vísperas de esa epifanía trascendente qué importancia tiene el control de los aeropuertos. Los grandes hombres están para los grandes éxitos.