José Antonio Zaralejos- El Confidencial
Quien siente vértigo es el pueblo español, los empresarios, toda España y su jefe de Estado. Nada hay más frágil que un Estado cuyo Gobierno no lo sabe defender
Lo recuerda en un artículo lucido («España indefensa». revista ‘El Cronista’, 71-72, de octubre-noviembre) la catedrática de Derecho Internacional Público Araceli Mangas. «La única respuesta de Rajoy al desafío soberanista fue en su mismo tono pandillero (17 de diciembre de 2013). «A ver a quién le da más¡s vértigo». Los sediciosos han demostrado que no lo tienen, que van a por todas pues controlan la calle adoctrinada y las instituciones. Quien siente vértigo es el pueblo español, los empresarios, toda España y su jefe de Estado. El presidente Rajoy se ha ocultado en cada momento tras los fiscales, los jueces, el Tribunal Constitucional, el Rey, la ciudadanía española, los empresarios. Nada hay más frágil que un Estado cuyo Gobierno no lo sabe defender».
El criterio de Araceli Mangas es ampliamente compartido. Rajoy ha perdido la apuesta del vértigo porque los españoles y sus instituciones tienen mucho que perder y los independentistas insurrectos ya muy poco. ¿Cuándo se produjo el punto de inflexión en el que el Estado se desarmó y el independentismo ganó terreno? Sin duda cuando tras las sesiones parlamentarias del 6 y 7 de septiembre, durante las que la Cámara catalana aprobó las leyes de desconexión derogando la Constitución y el Estatuto, se respondió desde el Ejecutivo de manera rutinaria: a través del TC. En realidad, aquella semana debió activarse el artículo 155 sin esperar a que los acontecimientos fueran a mayores.
Rajoy ha perdido la apuesta del vértigo porque los españoles y sus instituciones tienen mucho que perder y los independentistas insurrectos muy poco
No solo eso: el Gobierno naufragó el 1 de octubre, obligó al Rey a pronunciarse en unos términos rotundos el día 3, la sociedad civil catalana que no comulga con los nacionalistas se echó a la calle el 8 de octubre y el día 10 Puigdemont comenzó el juego del ratón y el gato con el Estado dejando en el aire si había o no declarado la independencia. Tras dos requerimientos, esta semana -una semana que ofrece al independentismo un amplio margen de maniobra para la escenificación de sus propósitos- el Senado (salvo error u omisón) pondrá en marcha medidas al amparo del 155 de la Constitución. El otro gran vértigo es el siguiente: ¿podrá aplicarlas el Ejecutivo o la resistencia numantina que están preparando los secesionistas lo impedirá?
Tomo las palabras de Santiago Muñoz Machado, catedrático de Derecho Administrativo y director de la revista a la que he hecho referencia al comienzo de este artículo: «Si la coacción legitima del Estado no se pone en duda, la arquitectura del sistema institucional en el que se apoya nuestra convivencia, no se resentirá. Si se ofrece resistencia y el Estado no se impone, quedará abatido en las zonas de su territorio donde esto ocurra. Estaremos en tal caso ante la emergencia de otro soberano». En otras palabras: el principio de efectividad se habrá impuesto al de la legalidad y legitimidad estatales y comenzará¡ un principio del fin.
Si se ofrece resistencia y el Estado no se impone, quedará¡ abatido en las zonas de su territorio donde esto ocurra
De momento, el escenario que se ha creado es el ideal para la exacerbación del victimismo y el regodeo -tan del gusto de los sediciosos- en el fracaso por supuesta opresión estatal. El encarcelamiento de ‘los Jordis’ -debido a una versión judicial fundamentada frente a los que la impugnan con la boca pequeña- y la activación del 155 resultan los mejores mimbres para confeccionar el cesto argumental de lo que Javier Marías (con su habitual maestría argumental) ha denominado «Palabras ofendidas» (‘EPS’ del pasado domingo).
Merece la pena transcribir las reflexiones del académico: «La de las palabras manoseadas y profanadas es la mayor ofensa y la mayor falta de respeto. Más incluso que la tergiversación de los números, practicada cuando en las últimas elecciones catalanas un 47% o 48% quedó convertido por los caciques y los cazabrujas (no por todos los independentistas) en una ‘mayoría nítida’ y un ‘claro mandato’ del pueblo entero. Ese fue ya el aviso de que nos encontramos, en efecto, ante émulos de Mussolini que extrañamente se dicen oprimidos, sin libertad y humillados, y cometen la infamia de llamar ‘fascistas’ a sus venideras víctimas».
El aquelarre victimista de estas últimas 48 horas en Cataluña es poco menos que insoportable. El quebranto de la verdad, inaceptable, y la manipulación tan burda como reiterada. La posibilidad, además, de que el PSC-PSOE se quiebre y huya del precario alineamiento constitucionalista introduce una incógnita perniciosa. «A ver a quién le da más vértigo», se preguntó Rajoy en 2013. La respuesta es concluyente: a nosotros, señor presidente. A usted mismo, señor presidente. Puigdemont, puesto en lo peor, ya cuenta con dormir en la cárcel de Figueres.