Las encuestas eran tan rotundas que acertaron los resultados con holgura. Bueno, todas no. La del CIS se columpió a gusto, pues pronosticaba un empate, frente a viento y marea. Les separaron nada menos que 18 escaños. Pero ya sabemos que Jose Félix Tezanos se encuentra más a gusto en medio de la propaganda que enfrascado en los aburridos números de las encuestas. La victoria de los «tabernarios» de Ayuso fue inapelable. Duplicó con holgura sus resultados anteriores, ganó en todos los distritos de la capital y se convirtió en la única ‘hereu’ del patrimonio de Ciudadanos. Superó en siete escaños a los tres partidos de izquierdas juntos, lo que supone un triunfo absoluto, al convertir en irrelevante el apoyo de Vox. Ganó también una determinada manera de hacer política, basada en la libertad, o si prefiere una frase menos ambiciosa, en esa exitosa fórmula del «Madrid, donde nadie es forastero». Por eso Madrid se ha convertido en un agujero negro que engulle inversiones y, lo que es más importante, materia gris de toda España.
Por su parte Vox aguantó y Más Madrid lo hizo francamente muy bien. No sólo duplicó a Podemos sino que sobrapasó al PSOE cerca del pitido final. Empataron en 24 escaños, pero ganaron en votos. ¿Los grandes perdedores? Pedro Sánchez el primero ya que, a pesar de difuminarse por completo en la segunda mitad de la campaña, no consiguió evitar que una parte importante del electorado se acordase de sus errores en la gestión de la pandemia, sus incoherencias en la dirección de la economía y sus mentiras a troche y moche en todo lo demás. Me imagino que hará esfuerzos sobrehumanos para desligar las elecciones de este martes del panorama general. Serán en vano. El mensaje es muy claro. Las elecciones demostraron que su ‘baraka’ empieza a declinar y que Iván Redondo no es tan infalible como pensábamos. Ganó en Cataluña, pero se quedó sin recompensa. Hizo el ridículo en Murcia y no se presentó en Castilla-León. Para más inri eligieron a un candidato sosegado y encantador, pero con menos ‘sex appel’ que un dragón de Komodo. El hundimiento fue de nivel ‘titánico’.
Ciudadanos el segundo. En las elecciones generales se fue a la UVI, en las catalanas suicidaron a su propio cadáver y este martes aventaron sus cenizas. Me da pena por Edmundo Bal, un candidato excelente, con un discurso atractivo, pero incapaz de revertir el inexorable curso de la historia. Supongo que, tras esta, Inés Arrimadas se habrá dado cuenta de todo ello y organice un funeral digno para algo que fue bonito mientras duró.
Por último, supongo que Pablo Iglesias se habrá pasado toda la noche navegando por Linkedin en busca de empleo. Salvo que Roures se lo haya garantizado por escrito. Renunciar a la Vicepresidencia y poner toda la carne en el asador de la campaña para conseguir menos de la mitad de escaños que su antaño compañero, Íñigo Errejón, es un fracaso personal que a nadie puede endosar.
Pues nada. Esté usted contento o triste, le recuerdo que tenemos mucho trabajo por delante para recuperar la salud y recomponer la economía. Así que nada. Se acabó la diversión. Ahora, ¡a trabajar!