Ignacio Marco-Gardoqui-El Correo
Lo reconozco, nunca he acertado un solo movimiento de Pedro Sánchez. Siempre le he subestimado. Nunca pensé que sería capaz de indultar a delincuentes condenados que no reconocían su delito, no pedían perdón por las acciones que les llevaron a prisión y además prometían incurrir en el mismo comportamiento en cuanto la ocasión les fuera propicia. Pues lo hizo.
Nunca sospeché que pudiera conceder una amnistía a quienes habían sido condenados a penas severas por el Tribunal Supremo en un juicio con todas las garantías; una medida que siempre, tanto él como sus colaboradores, sus socios y sus seguidores, consideraron anticonstitucional. Pues la concedió. Y además les dejó redactarla a sus beneficiarios.
Nunca creí que pudiera cargarse el sistema multilateral de financiación autonómica y conceder a Cataluña la gestión y administración de todos los impuestos, y menos que les dejase ejercer ‘a la carta’ una solidaridad que siempre se había presentado ante todos como la más importante seña de identidad socialista. Máxime cuando 15 días antes, ¡15 días!, la vicepresidenta primera del Gobierno y ministra de Hacienda, encargada de estas ‘nimiedades’, había manifestado que tal cosa nunca sucedería pues era imposible de plantear. Bueno, pues se la ha cargado.
En resumen, allí donde la mayoría vemos un destrozo, quizás irreparable, en la estructura interna del Estado Sánchez ve que «España gana».
¿Le sigue en su enloquecida deriva la mayoría social de la que tanto alardea? Ni idea, porque siempre ha tenido la cautela de ocultar sus intenciones antes de celebrarse las elecciones. Nadie vota lo que propone, pero todos en el partido aceptan lo que hace. Hace tiempo que la libertad de opinión y la independencia de criterio han abandonado a los dirigentes y a los militantes socialistas. No solo cambian de opinión con frecuencia, sino que lo hacen todos a la vez y en el mismo sentido según suena el silbato que emite Moncloa.
No me digan que no es un milagro. ¿Es la mayoría? Una encuesta de Sigma-Dos publicada el fin de semana pasado asegura que el 93% de los españoles piensa que el pacto alcanzado con ERC para conseguir la investidura de Salvador Illa en Cataluña perjudicará al resto de comunidades autónomas. Un porcentaje que baja hasta un 46% si se considera solo a los votantes del PSOE. No se sabe qué números han utilizado ese 54% de votantes socialistas inesperadamente convencidos de que la reducción de la aportación catalana al conjunto no influirá en el recorte de lo percibido por los demás. Pero es evidente que si en Canáa se convirtió el agua en vino aquí los gastos se convierten en ingresos.
Bueno, pues desde la ínfima altura profesional que me da el no haber acertado nunca con este hombre le apuesto a que no conseguirá sacar adelante lo acordado con ERC. ¿Les ha engañado otra vez? No. Él lo intentará, eso seguro, pero no creo que consiga los 176 votos que necesita para modificar la LOFCA en el Congreso. Aquí hay demasiados agraviados y muy pocos beneficiados. El 96% de los votantes del PP están en contra de la cesión. Si, ya sé que todos ellos son despreciables habitantes de la ‘fachosfera’, pero no se olvide de que gobiernan en comunidades autónomas donde viven más de dos tercios de la población española. No resultará sencillo convencerles de la ‘ganancia’ que les supone este terrible pacto bilateral.