No está claro que Sigmund Freud dijera alguna vez aquello de «a veces un cigarrillo es sólo un cigarrillo» pero lo que sí está claro es que a veces una hostia es sólo una hostia. Puede que tengan razón quienes han visto en el guantazo de Will Smith a Chris Rock un ejemplo de masculinidad tóxica, machismo machirulo, virilidad frágil o la consecuencia de cientos de años de hegemonía heteropatriarcal. Pero creo que estamos más cerca de la verdad quienes sólo hemos visto una hostia transparente, de esas que nadie entiende mejor que el que la recibe. «Me he reído de su mujer, he rozado llaga y su marido me ha soltado la hostia que me habría querido dar ella. Es justo».
Porque no habría mayor infantilismo que el del humorista que creyera que trabaja en el vacío y no en un mundo real habitado por seres humanos reales con traumas reales y complejos reales, como el de la calvicie femenina. Y lo escribo en condicional porque estoy convencido de que ese humorista naif hasta el absurdo no existe. Me lo dijo una vez un oncólogo a raíz de la enfermedad de un familiar: «La primera pregunta de la mayoría de las mujeres cuando les dices que tienen cáncer es la de si se quedarán calvas. Es una reacción instintiva. Quien menosprecie la importancia que tiene para una mujer su imagen personal es que no ha entendido cómo funciona este mundo».
Y por eso los humoristas hacen chistes sobre mujeres calvas y no sobre Mahoma. Porque en el primer caso lo peor que te puede pasar es recibir un guantazo y en el segundo, salir del escenario con los pies por delante y el cuchillo del postre clavado entre las cejas.
Y sí, hijo, sí. Deberías tener derecho a hacer chistes de lo que te diera la gana y de ofender a quien quisieras porque el humor es ruptura de tabúes y liberación de los corsés de lo social y demás explicaciones sociológicas de baratillo. Pero vives en el mundo real. Y por eso no te paseas por Barcelona con el iPhone entre las manos. Y por eso te ríes de unas personas y no de otras. Porque conoces el mundo en el que vives y sabes que en Barcelona te pueden clavar un machetazo para robarte el móvil y sabes también que algunas personas y algunas ideologías son más intocables que otras.
Y lo que le ocurrió a Chris Rock con Will Smith es sólo que calculó mal.
Un dato interesante. Chris Rock es el productor del documental Good Hair de 2009. El documental analiza la importancia que para las mujeres negras tiene su pelo y los problemas que les genera la necesidad de ajustarse a los estándares de belleza blancos. Es decir, a melenas lisas que una negra sólo puede conseguir tras horas de tratamientos extraordinariamente invasivos y abrasivos y cuya consecuencia en la práctica es la de una casi segura calvicie a medio y largo plazo.
Chris Rock produjo ese documental para denunciar los graves problemas que genera en las mujeres negras el intentar ajustarse a estándares de belleza incompatibles con la realidad de su cabello. Y de ahí la existencia en los Estados Unidos de toda una industria de productos cosméticos y dermatológicos, pero también de sombreros, pelucas e incluso almohadas, destinada a las mujeres negras.
Tan extendido está el uso de pelucas entre las mujeres negras, y tal es su pavor a que sus ligues, novios y maridos toquen su pelo y se den cuenta de que no es real, que una de ellas reconoce en el documental que a la hora del sexo se pone siempre «encima» para evitar sorpresas y tirones indeseados.
[En realidad, todos los hombres negros saben que ese pelo es MUY probablemente falso. Pero todos fingen inocencia. Es una mentira oculta a la vista de todos y ellos son los más interesados en mantenerse convenientemente alejados de la verdad].
A Chris Rock, en cualquier caso, se le ha olvidado todo aquello de lo que hablaba en 2009.
Hay un segundo factor interesante en este asunto y que, puestos a encontrarle explicaciones sociológicas al guantazo de Will Smith, podría tener más peso que toda esa fantasmagórica e imaginaria masculinidad tóxica de la que hablan nuestros sociólogos de Hacendado.
Y ese factor es el machismo real. No el imaginario. Sino el realmente existente.
Un solo dato. El 20,7% de los niños americanos blancos crecen sin su padre. En el caso de los latinos, ese porcentaje asciende hasta el 31,2%. En el caso de los negros, el porcentaje alcanza el 57,6%.
Por supuesto, este dato es imposible de analizar sin tener en cuenta la realidad socioeconómica de esos blancos, latinos y negros. Pero eso no borra el hecho de que los hombres negros abandonan a sus hijos en mayor medida que los blancos y los latinos, y que las mujeres negras, tan o más pobres que esos hombres negros, no lo hacen. O no lo hacen en los porcentajes epidémicos de los varones.
Y ese abandono de sus familias, que los propios líderes civiles y políticos negros reconocen como el principal problema de la América negra, sí es machismo y masculinidad tóxica. De manual. La música pop negra, de hecho, rebosa canciones y discos enteramente dedicados a ese tema en concreto. El de la extrema fragilidad de las familias negras y el del escaso compromiso de los hombres negros con sus mujeres y sus hijos.
Un ejemplo de cientos al azar. El disco Donda, de Kanye West, donde puede escucharse el tema Never Abandon Your Family («nunca abandones a tu familia» en español).
Puestos a hacer un análisis sociológico apresurado, en fin, sería bastante más interesante hablar de la posibilidad de que algunos hombres negros que sí han triunfado en sus profesiones sientan la obligación de sobrecompensar pecados ajenos. Porque somos una especie social y la imagen que los demás tienen de nosotros importa. ¿Y cómo se demuestra frente a los demás, pero sobre todo frente a tu mujer, que eres el padre de familia más protector, modélico y entregado posible?
Arreándole un guantazo capaz de desabrocharle las orejas al tipo que se burla de tu mujer en público.
Pero esto es sólo una suposición. Aunque, reconozcámoslo, bastante más sugerente y verosímil que la de que Will Smith es un machista que privó a su mujer de la posibilidad de soplarle a Chris Rock un tortazo.
Además, todos sabemos que Jada Pinkett no le habría dado ese guantazo a Chris Rock. Y todos sabemos que ninguno de nosotros apostaría un solo euro, ni uno solo, a la posibilidad de que ella no se haya sentido íntimamente agradecida, e incluso eufórica, ahíta y satisfecha, por el sopapo que Smith le soltó al gracioso.