Hoy no pretendo embellecer mi merecida y bien ganada fama de cenizo, así que, en lugar de transmitirle mis nimias impresiones, le voy a trasladar las previsiones del Banco Central Europeo, que es más poderoso, dispone de más y mejor información y, sobre todo, tiene la capacidad de subir y bajar los tipos de interés del dinero.
Bueno, pues ayer los subió medio punto en lo que ya es el cuarto movimiento del año en esa dirección. Una decisión muy desagradable, pues eso se traslada inmediatamente al precio del dinero y empeora las condiciones de financiación tanto de las inversiones como del consumo a crédito. Pero lo peor no es eso, lo peor es que el movimiento se suma a las ya decretadas y se anuncia como un escalón intermedio más, y no el último, del proceso de endurecimiento de la política monetaria en el que estamos inmersos.
¿El culpable? Pues esa es una pregunta sencilla de contestar. La inflación que no ceja. Es cierto que, en España tenemos la percepción de que se aminora. Y es así. Pero hay varios problemas. El primero es que el BCE se fija en la inflación de todos los países y por eso se preocupa de la media. Una media que sigue muy elevada y en noviembre se situó en el 10%. Un guarismo de dos dígitos resulta intolerable, cuando quintuplica el objetivo del 2% que el BCE tiene el encargo de mantener.
Un guarismo de dos dígitos en la inflación es intolerable al quintuplicar el objetivo del BCE
Además, en la misma España, en donde la hemos rebajado al 6,8%, ‘solo’ casi cuadruplicamos el objetivo que compartimos, tenemos la parte subyacente instalada en las alturas de un 6,3%. Esto parece indicar que las medidas adoptadas por el Gobierno han sido eficientes para frenar los precios de la energía -otra cosa es el coste de la misma-, pero no para atacar al resto de los precios, como los de los alimentos elaborados, los servicios etc.
De ahí las medidas anunciadas por la siempre original vicepresidenta segunda y prometidas por el siempre bondadoso presidente de enfrentarse a esos precios mediante el abrupto proceso de intervenir en las empresas de la distribución con acciones tan alejadas de una economía de mercado, como topar precios, imponer reducciones de márgenes y prohibir la distribución de dividendos.
Añada los pactos con EH Bildu referentes a la normativa laboral y comprobará que, de ahí a la nacionalización, solo queda dar un pasito que nuestro atlético gobierno -en el adjetivo excluyo al ministro Miquel Iceta-, puede dar sin el más mínimo esfuerzo entre el cerrado entusiasmo de sus socios. Pues, hala, ¡a tomar impulso!